A menos de dos años de distancia, la bellísima ciudad de Florencia ha experimentado una transformación extraordinaria. Cada una de las calles del Centro Histórico han sido cuidadosamente reconstruidas, cuidando con exactitud los materiales utilizados, de modo que correspondan a los que fueron usados hace ochocientos años. Los artesonados, los pisos y las paredes de los principales museos de la ciudad como el Ufizzie, Palazzo Vecchio, il Bargello, Palazo Strozzi y el Medici Riccardi han sido meticulosamente remozados con las auténticas decoraciones del período feudal cuando era una de las ciudades más ricas del mundo.
También sus más importantes edificios eclesiales, monacales, de servicios públicos, además de sus maravillosas plazas públicas y mercados han sido remozados, de modo que la ciudad luce más bella que nunca. Esto ha generado un considerable aumento en el turismo y en los precios de todos los productos de consumo doméstico. Las cuotas de los hoteles han crecido mucho y lo mismo ha sucedido con las prendas de vestir y los artículos de gran lujo que venden las principales tiendas de moda por la avenida Tornabuoni, Calzaiuoli y demás arterias donde están las grandes marcas mundiales de alto lujo, donde una simple camisa para caballero puede costar quinientos euros equivalentes a 9,000 pesos mexicanos del presente y un vestido para dama de precio bajo alcanza de 50,000 a 80,000 pesos mexicanos.
Pero lo más sorprendente es que la principal clientela de dichas tiendas son turistas que proceden de China, Japón, Corea y otras regiones del Lejano Oriente y el Sudeste Asiático, mientras que el turismo de los Estados Unidos ha decrecido considerablemente. Pero en general la ciudad de Florencia vive ahora un momento de restauración y de embellecimiento como nunca antes había sucedido. Existen infinidad de donaciones de particulares que proporcionan enormes sumas de dinero al erario municipal para que la ciudad luzca bella y vuelva a tener el brillo áureo de la época de sus grandes príncipes y mercaderes de los siglos 14 al 18.
Lo desconcertante de este proceso de embellecimiento de Florencia es que sólo se lleva a cabo hacia el lado norte del río Arno, mientras que la región sur, denominada ‘oltrarno’ fue donde se originó el movimiento renacentista, casi cien años antes de que apareciesen en escena los dos grandes maestros del Renacimiento, Miguel Angel y Leonardo de Vinci. Justo en el barrio de San Frediano, a mediados del siglo 14, cuando fue decorada la Capilla Brancachi por Masaccio y Massolino, justo a un lado del altar principal del templo de Santa María Carmine. Es increíble que la principal obra pictórica que dio origen al Renacimiento esté totalmente olvidada por el Ayuntamiento de Florencia y apenas reciba unas decenas de visitas por día. La probable explicación es que en esos barrios del lado sur del Arno no existen tiendas de las grandes firmas de diseñadores y modistas, por lo que no contribuyen a la restauración de ese increíble sector de la ciudad donde surgieron los grandes mercaderes del oro que dio su riqueza a Florencia.
Pero el verdadero propósito de nuestra visita a la ciudad más bella del mundo era entender el tránsito del románico al gótico en Italia, donde se minimizó la influencia decorativa de los aristócratas que habían creado los monasterios de la orden de Cluny en el siglo X y la del Cister en el siglo XII. Estos señores feudales, lo único que buscaban era mostrar a la sociedad francesa sus gustos refinados y lograron obtener gran influencia política y religiosa al construir infinidad de monasterios en Francia donde sus monjes no realizaban tareas manuales, como lo sugería la doctrina cristiana, sino administrativas para el control de los flujos de impuestos que se enviaban a los monarcas de la época para conseguir su apoyo y seguir manipulando la mano de obra de sus lacayos y la cosecha de sus tierras.
Por esa razón, el gótico solo expresaba el supuesto ‘buen gusto’ de los aristócratas feudales, aunque no se realizó ningún cambio sustancial en la extraordinaria ingeniería civil con las que fueron construidas todas las edificaciones románicas. De modo que la mayoría de las iglesias italianas que adaptaron el estilo gótico, apenas lo hicieron tardíamente en sus imafrontes y en algunos casos con bóvedas góticas que se elaboraban dentro del tradicional arco de medio punto de los romanos y columnas adosadas a las románicas originales. Aunque en Florencia se modificaron las fachadas de la mayoría de los templos de construcción románica, como el Duomo, Santa Croce, Santa María Novella y San Miniato al Monte, para solo mencionar los más notables, no hay duda de que hubo algunas en las que no se transitó por el estilo gótico, como es el caso singular de la Iglesia de San Lorenzo, donde Brunelleschi la convirtió en la más preciosa expresión del estilo renacentista sin cambiar una sola piedra de su imafronte, con un manejo majestuoso de sus espacios interiores con maravillosas columnas corintias y un precioso artesonado que cubre el espacio central de la iglesia.
Adenda: Esta inopinada restauración de Florencia puede ser el presagio de un nuevo Renacimiento, donde las cosas materiales lujosas dejarán de ser el único paradigma de los seres humanos del presente.
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