Trump adoptó el lema ‘Estados Unidos primero’ que reflejan sus promesas de campaña en 2016, de frenar la inmigración, confrontar a China y renegociar acuerdos comerciales que veía perjudiciales para los trabajadores estadounidenses y terminar ‘guerras interminables’.

En su política exterior limitó la llegada de migrantes, la mayoría centroamericanos, chocó con Pekín, renegoció el tratado de libre comercio con México y Canadá y prometió acelerar la retirada de tropas de Afganistán.

Se burló de la ‘estupidez’ de Macron, llamó al canadiense Trudeau ‘deshonesto’ y mostró desdén por Angela Merkel. Así como elogió la química que tenía con el norcoreano Kim Jong-Un y sorprendió por su ánimo conciliador con Putin.

Según el experto Colin Dueck del American Enterprise Institute, Trump está abierto a negociar con cualquier país o grupo que no sea el grupo Estado Islámico. Dice Dueck que Trump revivió el enfoque de política exterior de hace un siglo.

Cuando Estados Unidos era un actor independiente, ajeno a los compromisos multilaterales que miraba al mundo desde el punto de vista de si servía o no a sus intereses. Fue una corriente dominante de la política exterior de Estados Unidos durante varias generaciones antes de la Segunda Guerra Mundial.