El elemento más notorio de la dificultad que existe para evadir la actual crisis geopolítica que vive el mundo actual ha sido que quiénes manejan el poder político y los principales medios de comunicación carecen del lenguaje necesario para poder expresar el verdadero fondo de lo que ahora sucede. El hecho fundamental es que el mundo de la palabra oral y escrita ha terminado desde la última década del siglo XX y ahora ha surgido un nuevo mundo que no comprenden quiénes aún siguen en el poder y quiénes controlan a los principales medios de comunicación masiva.
Por fortuna, quiénes van alcanzando las principales posiciones políticas y masmediáticas del mundo actual son jóvenes de la generación de los millennials que nacieron en el mundo digital y pueden hablar con facilidad el nuevo lenguaje icónico de la sociedad humana. Quienes pertenecemos a generaciones anteriores no tenemos capacidad de entender la nueva realidad que vive el mundo y por lo general pensamos que los tiempos pasados fueron mejores. Nos resistimos a entrar a un nuevo mundo donde se moderan las emociones y donde existe una forma indirecta de ver la realidad que se adecúa perfectamente a los grandes cambios en los pardigmas tradicionales, en la estructura de los nuevos grupos sociales y en la percepción del arte y de los mitos políticos, religiosos y culturales.
Los síntomas más visibles de esta enorme evolución de la civilización humana se perciben en la mayoría de los eventos artísticos que se presentan al público, donde se advierte una clara decadencia con la repetición reiterada de fórmulas musicales, plásticas y artísticas en general que tuvieron sus etapas de éxito hace muchos años. Así como en espectáculos que igualmente tratan de revivir una realidad que ha muerto. Lo mismo sucede con viejos éxitos de jazz, de rock y de ritmos de toda índole, donde se repiten las épocas cuando se hacía una apología total a la aristocracia o a los poderes divinos. Es obvio que la mayoría de las personas no perciben esos síntomas de decadencia y desean pensar que son una nueva forma de expresión artística. Sobre todo porque los medios masivos de Occidente repiten con mucha frecuencia esos espectáculos y no permiten que el ser humano pueda pensar que el viejo mundo ha terminado y hemos entrando en una nueva realidad donde la imagen móvil está sustituyendo a la palabra oral y escrita que dominó durante más de diez milenios.
El mundo de la palabra oral y escrita ha dirigido a la civilización humana de forma que logró una considerable separación del mundo de los animales donde se siguió siempre la fórmula de predominio del más fuerte y de sus eventuales asociaciones con el propósito de sobrevivir a las variaciones de las condiciones naturales y a las agresiones de otras especies animales. En tanto que la palabra oral y escrita generó grandes cambios en el ser humano, como la reconfiguración de su cerebro y la capacidad para producir mitos a través de historias que serían transmitidas a sus herederos, aunque fuesen totalmente cambiadas por ellos; más el concepto de que todo tipo de propiedad material tenía que ser transferida a sus sucesores, creando un derecho natural aún vigente o recurriendo al poder divino.
No puede afirmarse que en los poco más de diez milenios de civilización humana con el ‘homo sapiens’ sedentario, no haya habido etapas involutivas o por lo menos donde no hubo cambio alguno. Como tampoco puede crearse la hipótesis de que la nueva generación de los millennials encabezará una etapa de la civilización sin choques y sin procesos involutivos. Ya sucedió con los neanderthales que estaban dotados de mayor fuerza física que el hombre y una capacidad cerebral considerable, quiénes dominaron Europa durante muchos milenios y aún se desconoce con exactitud la causa de su desaparición.
Adenda: Quizá lo más importante de esta nueva etapa que vivirá el género humano será que los millennials son una generación de jóvenes que siempre han sido refractarios a la violencia y tienden a ser autónomos. De manera que es muy probable que logren construir un mundo pacífico, donde vuelvan a surgir las emociones positivas del ser humano, con nuevos conceptos del arte, de la ciencia, de la mitología y de la metafísica. Un mundo donde desaparezcan los radicalismos, la xenofobia, el mesianismo, el narcisismo y la idea de castigar a quiénes difieran en sus ideas con el uso de la violencia, llegando al grado de la tortura, tal y como lo relata la historia de los últimos diez milenios.