México profundo (el plateresco en Michoacán)

Dentro de las numerosas investigaciones que realizó Adrián para tratar de encontrar las verdaderas raíces del supuesto México profundo, la que significó una de las más grandes pasiones de su vida y en la que empleó una buena parte de su vida interior fue tratando de descifrar las influencias y modificaciones que hicieron los purépechas en las edificaciones religiosas platerescas que construyeron los agustinos en la región lacustre que abarcaba una gran extensión territorial de los actuales estados de Guanajuato y Michoacán, además de un sector de la hermosa región serrana de la Meseta Tarasca donde subsisten verdaderos paradigmas del plateresco mexicano en Uruapan y en Angahuan.

Los criterios básicos de Adrián que determinaron la selección del estilo plateresco en Michoacán para realizar sus investigaciones sobre el México Profundo fueron que ese orden ornamental específico sólo se había desarrollado en España – la nación que había colonizado a México – había tenido un breve período de auge durante los mandatos de los Reyes Católicos y de la Casa de Austria y se estudiaría en una región del México mesoamericano donde se desarrolló una cultura indígena cuyos orígenes eran distintos al resto de las etnias mesoamericanas.

Estos elementos históricos permitían ver con relativa facilidad la evolución del plateresco en la Colonia, las contribuciones artísticas de los aborígenes, las posibles modificaciones a sus elementos arquitectónicos, a sus principales ornamentos y sobre todo, determinar la presencia aleatoria de la mitología purépecha que hasta ahora es considerada como una de las más liberales y pacíficas de toda Mesoamérica, a pesar de que se carece de una información debidamente documentada, no solo de sus mitos y cosmogonías, sino de sus orígenes étnicos y geográficos, tal como sucede con todas las mitologías mesoamericanas anteriores a la Colonia.

Cuando surgió el plateresco en España a inicios del siglo 16 existía una situación singular, ya que por razones financieras, la entrada del renacimiento italiano dependía exclusivamente de la Corte, la Iglesia y la nobleza, por lo que esta nueva corriente artística sólo expresaría lo que ellos deseaban. Al mismo tiempo, la entrada de nuevos elementos artísticos italianos a España era facilitada por la fuerte relación comercial entre los puertos españoles del Mediterráneo con algunas regiones de Italia que fueron territorios controlados por los monarcas de la Casa de Austria a lo largo de la Baja Edad Media y existía un intercambio permanente de materiales y de artistas entre los diversos estados españoles y los territorios italianos controlados por la monarquía española.

En términos históricos, el plateresco español cubre desde la última etapa del gótico (flamígero) hasta la llegada del Renacimiento tardío a España. La propia denominación de plateresco la creó el historiador andaluz Diego Ortiz de Zúñiga, al comparar el trabajo que realizaban los cantereros en la Capilla Real de la Catedral de Sevilla con el trabajo de los orfebres y plateros. El estilo plateresco surge como consecuencia del uso excesivo de los elementos decorativos procedentes de Italia, como las columnas abalaustradas, los arcos de medio punto, los medallones y escudos de heráldica, figuras humanizadas entrelazadas con animales, tallos formando figuras fantásticas y hasta grutescos. Pero conservando las edificaciones góticas, románicas y árabes, así como los deliciosos alfices y decoraciones mudéjares que ya tenían más de un milenio en España.

Cuando el plateresco se traslada a América como consecuencia del proceso de evangelización de los pueblos mesoamericanos por la Corona de los Austria, sucedió un fenómeno cultural muy común en los pueblos que por alguna razón padecen sojuzgamiento: la influencia cultural por selección. En el arte colonial mexicano no se encuentra en ninguna de sus obras artísticas soluciones plásticas o arquitectónicas prehispánicas, sino un proceso de selección de los elementos que fueron empáticos a los aborígenes. De esta forma se realiza una compleja acción recíproca entre creadores y realizadores que termina por producir algo muy distinto a la intención original del creador, sin que se pueda considerar que la resultante sea una nueva creación. Por lo que justo en esa situación controversial surge lo que se denomina arte colonial o virreinal mexicano.

