Al margen de la época histórica de que se hable, la democracia ha sido siempre un mito y una farsa permanente desde que se instauró por vez primera en el siglo 3 AC en la ciudad de Atenas cuando sus líderes políticos y morales más influyentes eran Platón y Pericles. Ya que la única forma en que los ciudadanos atenienses podían participar en el ágora política era dejando sus intereses domésticos y familiares en las manos de sus empleados, que a nivel de esclavos, sin salario les servían minuciosamente.
No obstante, esa enigmática fórmula de convivencia de la población ateniense se inspiraba en el dudoso concepto de que cuando una decisión era tomada por una mayoría se pensaba que era una clara expresión de una verdad colectiva que alcanzaba un nivel divino. Al transferirse la cultura griega al Imperio Romano de Occidente unos siglos después, ese modelo de convivencia política del pueblo ateniense se convirtió en una verdad absoluta que además se sustentaba en las fuerzas bélicas y en las leyes oficiales que alcanzaban un nivel divino.
La trasmisión de dichos mitos colectivos ha permanecido vigente hasta los días actuales en gran parte de los países de Occidente, sin que nadie haya osado poner en entredicho esos mitos y en cierta forma, solo se han modificado levemente para seguir transmitiendo el poder político, económico y religioso sin mayores cuestionamientos. De hecho el mayor análisis de esta mitología occidental lo hicieron los aristócratas de la Ilustración con el propósito de dar al Monarca reinante más tiempo y oportunidad de disfrutar los placeres malsanos de la vida, mientras ellos creaban un complejo sistema burocrático para controlar los problemas de quiénes eran de mediano o bajo nivel social.
Ahora mismo se ha revivido la vigencia de ese mito de la democracia en los procesos electorales presidenciales de los Estados Unidos, donde hace unos días se realizó un proceso de votación de un pequeño sector de la sociedad estadounidense y con una diferencia mínima se ha legalizado el puesto de Presidente para Donald Trump, un psicópata, narcisista, egocéntrico, xenófobo y sin cultura alguna que no solo representa un gran peligro para la paz y la libertad de los estadounidenses, sino que ya está generando una crisis mundial de proporciones descomunales.
Resulta incomprensible que aún subsista el obsoleto criterio de una democracia representativa que conserva el modelo de hace más de 200 años, cuando Estados Unidos era una sociedad rural y sólo existían de hecho dos corrientes políticas, las de los primeros colonizadores que vinieron de Escocia y Reino Unido y se habían apropiado del territorio nacional despojando a los aborígenes de todos sus derechos y la sociedad entre cuáqueros y francmasones que empezaron a desplazarlos del poder basados en el mito de que su Dios del dinero les había concedido el privilegio de señalar al mundo el verdadero camino para ingresar al mundo de la libertad, la igualdad y la fraternidad que había sido descubierto por los genios de la Ilustración durante la Revolución Francesa.
Aunque el aparato burocrático, el sistema judicial, el complejo bélico, el de inteligencia y la red de grandes empresas trasnacionales en el mundo de las finanzas, la comunicación y la economía productiva están tratando de controlar a Trump o por lo menos acotarlo en ciertas áreas fundamentales como la jurídica, la de inteligencia y la bélica, lo cierto es que este individuo posee la misma forma de pensar de una gran cantidad de estadounidenses y de europeos, por lo que será muy difícil evitar que origine de inmediato un período de inestabilidad en todo el mundo que ayudará mucho a China a tomar el liderazgo total del nuevo orden mundial, no solo en el aspecto financiero, sino en el comercio global, en la economía y en todos los órdenes de la geopolítica.
Adenda: Si los opositores demócratas y las grandes fuerzas solapadas de los multimillonarios de Davos permanecen en silencio como hasta ahora, nada impedirá que Trump instale a los principales ‘halcones’, personajes conservadores de ultraderecha y gran número de sus familiares y amigos en los principales puestos de la Presidencia para iniciar de inmediato una especie de golpe de Estado bajo condiciones legales que causará un daño de enormes dimensiones a la economía de los Estados Unidos y de todo el mundo occidental, ya que su idea es tomar todo el crédito del Estado que sea posible para inyectarlo a las grandes empresas que supuestamente crearían empleos para una gran cantidad de personas de la clase media norteamericana y la economía crecería a los niveles de los años cincuentas y sesentas.
Si no se logra controlar a Trump, su principal proyecto de privatizar la economía norteamericana se cumpliría y sus efectos desastrosos se empezarían a percibir hasta después de un par de años cuando las empresas tengan que pagar sus deudas y estén en crisis total.