En Occidente se cree que la ética mundial parte de las religiones cristiana e islámica con las dos figuras proféticas de Jesús y de Mahoma, por lo que sus respectivas doctrinas y filosofías han permanecido en el ámbito social y cultural de ambas regiones desde hace muchos siglos. Aunque la religión cristiana se desarrolló cinco siglos antes de la islámica. Como es sabido, la venida del Mesías al mundo fue justo en el Medio Oriente y el crecimiento de sus seguidores y de su doctrina se llevó a cabo en Roma de los Emperadores y no en Palestina y en Jerusalén donde él vivió, por lo que generó cambios muy notables a la hora de desarrollar su doctrina que incluyeron su ética y su moral, al conjugarse con el pensamiento griegos con el gobierno romano se creó la filosofía Greco-Romana, dentro de la cual se sustentaron las bases del cristianismo original desde el punto de vista institucional, de donde se derivaron una serie de interpretaciones, conceptos, cargos títulos y todas las modalidades religiosas que con el tiempo se fueron modificando hasta llegar a ser la doctrina cristiana que hoy se conoce 2000 años después de que apareció Jesús.
Por otra parte, la posterior aparición del profeta Mahoma del Islam, cinco siglos después no solo confirmo los mensajes anteriores de los profetas enviados por Dios, incluido Jesús, sino la consolidación y supremacía de la descendencia de Ismael, el primer hijo del profeta Abraham, en la vasta región oriental de los países islámicos y árabes. Desde entonces ha permanecido viva la Revelación Islámica, su idioma y sus costumbres en esa región que tiene más de mil millones de pobladores. Mientras tanto, la doctrina de Jesús se trasladó por la fuerza del Imperio a Roma, lo que cambió por completo las ideas originales de Jesús, creando nuevos conceptos, nuevos idiomas y nuevas doctrinas que se denominan ‘cristianas’ y que por supuesto ya no queda nada de ellas.
En Occidente existen dos concepciones fundamentales de la ética: la que se considera como ciencia del fin a la que debe dirigirse la conducta de los hombres y de los medios para mejorarlos y la que considera a la ciencia como impulso de la conducta humana e intenta determinarlo para disciplinar o dirigir la conducta de sí mismo.
De modo que en el pensamiento Occidental se busca generar explicaciones que fueron ajenas a las que hizo Jesús durante su época, quien solía ser claro y directo a la hora de ilustrar a sus discípulos y seguidores. Por su parte, la ética del Islam abarca todas las manifestaciones exteriores de las características internas del individuo que se convierten en costumbres, ya sean positivas, llamadas virtudes o negativas que son los vicios.
La ciencia de la moral islámica habla de las virtudes y de los vicios del ser humano, sobre la conducta y acciones que surgen de ella, así como la manera en que se manifiestan dichos atributos que existen en el alma humana. La base sobre las conductas y acciones que existen en el alma humana. La base sobre la cual giran todas estas interpretaciones que dirigen la conducta del ser humano es El Corán para los musulmanes, revelado a su mensajero Mahoma, a sus discípulos escogidos y a sus descendientes que él mismo heredó.
Por lo que la religión de Mahoma no se toma solo en cuenta en los asuntos de este mundo, ya que son económicos, políticos, éticos, sociales, espirituales, gnoseológicos y globales, sino que considera todo lo relacionado con el destino final del ser humano que es la máxima aspiración de los creyentes del ‘Dios Unico’.
Debido a la tendencia de la rápida desaparición de la religión cristiana, los únicos indicadores del progreso humano y cultural son la política y la ciencia. Donde los países más desarrollados son los que presentan mayores progresos en estas dos áreas. Al hablar de política siempre se vincula a su aspecto económico. De modo que la política y su cara económica, junto que la ciencia son los únicos parámetros con los que se puede medir el progreso.
Toda sociedad actual anhela tener una ciencia desarrollada, una economía fuerte y un gobierno poderoso, ya que todos los derechos de un país que no posee estos elementos es permanentemente ignorado y sufre el dominio de las grandes naciones de Asia y Occidente.Por lo que la mayoría de las sociedades débiles se alejan de su propia cultura para aparentar ser países desarrollados. De esta forma pierden su legado cultural para adquirir los estereotipos de comunidades que sólo se mantienen adelante por aferrarse a valores materiales y utilizar la fuerza de la opresión para sostenerlos.
El resultado de esta situación es el menosprecio por la ‘moral humana’, ya que ni la religión ni el intelecto son parámetros del progreso, sino la ciencia y la política. La verdad y la virtud pueden supeditarse al desarrollo económico, en tanto que los países no desarrollados se exhiben como casos de ‘atraso y corrupción’.
Las superpotencias son las que señala las pautas de rectitud y de bienestar, por lo que se sienten con derecho a vetar todo lo que no cumpla con sus puntos de vista e intereses. Ese derecho se consigue con la fuerza de la dominación y de la opresión obtenidas por los avances de la ciencia y de la política-económica.
Es obvio que en el mundo actual, los factores económicos han ocupado el lugar de los valores morales y espirituales, en la administración de la vida humana, convirtiéndose en los nuevos criterios para definir la verdad y la falsedad. Toda la relación del ser humano consigo mismo y con la sociedad, su estilo de vida, su religión, su pensamiento y sus creencias están reguladas por normas establecidas por los poderosos en función de sus intereses. Ya nadie coloca la religión y el intelecto en el centro de la existencia, a fin de organizar sus conductas individuales y sociales, su economía, su política y su ética de acuerdo a una moral religiosa fundamentada en el poder divino.
Adenda: De modo que mientras unos cuántos países se esfuerzan en ser líderes tecnológicos y en encontrar métodos de opresión disfrazados de democracia y de libertad, el resto de la humanidad vive bajo la influencia de esas políticas de gobierno que arrasan con todo y mediante la actitud tibia y engañosa de sus gobernantes terminan adoptando el mismo camino que la superpotencias, ya sea por la fuerza o por auto convicción.
Este fenómeno de la ‘globalización’ no es sino el aprisionamiento de las políticas sociales por las superpotencias interesadas en conservar su poder durante el mayor tiempo posible. Algo que ya se observó en el pasado, cuando las superpotencias emprendieron el camino de su desaparición, víctimas de su propia ambición.