Socialismo y Capitalismo.- En lo único que difieren el socialismo y el capitalismo es en la forma de repartir la riqueza, ya que en ambos sistemas se considera que la riqueza está ligada a los bienes materiales y al dinero. Los sistemas socialistas permiten una repartición equitativa de la riqueza, pero no existe ninguna medicina gratuita. Por lo que los sistemas socialistas suelen confundir la igualdad con la justicia y tienden a suprimir todo tipo de diferencias aunque no estén ligadas a la repartición de bienes y servicios materiales y suprimen todo tipo de formas de vida que sean distintos a su modelo original.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Rusia produjo una gran cantidad de armamento y gracias a esas industrias pudo financiar los proyectos de salud y de educación populares. Como los hombres estaban en el frente de batalla, las mujeres tuvieron que trabajar en las fábricas dejando sin cuidado a los hijos. También se lograron financiar los proyectos del Estado con el cultivo del algodón, por lo que tuvieron que utilizar las grandes fuentes acuíferas existentes que ahora son zonas desérticas.
Los campesinos no se prostituyeron por ignorancia, sino que el sistema económico mundial, medido a través del PIB, les destruyó su autoestima, haciéndoles creer que las formas de vivir ligadas a la ‘madre tierra’, con métodos tradicionales de cultivo son irracionales y no productivos. Aunque en los hechos se haya demostrado lo contrario.
A los países europeos les costó mucho trabajo y dinero mantenerse competitivos frente a países como China y Brasil, debido a que las leyes de dichos países no protegen a los empleados, a los trabajadores y menos aún a los que están en el límite más bajo de la escala social. Por lo que dichas personas han sido llevadas a la miseria y los han despojado de sus modos de vida tradicionales. Aunque se supone que esto no debería ser en los países socialistas, para poder financiar sus proyectos se tienen que someter a las condiciones que imponen los países ricos.
El socialismo termina siendo similar al capitalismo, porque los gobiernos de los países en desarrollo abren las puertas a la industria de los países ricos, a sus maquinarias, a sus modelos de desarrollo y a sus estilos de vida. El actual modelo económico mundial hace pensar que para sacar de la pobreza a los ‘países en desarrollo’ se tiene que crear un sistema de industrias nacionales y autónomas, ya que se supone erróneamente son capaces de crear maquinaria y tecnologías muy avanzadas gracias a la educación que recibieron sus pobladores. Razón por la cual los gobiernos socialistas buscan con empeño la educación popular a todos los niveles. Se puede concluir que el gran problema de la sociedad actual no está en la repartición de la riqueza, sino en los diferentes conceptos que existen de ella.
Otro de los mitos erróneos de Occidente es que ‘el modelo industrial hizo que los campesinos occidentales se convirtieran en gente rica’. Un país considerado como ‘rico’ por las agencias de calificación internacionales no significa que en ese país no existan altos porcentajes de pobladores empobrecidos, relegados y excluidos. De hecho el fenómeno de la migración comenzó con el éxodo de los campesinos y el campesinado de Occidente también vivió ligado a la ‘madre tierra’, pero al llegar el modelo de economía industrial, se les hizo creer que su forma de vida era nefasta para el desarrollo de las naciones.
La agricultura industrial redujo el número de agricultores, de modo que unos cuantos tuvieron que producir para muchos al subir exponencialmente el número de pobladores en las ciudades y los campesinos que no tenían tierras de su propiedad tuvieron que instalarse en las periferias urbanas y trabajar en las numerosas fábricas que ahí se construyeron.
Se podría concluir con respecto a estos mitos occidentales que una sociedad donde se premia la excelencia académica y la competencia es en realidad un sistema de exclusión, desconfianza, apatía y agresividad. Puesto que en una sociedad justa no se debe creer en élites ni se deben dar premios, sino que se debe valorar el trabajo en equipo, la honestidad, la humildad, el respeto, las diferencias y lo auténtico para permitir un intercambio equilibrado entre todos sus miembros.
Concluyendo con otros dos falsos mitos de Occidente que aún perviven: ‘Que la competencia es necesaria y que sólo los ‘ricos’ votan por la extrema derecha’.
Adenda: Este cuarto y último artículo sobre los Mitos Contemporáneos de Occidente solo pretende señalar que el mundo entero está al borde de un cambio muy profundo, similar a los que ocurrieron al inicio del Neolítico, la creación del Imperio Romano o de la Era Cristiana.