Según los últimos informes del IFE al 14 de junio del 2012, la lista nominal de votantes para el próximo 1° de julio es de 79.7 millones, su consejo ha decidido que se montarán 143 mil casillas para votar, de las cuáles el 64% estarán en áreas urbanas y 36% en zonas rurales. Mientras que en las elecciones federales del 2006 el número de votantes fue de 71.3 millones y se instalaron 139 mil casillas, de las cuáles el 70% estaba en áreas urbanas y 30% en rurales. Lo que representa un aumento de la población votante de poco más de un 10% en seis años.
Resulta difícil comprender esta modificación ilógica de los porcentajes urbanos y rurales, cuando el INEGI reporta que el crecimiento de la población en zonas urbanas de los últimos 10 años ha sido mucho mayor que en las rurales. Por lo que muchos mexicanos piensan que dicha decisión del órgano electoral obedece a la clara intención del IFE de favorecer al PRI, cuyos cacicazgos rurales superan en mucho a las otras dos fuerzas políticas contendientes.
Pero al margen de ese punto negro en el arroz del IFE, existe una nueva y repentina realidad que pone en entredicho a la totalidad de las encuestas electorales fabricadas por las empresas al servicio de las televisoras, los grandes industriales y la clase política, ya que ninguna de ellas ha contemplado a la millonada de jóvenes menores de 29 años (25 millones) con la frecuencia porcentual real que representan en la votación. Sobre todo, ahora que todo hace suponer que participarán en el proceso electoral en mucha mayor proporción de las ocasiones anteriores.
En la totalidad de las encuestas electorales no se ha contemplado la frecuencia potencial del voto juvenil, aún cuando el enorme movimiento #yo soy 132 hace pensar que ellos serán los que decidirán los resultados de las próximas elecciones federales del 1° de julio. Ya que el monopolio mediático y la pequeña elite de empresas multimillonarias nunca previó la participación de los jóvenes, pasando por alto todas las expectativas de cambios inesperados y todos los supuestos controles de la poliarquía mexicana.
Otro factor muy importante que no se ha tomado en cuenta para los pronósticos electorales del 1° de julio es el notorio cambio de actitud del Gobierno de los Estados Unidos en relación a Peña Nieto, ya que han sido los norteamericanos quiénes pusieron al descubierto la participación de la economía criminal en su campaña electoral y es muy probable que en días próximos den un golpe de gracia al candidato priísta, cuando ya no exista posibilidad de recuperación, aún con la acción de toda la parafernalia del duopolio televisivo a su favor.
No hay duda tampoco que el movimiento #yo soy 132 enviará una convocatoria final a sus miembros a través de la red electrónica, quizá mediante los teléfonos celulares, para que voten por la izquierda todos aquellos que han sentido la necesidad de rescatar sus vidas presentes y futuras, buscando un Gobierno que no esté bajo el mandato de los grandes multimillonarios de los últimos 100 años, de modo que la actual sociedad reabra parte de la permeabilidad social que dejó de existir desde hace poco más de tres décadas.
Quizá por la coexistencia de algunos mitos contradictorios y por la vecindad con el Imperio más poderoso de la Tierra, la mayoría de los mexicanos no ha podido comprender a través de la historia de los últimos dos siglos que no solamente México, sino la gran mayoría de las naciones que son vasallas del imperio norteamericano han tratado de ocultar su condición de subordinados, quizá por ignorancia o quizá por orgullo, pero esta situación los ha mantenido sin autonomía económica y política. Además ha propiciado una economía estática por varias décadas y una vida social, política y cultural sin rasgos propios, dentro de una concepción de un mundo sado-masoquista y xenófobo que lleva a la incompetencia total y a una cultura colectiva de autodegradación combinada con la exaltación de las personas extranjeras.
Para quienes disfrutaron de las tres décadas de permeabilidad social y del crecimiento reiterado de México dentro de un ambiente pacífico, la posibilidad de liberación que les produce la situación electoral actual, les hace recordar que aún cuando no hubo permeabilidad social para la generación de sus hijos, que permanecieron en niveles sociales iguales o inferiores a sus padres, ahora vislumbran la posibilidad de un proceso de liberación de sus nietos que representan a una tercera generación.
Aún cuando muchos de ellos nunca hayan sabido que existió una nación donde sus ciudadanos pudieron crear y realizar ideas totalmente autónomas, al margen de las que promovían las instituciones educativas, religiosas, el cine, la radio y los demás medios de comunicación masiva que fueron siempre controlados por los norteamericanos, están ahora frente a un cambio total de paradigmas y de cultura colectiva que no pueden descifrar pero cuentan con todos los elementos para alcanzarlo, principalmente por su desarrollo desde niños en la cultura digital y por el conocimiento de otros idiomas.
Estas elecciones federales serán la última oportunidad de los mexicanos de crear una nación con identidad propia o por lo menos de una nación autónoma, cuya mente colectiva no esté hecha a imagen y semejanza de la norteamericana, no porque ésta sea mala en su totalidad, sino porque a lo largo de la historia, la única forma de que una nación logra desarrollarse es a través de un proceso de creación de una mente colectiva adecuada a su patrón genético y a los memes que haya desarrollado a lo largo de su historia de nación independiente.
Paradójicamente, la inminente caída del Imperio vecino, no solamente significa una eventual liberación para México, tal como ha sucedido con los países más alejados del Cono Sur de Latinoamérica, sino la gran oportunidad de atender a su enorme mercado para todo tipo de bienes y de servicios en la posición geográfica más privilegiada de todos los proveedores potenciales del mundo, quienes ahora mismo están haciendo inversiones en México para atender esa gran demanda que ahora crece en la misma proporción a la huida de sus capitales de la economía productiva hacia el campo del capital especulativo.
Por otra parte, si los objetivos militares, energéticos, de commodities, alimentos y la enorme flota bélica de los Estados Unidos se trasladan hacia las costas del Pacífico, todas las grandes instalaciones de almacenaje de gas licuado y otros combustibles en la costa occidental se convertirán en proveedores naturales de la enorme flota bélica que no podrían proveerse sin riesgo en sus costas occidentales, donde por decreto de la OSHA no se autorizaron almacenamientos de gas licuado. Por lo que la geopolítica que se ejerció durante más de 100 años, tendrá que modificarse por esta nueva posición de los mercados y de los enemigos bélicos de los Estados Unidos produciendo un gran cambio en la política hacia los litorales mexicanos del Pacífico y un virtual relajamiento en el litoral del Golfo de México y el Caribe.
Además de este gran cambio geopolítico visible existen otros muchos que pasan desapercibidos para los mexicanos y demás naciones aledañas – como las políticas migratorias – ya que forman parte de las estrategias desarrolladas por el Pentágono donde la hipocresía, la paranoia, la megalomanía, la xenofobia, el mesianismo y otras muchas psicopatologías campean desde hace más de medio siglo cuando este órgano bélico y de inteligencia se convirtió en el poder que está detrás de quien funge como Presidente Constitucional.
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