Los procesos electorales de Francia en el pasado domingo 22 de abril me han permitido comprender el gran error que cometí en mi artículo inmediato anterior donde pronosticaba la salida de Francia de la Unión Europea, tan pronto como eligieran a su nuevo Presidente. Yo pensaba erróneamente que había una similitud entre la actual cultura política de los estadounidenses y los franceses, ya que en ambos casos, la idea de procurar la igualdad de todas las clases sociales en el ejercicio de la política había surgido de la Revolución Francesa, cuyo propósito fundamental había sido la de reivindicar a las clases populares de Francia que a fines del siglo XVIII sobrevivían en condiciones deplorables, convertidos en devaluados sirvientes de las clases aristocráticas, sin contar con salarios y prestaciones de ninguna especie. Además de ser tratados como seres inferiores.
Pero la gran diferencia entre Francia y los Estados Unidos fue que el modelo de Estado democrático, representativo y republicano de Francia estaba inspirado en el surgimiento de una nueva y genuina conciencia moral de su clase dirigente, mientras que en los Estados Unidos era una mitología primitiva resultante de la fusión circunstancial entre cuáqueros y francmasones, quiénes se creían beneficiarios del favor divino y podían hacer lo que desearan con aquellos que no fueran pertenecientes a su etnia de blancos anglosajones.
Eso explica que ahora mismo, doscientos años después, el Gobierno de los Estados Unidos se haya convertido en una fuerza burocrática inexpugnable, dueña absoluta del control de todas las acciones de la gran nación, tanto al interior como al exterior del País. Ya que ha dedicado la mayor parte de sus ingresos fiscales a la planeación de guerras en territorios alejados, al manejo de fuerzas mercenarias, a la creación de una falsa fuerza terrorista en el Medio Oriente que justifica a sus instituciones de espionaje y de guerras ocultas como la CIA y el FBI; a la acumulación de una gran fortuna capital circulante sin sustento legal, mediante la emisión de moneda de papel de su Banco Central y a otorgar concesiones multimillonarias a empresarios muy ricos en el sistema carcelario – que es el mayor del mundo – a empresas financieras que funcionan con dinero especulativo, a quiénes se dedican a la producción de drogas, armas y realizan servicios sociales de todo tipo, donde destacan la industria inmobiliaria, los shows televisivos, los espectáculos, la educación privada y los deportes.
Pero el hecho más importante es que la producción industrial que utiliza mano de obra manufacturera ha ido desapareciendo, tanto por el traslado de sus empresas hacia las regiones orientales de Asia con mano de obra barata y sin exigencias fiscales y ecológicas, como por el surgimiento de nuevas tecnologías de producción donde ya no se requiere mano de obra humana. No obstante, quiénes están al mando de la política estadounidense no tienen la capacidad para entender que el mundo industrial que alguna vez les permitió generar riquezas para beneficiar a sus clases populares tiene muchas décadas que ha dejado de funcionar, el índice de empleo ha bajado de manera brutal y la idea de que la educación universitaria facilitaría el éxito material de las próximas generaciones también ha ido desapareciendo, tanto con la generación ‘z’ y los ‘milenials’ que obtienen trabajo digital a muy corta edad, el surgimiento de una juventud que busca ser autónoma y sin una residencia fija, como con la desaparición de la familia tradicional que exigía fuentes de ingresos a los dos miembros de la pareja. Se antoja que se iniciará un nuevo período económico y político del que nadie tiene aún idea alguna de cómo funcionará, pero es sin duda la señal más visible del fin de la etapa postindustrial de los Estados Unidos, ya sea para bien o para mal.
Para fortuna del mundo occidental, el pensamiento de las nuevas generaciones de franceses sigue conservando ese maravilloso valor ético y social de la igualdad entre los seres humanos, aun cuando se haya ido despojando de las diferentes ideologías que han existido durante poco más de dos siglos, se carezca de una religión predominante y se conserve la idea de que la igualdad entre los seres humanos se hace extensiva a todas las etnias y a todos los grupos sociales existentes.
No tengo la menor duda de que el joven aspirante a la presidencia de Francia, Emanuel Macron, quién solo cuenta con 39 años de edad y ha sido formado dentro del servicio público francés vencerá a Marine Le Pen de la ultraderecha por un amplio margen, ya que para fortuna de Europa y de Occidente, las nuevas generaciones de franceses aún conservan el espíritu de igualdad sobre el que fue construido el mundo en el que vivimos, mientras que la huella del fascismo va desapareciendo.
Adenda: No hay duda de que Macron será el próximo presidente de Francia con una votación abrumadora de cerca del 70% del total del electorado francés a su favor, ya que todos los partidos políticos y las múltiples agrupaciones independientes que participaron en las elecciones primarias del domingo pasado han hecho pública su decisión de apoyar a Macron en las próximas elecciones definitivas dentro de dos semanas.
Por lo que sin duda Francia renovará los lazos políticos entre los diversos países de la Unión Europea y reformulará su proyecto económico y comercial. Mientras, que como siempre, Inglaterra, con la ‘brillante’ idea de Theresa May, de convocar a nuevas elecciones parlamentarias, podrá explicar su salida de la UE mediante los votos mayoritarios del nuevo parlamento de conservadores ‘pro brexit’.