En la celebración del Centenario de la Primera Gran Guerra Mundial en París el pasado 13 de Noviembre se han enfrentado dos visiones políticas de Europa que han existido en los últimos doscientos años: el nacionalismo y el patriotismo. Macron, el actual presidente de Francia que no tiene partido político ni ideología señaló que ‘el patriotismo es exactamente lo contrario al nacionalismo y que el nacionalismo es su traición’.
Mientras tanto, Trump escuchaba el discurso de Macron en el Arco del Triunfo e hizo notar a la prensa presente que eso no coincidía con su visión política de ‘América Primero’ y que Macron era un demente. Aunque la mayoría del centenar de líderes europeos presentes eran conscientes de la frase de Churchill: ‘Aquellos que no aprenden de la historia están condenados a repetirla’.
Hace 100 años los políticos europeos pensaban que la estabilidad de Europa estaba garantizada después de más de 40 años de paz en dicho continente. No obstante, de pronto llegó la catástrofe en una guerra que debería acabar con todas las guerras, creándose el primer episodio de los actuales conflictos de Europa. Surgiendo una contradicción entre nacionalismo y patriotismo: mientras el patriotismo reivindica la cultura, la lengua y la historia propias de una nación, el nacionalismo cree que su nación es superior a las otras.
El nacionalismo supremacista está ahora instalado en la Casa Blanca con Trump y su séquito de incondicionales a sueldo, al igual que en la Rusia de Putin y la China de Xi Jinping. Lo que ahora pasa en la Europa que abandonó las guerras es que los nacionalismos excluyentes y los populismos xenófobos han entrado con fuerza a los parlamentos europeos y están generando un sistema de confrontación y de intransigencia sin precedentes.
Además de que en dichos populismos está muy arraigado el antisemitismo, cunde el desprecio al extranjero, el combate despiadado contra los miles de migrantes que no tienen papeles ni techo, los muertos que salen del mar y llegan a las playas en pateras a la deriva, enfrentando muros, vallas y fronteras fabricadas por el sentimiento de superioridad que genera el nacionalismo.
Dice Isaiah Berlin que esta es una forma de extremismo patológico que puede conducir a terribles horrores. Aunque la idea central sea la de preservar una Europa inclusiva donde se pueda convivir con una gran variedad de naciones, culturas, creencias, usos y tradiciones sin que nadie se manifieste superior ni inferior, sino orgullosamente distinto.
Por su parte, Johann Herder, el padre del romanticismo alemán introdujo a las naciones derivadas del nacionalismo, el historicismo y el espíritu del pueblo y ha sido uno de los líderes que encabezan la lucha contra el clasicismo, el racionalismo y el método científico que han acompañado el progreso de los pueblos. Dice Herder que en tanto las palabras van adquiriendo nuevos significados es importante mantener la racionalidad sobre las emociones, ya que lo ocurrido en el pasado puede producirse de nuevo. De hecho, la fragilidad y la dispersión de la Unión Europea generada por el nacionalismo actual son un gran peligro para mantener la paz social y el respeto entre los seres humanos.
Adenda: Nacionalismo y Patriotismo son ahora mismo conceptos que se contradicen, aunque en un tiempo vivieron juntos y hace cerca de doscientos años propiciaron la formación del mundo moderno de Occidente.