La poliarquía mexicana hacia el 1 de julio

 

Según William I Robinson, profesor de sociología y de estudios globales y lationamericanos de la Universidad de California en Santa Bárbara, a partir del 2006, conforme avanzaba el ciclo electoral presidencial para las naciones de América Latina, el gobierno norteamericano intensificó su intervención política en la región bajo el argumento de ‘promover la democracia’.

Durante gran parte del siglo 20, Washington patrocinó y promovió las dictaduras militares y a regímenes hiperautoritarios en toda América Latina y en muchos países del ‘tercer mundo’, para mantener el control internacional frente a las luchas de masas en contra de las desigualdades sociales y económicas prevalecientes. De pronto cambió su política internacional a mediados de los ochentas cuando, según sus voceros diplomáticos empezó a ‘promover la democracia’ en América Latina y alrededor del mundo.

Este abrupto cambio de los dictadores bajo su control hacia la supuesta ‘promoción de la democracia’ coincidió con el auge del proyecto neoliberal, ya que los líderes norteamericanos consideraban que su particular concepto de democracia era un imperativo para que funcionara la globalización capitalista, cuando una nueva élite transnacional construyó e impuso a todo el mundo el paradigma de ‘mercados libres y democracia’ que durante los años 80s y 90s logró una hegemonía en gran parte del mundo, aunque a partir del 2000 fue mostrando su debilidad con crisis financieras cada vez más prolongadas. Una parte de esa nueva estructura de dominio se denominaba ‘Consenso de Washington’ o neoliberalismo a secas.

El componente económico de esta nueva agenda internacional era el de colocar a todo el mundo bajo el mando del capital financiero, mientras el componente político era de asegurar el nuevo modelo, cambiando de las dictaduras a la poliarquía. Este nuevo modelo de dominio implico el desarrollo de nuevas constituciones políticas y formas de control social transnacional, supuestamente destinadas a conseguir un ambiente mundial más estable.

En los hechos, cuando las élites transnacionales hablan de ‘promoción de la democracia’ se refieren a la promoción de la ‘poliarquía’. Un sistema de dominio en el que un pequeño grupo está al mando, mientras que la participación de las masas se limita a escoger a los líderes políticos en procesos electorales cuidadosamente manejados por élites que eventualmente compiten entre ellas. Este concepto de poliarquía es una extensión de las teorías del elitismo desarrolladas a principios del siglo 20 que refutaban la definición etimológica de democracia como dominio (cratos) y del pueblo (demos).

De esta forma se amplificaba la anterior teoría del elitismo que pretendía instalar en el gobierno a una élite ilustrada que gobernaba en nombre de las masas ignorantes, basada en las teorías de Joseph Shumpeter ‘Capitalismo, Socialismo y Democracia’ (1942), donde señalaba los cambios institucionales para que las élites adquiriesen poder mediante una lucha competitiva por el voto popular. De tal modo que ‘la democracia sólo significa que las personas tengan la opción de aceptar o rechazar a los líderes que les gobernarán’, como literalmente lo expresa Shumpeter en el libro arriba mencionado.

En el presente y desde 1983 este concepto acotado de democracia es el que ha guiado a la política exterior de los EUA. Esta ‘poliarquía’ o ‘democracia de baja intensidad’ no involucra el poder del pueblo y no pone fin a la dominación de las clases altas y a la iniquidad social, sino que por el contrario propicia su crecimiento exponencial. La poliarquía tiene como propósito cooptar, anular y reorientar los movimientos sociales masivos y populares. De esta forma las crisis de gobiernos de las élites que sufrió ‘el tercer mundo’ en los 70s y 80s se ha resuelto, por ahora mediante la transición de las poliarquías a lo que en forma eufemística se denominan ‘revoluciones democráticas’.

Durante los 70s y 80s las alianzas de élites locales y globales lograron detener y reorientar los movimientos de masas a favor de una supuesta democratización de los procesos electorales, mas sólo se logró un aparente cambio político, mientras se dejaron sin tocar las estructuras socio económicas totalmente injustas. No obstante, la enorme inversión de los Estados Unidos en programas para ‘la promoción de la democracia’ durante la primera década del siglo 21, dicho proyecto ha fracasado en gran parte de las naciones del Cono Sur de Latinoamérica y sólo persiste en naciones como México y Colombia, cuyos gobiernos recientes han carecido de valor e inteligencia para sacudirse la injusta forma de dominio norteamericana.

Toda esta hipócrita forma de dominio creada por el Gobierno de los Estados Unidos se inspira en la concepción del mundo de los departamentos de inteligencia del Pentágono y sus principales fuentes de apoyo son las redes de espionaje que radican en territorio nacional, más la estúpida reacción de los gobiernos panistas que destruyeron el sistema de inteligencia nacional que había funcionado durante casi medio siglo, la legalización de la venta de activos no renovables de Pemex (Pidiregas) y el incondicional apoyo al Pentágono para perseguir a los negociantes de droga y de otras actividades criminales en territorio nacional con recursos de la nación mexicana, a fin de conservar un alto precio de la droga y demás acciones criminales con lo que se beneficia en forma directa a la oficina recaudatoria de impuestos norteamericana (IRS) que no documenta ante el Congreso los ingresos por estos conceptos.

La otra parte visible de la poliarquía mexicana está constituida por el duopolio televisivo, los monopolios de la comunicación por radio, el medio centenar de empresas monopólicas, beneficiadas por el sistema de ‘consolidación fiscal’ que pagan una miseria de impuestos y naturalmente, la patética clase política mexicana que ha explotado por más de un siglo a los mexicanos y continúa engañándolos y viviendo a sus costillas. A todo ese horrible panorama se agregan las figuras diabólicas de Carlos Salinas, la Profesora Gordillo que siguen al frente del PRI, los dos siervos de la nación norteamericana, Fox y Calderón, más un poderoso sector de la economía criminal que ya controla muchas de las actividades reservadas al Estado, como la judicial y la policial.

Por fortuna para todos los mexicanos ha hecho su aparición el único sector de la sociedad que puede lograr un cambio total en la vida del País. La juventud universitaria que conforma el movimiento #yo soy 132 podrá darle a México una verdadera dirección hacia el desarrollo económico, político e intelectual, ya que la juventud no puede equivocarse. Además ellos ya no están en la época del ‘homo videns’ y no pueden ser manipulados por el medio televisivo. Como señala el gran mediólogo francés Regis Debray, la transmisión del poder en el presente ya no se realiza con la manipulación del medio televisivo, sino con el nuevo alfabeto digital de las redes sociales, donde todavía no existe una sola nación, ni siquiera una dictadura que haya podido controlarlas. En la infinita libertad del mundo digital, la poliarquía se convierte en un juego de niños.

(Imagen tomada de Internet / Derechos reservados por el autor)