Desde los primeros años de la Conquista, los indígenas mexicanos fueron seleccionando los mitos, conceptos e imágenes de los colonizadores que les simpatizaban, por lo que en pocas generaciones seleccionaron los elementos que eran más afines a su mitología, de modo que son estos elementos los que afloran ante el espectador común a primera vista. Ese carácter diferencial que surge por el proceso de selección del aborigen es lo que se conoce como influencia indígena.

De ese proceso selectivo de las etnias purembes se derivan tres corrientes del plateresco agustino en su territorio: una corriente que se pudiera considerar ‘culta’ que va desde Yuriria y Cuitzeo a Copándaro y Tzintzuntzan con ricas fachadas y claustros con columnas abalaustradas o que semejan candelabros, una segunda corriente con mayor influencia renacentista, como las de Charo, Morelia, Zacán y Zacapu, más una tercera muy abundante en la Meseta Tarasca, donde domina la sencillez de los alfices mudéjares que enmarcan una sencilla entrada de arco de medio punto con conchas o veneros en los lados superiores de los alfices, blasones o grutescos en las enjutas del arco, una sala con su antecoro en un balcón, un sólo altar principal y una techumbre de alfarjes realizada con vigas de madera cubierta de tejas cerámicas con el color del rojo óxido de cada región. Como signo peculiar adicional, las torres para el campanario han sido suplidas por simples espadañas.

Después de muchos años de expediciones reiterativas a la región del plateresco michoacano, Adrián se fue alejando de las zonas urbanas para concentrarse en la infinidad de construcciones religiosas en la Meseta Tarasca, tratando de relacionarla con sus celebraciones religiosas, con sus fiestas regionales y con las costumbres familiares de los indígenas que son muy diferentes a las de otras etnias mesoamericanas. Encontró poblados en los que las mujeres son los líderes naturales de los grupos familiares, otros donde los mejores artesanos eran los líderes, muy pocos que fuesen comandados por los obispos y párrocos, pero si encontró el común denominador de un odio profundo hacia las personas de raza blanca que no tenían ningún grado de mestizaje con los indígenas.

Otra observación que hizo fue que la mayoría de las artesanías que se practicaban tenían una raigambre europea de tendencias renacentistas o procedían de las andanzas que había tenido por todo el mundo el extraordinario Vasco de Quiroga, quién pudo iniciar a muchos indígenas de la región en gustos artísticos tan extraños como los de la India y los de China en el siglo 16. Aún cuando Adrián buscó en cada pueblo de la Meseta Tarasca una actividad artística que tuviese una raíz en los mitos de los aborígenes nunca logró encontrarla.

Es muy probable que en alguna época remota hubo alguna actividad artística que tuviese un fundamento local, pero por razones desconocidas no subsistieron a la colonización o se adaptaron de tal forma al arte europeo y al que importó Don Vasco del Lejano Oriente. Solo pueden verse preciosas modificaciones a las artes que vienen del exterior pero cuya esencia sigue siendo ajena a los aborígenes.

Está a la vista de todos que de la gran ola artística que trajo el plateresco a Michoacán, los únicos elementos que les interesaron a los aborígenes fueron los que provenían del arte mudéjar, al grado que la mayoría de las edificaciones religiosas y civiles de esa época conservaron los alfices y la deliciosa decoración mudéjar en la que prescindían de la figura humana. De hecho, muchas de las construcciones actuales que utiliza la sociedad rural para guardar sus cosechas e inclusive para vivir en ellas tienen su base fundamental en la arquitectura mudéjar que llegó con el plateresco y todas las edificaciones religiosas modernas utilizan las techumbres de alfarjes en diferentes modalidades.

Adrián había encontrado de nuevo que no existía un arte indígena detrás de las creaciones europeas del plateresco, sino en todo caso una sincretización o un proceso de selección que producía el efecto de una nueva visión artística autónoma. Concluía una vez más que el México profundo estaba constituido por creaciones artísticas europeas o de otras regiones del mundo. Los mitos y las bellezas originales del México profundo aún no han sido descifradas, mientras que sus testimonios sobrevivientes son ahora ruinas mal conservadas y administradas que no son capaces de producir una fuente de ingresos a través del turismo internacional equivalente a una fracción de lo que obtienen otras naciones que también tuvieron pasados grandiosos.

(Imagen tomada de Internet / Derechos reservados por el autor)