El pasado mes de noviembre, el término en inglés ‘post truth’ fue designado como la palabra del año por el diccionario de Oxford que ha detectado un incremento enorme de su uso alrededor del referéndum sobre el ‘Brexit’ y sobre la elección del Presidente de los Estados Unidos. El diccionario dice que post-verdad denota ‘circunstancias en las que hechos objetivos son menos influyentes en la formación de la opinión pública que la apelación a las emociones y a las creencias personales’
La palabra post-verdad sucede a ‘selfie’ que ganó el primer lugar en el 2013, ´vapear’ en el 2014 y ’emoji’ en el 2015. Según Casper Grathwohl, presidente de la división de diccionarios de la Oxford University Press, ‘Esta selección obedeció a un año dominado por un discurso muy cargado de contenido político y social.’ Los académicos se decidieron por este término para definir una era en la que ‘algo que aparenta ser verdad es más importante que la propia verdad’.
Según la mayor parte de los analistas de los medios, le creemos más a los cuentos y a las opiniones que a los hechos. Basta con un tweet, una foto adulterada, una frase en Facebook o un documento falso que circule en las redes para que las mentiras se conviertan en hechos. Ya que ahora mismo nadie sabe a quién creer.
En las pasadas elecciones de los Estados Unidos hubo clara evidencia de la efectividad de la política de la post-verdad o del arte de la mentira. Tanto Trump como Clinton propiciaron la desinformación, las conspiraciones, las filtraciones, las mentiras puras y la manipulación del público. Hasta hicieron cuestionamientos sobre la eficiencia de los rusos para hackear el proceso electoral de los EUA y de mala intención detrás de las filtraciones a los correos personales de Hilary Clinton.
Los dos bandos electorales fueron acusados de distribuir falsedades por Facebook y Google, mientras que los organismos de seguridad estadounidenses utilizaron falsas plataformas para difundir rumores sobre la salud de Clinton y los seguidores de Trump crearon historias sobre una falsa red de tráfico de menores para pedófilos que supuestamente la Clinton manipulaba desde una pizzería en Washington.
Pero el uso de la post-verdad en la política no se limita a los Estados Unidos, también está en el Brexit donde el grupo que proponía salir de la Unión Europea difundió cifras inexactas, afirmando que su salida de la UE les ahorraría 435 millones de dólares semanales. Aunque a final de cuentas esas post-verdades fueron irrelevantes en los resultados del voto todo el evento estuvo envuelto en medias verdades. Otro tanto ocurre con las informaciones oficiales de China, de Rusia y de Turquía que en lo general están también sustentadas en post-verdades.
Con los teléfonos celulares invadidos de historias que apelan al miedo, a la paranoia y a las conspiraciones, cada vez más se toman decisiones emocionales, totalmente al margen de la razón. Ante la falta de confianza en las cifras oficiales de los gobiernos, la imprecisión frente a la política tradicional y la crisis económica, no queda otra cosa que el uso de los instintos.
Los medios informan mal, los políticos mienten y las encuestas no dan una. De modo que los políticos se dieron cuenta de lo efectivo que es la desinformación y del apego a la post-verdad o a la realidad que desearíamos. Es curioso, pero se están utilizando las herramientas de la democracia, como la prensa escrita, los medios, la libertad de expresión y el voto para destruirla.
Decía Solzgenitzyn que ‘toda persona que alguna vez aclamó la violencia como su método preferido tiene que escoger a la mentira como su principio, ya que nada disfraza a la violencia como la mentira y la única manera en que puede sostenerse es mediante la violencia.’
Por otra parte, en un Estado totalitario la mendacidad es sistemática y funciona como uno de sus principales engranes. Existen inclusive algunas democracias que no son invulnerables al uso de ‘mentiras útiles’. De modo que la mentira se impone con prepotencia y con disimulo. Y la política se convierte en un espacio privilegiado para la mentira, donde los regímenes totalitarios crean su verdadero reino.
Adenda: En el presente, las emociones y los impulsos de las personas dominan por completo el contexto de su vida política y social. Por lo que este universo de las post-verdades seguirá controlando al mundo actual hasta que surja un nuevo mito o una nueva ideología global que rescate la conciencia moral del ser humano. Por fortuna, ese momento se llegará en un corto período de tiempo, cuando se establezca un nuevo orden mundial que permita vivir en paz a todos los seres humanos, sin importar sus creencias, el lenguaje que hablen, ni el color de su piel.