Si el sector de servicios estuviera sindicalizado, a los empleadores no les sería fácil reemplazar a los trabajadores con robots o producción en el extranjero. De hecho, otras economías avanzadas, como la de Dinamarca todavía tienen mano de obra sindicalizada en su mayoría y también Canadá tiene un movimiento sindical mucho más grande que el de Estados Unidos.
La política estadounidense dio un fuerte giro antisindical bajo el mandato de Reagan. Esto significó que a medida que la economía paso de la manufactura a los servicios, los trabajadores de los sectores en crecimiento quedaron sin sindicatos.
Esta disminución de la sindicalización ha tenido terribles consecuencias, ya que eran una fuerza poderosa para propiciar la igualdad. El aumento de la afiliación sindical fue un factor clave en la ‘Gran Compresión’ que redujo la desigualdad entre 1934 y 1945 convirtiendo a Estados Unidos en una nación de clase media.
Por el contrario, el declive de los sindicatos generó un aumento en la desigualdad y el estancamiento de los salarios. Los trabajadores perdieron poder de negociación, ya que las políticas antimonopolio han dado cada vez más poder a las corporaciones en el mercado.
Estados Unidos no requiere de sindicatos fuertes, solo para nivelar el campo de la economía, sino para nivelar el campo del juego político.