El Poder Oculto Que Domina

 

En la historia de la sociedad humana, los elementos que son visibles y se transmiten a las nuevas generaciones casi nunca logran comunicar la realidad de los acontecimientos de esa determinada época, ni conocer sus orígenes, aunque sea de forma indirecta o tangencial. Asimismo, no expresan en forma clara la cultura colectiva de esa sociedad, ni descubren a los elementos metafísicos que constituían el poder oculto que dominaba en esa época. Por fortuna, gracias a los edificios, monumentos y objetos simbólicos que conservó la arqueología, a las imágenes plásticas que subsistieron como formas artísticas y a los relatos que dejó la escritura ha sido posible recrear e interpretar esas realidades con cierto grado de exactitud. Pero conforme los hechos se alejan en el tiempo todo se vuelve más ininteligible y más difícil de comprender por el ser humano que vive en el presente con una cultura colectiva muy diferente y con otras formas de comunicación más sofisticadas e indirectas como los medios electrónicos y la hipermedia.

 En el artículo anterior intenté interpretar los poderes ocultos durante el período medieval de Europa iniciado en el siglo X, cuando al caer el Imperio Carolingio, la sociedad de esa época se quedó sin un liderazgo político efectivo y los señores feudales trataron de controlar el territorio del destruido Imperio apropiándose de todos los bienes materiales y creando un vasallaje ignominioso mediante el uso de las armas. Surgió entonces una especie de movimiento social sin liderazgo formado entre los grupos eclesiales y las clases populares denominado ‘Pax Dei’ (La Paz y la Tregua de Dios) que mediante asambleas comunitarias logró un mejor equilibrio entre ricos y pobres hasta el momento cuando apareció la Primera Cruzada (1095) para tratar de rescatar el espacio físico donde había nacido el Cristianismo en el Medio Oriente y al retirarse los caballeros feudales de esos territorios durante un largo período permitieron el re acomodo de las tres clases sociales existentes: aristócratas, comunidades eclesiales y campesinos.

 Aunque los señores feudales y la comunidad eclesial salieron favorecidas y se quedaron con el control político y económico de gran parte de Europa Occidental, a partir del Concilio de Letrán (1215), la alta jerarquía eclesial fue cambiando de rumbo en sus conceptos y creó una nueva visión de la herejía en la que ya no se consideraba como una manipulación del Diablo sobre los seres humanos, sino de una especie de pacto deliberado con él que merecía un castigo muy severo para quién lo realizaba. Al mismo tiempo se desarrolló una fórmula muy sencilla para poder expresar las ideas liberales de la comunidad laica de todos los niveles sociales. Pero no fue sino hasta mediados del siglo XIII cuando el Papa Juan XXII promulgó el edicto definitivo denominado ‘Decretale Super Illius Specula’ en 1236, donde se establecía la naturaleza diabólica y herética de la magia y de la brujería, así como surgía una nueva definición de la Iglesia Cristiana con sus normas y castigos a través de una institución eclesial conocida como El Santo Tribunal de la Inquisición.

 De esta forma y tras haber combatido a las herejías de cátaros, valdenses y maniqueos durante el siglo XIII, la persecución de la brujería se convirtió en uno de los principales cometidos de la Inquisición. De forma oficial se consideraba a sus practicantes como enemigos de la Iglesia y el pacto que habían realizado tenía un significado primordial de ser una prueba de servidumbre y de adoración al Diablo. Fue justo con esta persecución de la herejía cuando se incluyó la organización política del feudalismo en el mundo espiritual de la Iglesia y el sistema de las órdenes religiosas hablaba indistintamente del ámbito celestial y terrenal. ‘Si Cristo ejerce funciones de sacerdote y de guerrero el Rey en funciones tiene que organizar a los que rezan (el clero) y a los que luchan (los nobles)’ y ahí es donde radicaba su mayor responsabilidad como la máxima figura política del reino que iba desplazando al señor feudal.

 No existía ninguna duda de que esa visión teórica de la sociedad de esa época encajaba a la perfección para explicar las relaciones de subordinación y de servidumbre entre nobles y campesinos. Pero es a partir de la segunda mitad del siglo XIII, con el nuevo discurso oficial del clero que coloca a los practicantes de la magia bajo la sospecha de herejía cuando la Santa Inquisición irá cambiando la imagen del ‘Pacto y la Tregua con Dios’, mientras el lenguaje feudal irá desapareciendo por completo del discurso oficial de la Iglesia Cristiana y de los monarcas.

 Parece mentira, pero fue hasta el año de 1478 en el ‘Maleus Maleficarum’, cuando los monjes dominicos alemanes Heinrich Kraemer y Jacob Sprenger recopilaron todas las teorías que existían sobre la práctica de la magia y su evaluación como herejía. Aun cuando el origen de este discurso tiene sus raíces en el siglo XIII, al pasar brujas y magos de ser charlatanes engañados por el Diablo a peligrosos enemigos potenciales de la Iglesia hay que recordar que el cristianismo siempre relacionó la magia con el paganismo y las primeras actitudes de condena solo la desacreditaban y negaban su existencia. Aun cuando durante toda la Edad Media las prácticas de magia suponían una alianza con el Diablo, el concepto descrito en el ‘Pacto y la Tregua con Dios’ distaba mucho de la recopilación oficial de la historia de la brujería que presentaron Kraemer y Sprenger 265 años después del Concilio de Letrán. Esto es un claro indicativo de que la comunidad eclesial cristiana y las fórmulas políticas que le acompañaron a través de la Historia siempre han cambiado sus conceptos supuestamente verdaderos y eternos de acuerdo a los intereses circunstanciales de sus dirigentes.

 Adenda: Este mismo fenómeno social y político que aconteció en la Europa de la Alta Edad Media se repite ahora mismo a nivel global, cuando la pequeña élite que posee la mayor parte de las riquezas del mundo vive maquinando infinidad de argucias y teorías conspiracionistas que las convierte en leyes o normatividades para tratar de conservar sus riquezas y su poder. Por fortuna, ahora intervienen otras culturas colectivas – como la china y la hindú – donde ya no existen poderes divinos ocultos que apoyan a quiénes se apoderan de los bienes materiales y desprecian a quiénes subsisten encondiciones precarias.