Las relaciones sexuales ‘desviadas’ de los humanos son por lo general silenciadas en público pero toleradas en privado, en particular en el caso de los varones, formando parte de la praxis de la monogamia desde siempre. No obstante, el modelo de la pareja monogámica ha resistido los embates de los movimientos del amor libre de los años 60 y 70 sacándolos del centro de la escena. Isabella Cosse trata de explicar esta victoria parcial de la monogamia de diversas formas: Entre las explicaciones sociológicas abundan las que hablan de una confluencia de factores, entre los que se menciona la restauración ‘neo-con’ de Ronald Reagan en la década de los 80 que al estar acelerada por la Guerra Fría acabó poco a poco con los experimentos comunales del ‘verano del amor’. Otro factor fue la crisis del SIDA, o mejor dicho la campaña anti-sexo que desató dicha epidemia en las grandes potencias y en particular en los Estados Unidos.
Otra posible vertiente de este fenómeno cultural de las relaciones sexuales ‘desviadas’ han sido las explicaciones de la psicología evolucionista, cuyo tratamiento más conocido vino de un matrimonio de científicos: David P. Barash y Judith Eve Lipton, quiénes publicaron en el 2002 ‘El mito de la monogamia: la fidelidad y la infidelidad en los animales y en las personas’, donde intentaron demostrar con evidencias que la monogamia era una construcción social que no existía entre los animales. Siete años después, este matrimonio publicó otro libro para seguir el mismo tema pero planteándolo al revés: que la monogamia podría ser una extraña pero buena compañera de cama para la evolución humana y la supervivencia de la especie.
Siguiendo con el tema está la idea de que la pareja es una organización que a pesar de su rigidez ha sido flexible y se ha adaptado a los cambios en el tiempo y ha podido absorber manifestaciones sexuales ‘subersivas’ que la pueden atacar. Isabella Cosse analiza en su libro ‘Pareja, sexualidad y familia en los años 60’, las transformaciones que suceden en los noviazgos. Aunque la difusión del sexo prematrimonial fue inicialmente revulsivo, pronto fue absorbido por la lógica del matrimonio que recomendaba ‘probar’ a los candidatos de ambos sexos para hacer una ‘mejor elección’ a la hora de casarse.
Todas las investigaciones sobre el origen de la pareja monogámica señalan el vínculo que este modelo de relación sostuvo con órdenes sociales y económicas, como la dominación patriarcal, la identificación de las mujeres con mercancías y la preservación de las relaciones de clase a través de los matrimonios convenidos entre familias del mismo rango, e incluso dentro de la misma familia para que la fortuna familiar no se perdiese. También se plantean si es posible que desaparezca la monogamia, dejando atrás sus elementos patriarcales y clasistas.
Muchas feministas piensan que la monogamia no es un problema para la perspectiva de género. Las feministas Sue Scott y Stevie Jackson de la Universidad de York creen que desde los años 70 los cuestionamientos a la monogamia han perdido mucho interés en la reflexión feminista y de género, tanto en la academia como en la militancia. Mientras que a pesar de la crítica feminista y el apoyo a la institución del matrimonio, los estudios a favor del matrimonio entre personas del mismo género se han convertido en el centro de este tema.
Por otra parte, la mayoría de las parejas de hoy están muy lejos de ser igualitarias, de acuerdo a las investigaciones sobre el reparto de las tareas en el interior de las parejas heterosexuales. Explica Nathalia Gherardi, directora del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género que ‘Las mujeres con responsabilidades de cuidado dedicamos a esas tareas el doble de tiempo que los varones con las mismas responsabilidades. Y las mujeres que viven en pareja también tienen más trabajo de cuidado que las mujeres que viven en hogares monomaternales’.
Dicha disparidad también ocurre en parejas sin hijos y sin adultos mayores. Por su parte, dice Faur que la monogamia ha sido funcional para el orden familiar y sobre todo para el sostenimiento de las jerarquías masculinas. No es novedad que las costumbres sociales y las leyes penalizaran con rudeza a una mujer ‘infiel’, mientras celebraban con gozo la pluralidad de relaciones entre los varones. La mayoría de los especialistas y académicos coinciden en el diagnóstico de que el futuro será plural. Dice Faur que en lugar de buscar un ‘camino de en medio’ se debería ir en búsqueda de la liberación y de relaciones que se acerquen más a las necesidades, deseos y sensibilidades de las personas.
Aunque la sociedad actual tenga sus propios y novedosos imperativos políticos, sociales, económicos y sexuales, el verdadero progreso podría estar en afirmar un determinado modelo, en trabajar sobre la conveniencia de la diversidad y en la posibilidad de vivir sin estigmas. De acuerdo a los propios deseos y a la propia conciencia moral.
Adenda: En la sociedad actual, donde han aparecido muy diferentes criterios sobre la sexualidad y sobre las uniones entre personas de iguales, diversos sexos y número que participan en el nuevo fenómeno del ‘amor libre’ es necesario analizar lo que sucederá con la monogamia en este siglo XXI.