Según Dani Rodrik, economista de Harvard, en el presente es muy difícil que coexistan en forma simultánea, la soberanía nacional, la democracia y la globalización. Ya que la poderosa globalización actual erosiona la soberanía de los Estados-nación, sometiéndolos cada vez más a fuerzas económicas y financieras que es muy probable no correspondan a los deseos de las mayorías nacionales. Por lo tanto, en el presente, un estado autoritario puede funcionar mejor en el mundo globalizado porque no está limitado, entre otras cosas por las preocupaciones electorales.
Al haber menos globalización, la toma de decisiones democráticas dentro del Estado-nación, la democracia estará menos restringida por fuerzas externas, particularmente las de los mercados financieros, por lo que tendrá un alcance más amplio. Según Rodrik, la globalización y la democracia son posibles sin el Estado-nación aunque considera que será difícil que las instituciones democráticas puedan funcionar a escala global. Rodrik no considera inamovible el ‘trilema’ que vive el Estado actual, sino piensa que para el mantenimiento de estos tres mecanismos institucionales es necesario tomar en cuenta los muchos niveles de gobernanza que existen en el mundo.
No obstante, la piedra angular que mantiene el orden internacional sigue siendo el Estado-nación, aunque por debajo de dicho orden existen Estados, provincias, ciudades y regiones que pueden tener sus propias estructuras de gobierno y que por encima existen bloques supranacionales como la Unión Europea, e instituciones globales como las Naciones Unidas. Por lo que cualquier discusión sobre este ‘trilema’ debe de tomar en cuenta todos estos distintos niveles de gobernanza.
Dice Rodrik en su nuevo libro que la actual desilusión generalizada con los gobiernos es una reacción en grado contra la globalización que parece imponerse a los Estados-nación. Pero otra causa podría ser que los ciudadanos se sientan descontentos con sus gobiernos nacionales. Señala Rodrik que los gobiernos subnacionales no se consideran tan distantes a los ciudadanos y a menudo creen que pueden ejercer una influencia importante en ellos.
Esto da como resultado una disminución de la tensión que existe entre democracia y globalización, sobre todo a nivel municipal, ya que dichos gobiernos se centran en temas locales como las infraestructuras existentes, la educación y la vivienda que no son controladas por la globalización.
En el otro extremo están las estructuras de gobiernos supranacionales como la Unión Europea que no solo trata asuntos relacionados con la globalización y el comercio trasnacional por lo que los europeos perciben que Bruselas está muy distante de sus problemas y quebranta la soberanía de los Estados-nación en toda Europa. Un ejemplo de este problema es el voto ‘Brexit’, cuya inquietud se observa en toda Europa.
Por otra parte existe un repliegue hacia el interior del Estado-nación que rechaza la globalización, como sucede en Estados Unidos con el liderazgo de Trump que se vuelve más problemático al amenazar con resucitar todas las patologías económicas y políticas que su nacionalismo exacerbado generó en el pasado y contiene aún más amenazas para todo el mundo.
Rodrik se pregunta que pasaría si se hace un nuevo abordaje para fortalecer la democracia y la autonomía de Occidente a nivel local. Ya que en muchos países, la mayoría de sus ciudades son centros de innovación y de progreso, y los efectos secundarios positivos del mundo actual atraen a empresas de alto rendimiento. Los ciudadanos se sienten cercanos a sus gobiernos municipales y de sus ciudades, sin que se cause el daño que ocurre con el nacionalismo extremo.
Conforme el Estado-nación va cediendo parte de su poder a los gobiernos regionales, estatales o municipales el ‘trilema’ se debilita, ya que tanto la democracia como la posesión de bienes materiales y la globalización que son impulsadas por las ciudades cosmopolitas abiertas al mundo pueden prosperar sin ocasionar que los demás países debiliten su soberanía.
No obstante, los beneficios de un abordaje de estos tres elementos que integran la nueva realidad mundial existen serios riesgos, ya que aunque las áreas urbanas atraen a una parte creciente del capital o de la mano de obra calificada y a la capacidad innovadora de un país es probable que las áreas rurales enfrenten un declive económico con menos oportunidades de empleo, cierre de escuelas y de hospitales, así como un fuerte deterioro de sus infraestructuras.
Esta situación crea un campo fértil para que los políticos populistas ofrezcan soluciones simplistas que dividan a la población y socavan el progreso. Por lo que es necesario encontrar la forma de ayudar desde el principio a quiénes se van quedando atrás como consecuencia de los nuevos modelos políticos y de las nuevas tecnologías.
Adenda: No hay duda de que habrán grandes cambios en la conducta y en los paradigmas en el ser humano de la nueva era digital, pero lo más complicado es lograr un equilibrio en la ‘trilogía’ de globalidad, estructura del nuevo Estado nación y conocimiento de los diferentes niveles de gobernabilidad que permitan el desarrollo en paz de su soberanía. Muy pronto lo sabremos.