La Caída de Dos Imperios: Roma y EUA

Según las versiones tradicionales de la historia existen muchas coincidencias entre la caída de Roma y la de Estados Unidos, cuyo inicio apenas ahora es reconocido por algunas potencias del mundo. Roma alcanzó su punto más alto en el año 107 dC, cuando Trajano completó la conquista de Dacia que ahora es Rumanía. Aunque en ese momento alcanzó su punto máximo en el tamaño de su territorio, mucho tiempo antes lo había alcanzado en otros aspectos.

Si se compara a Roma con EUA se puede observar que este nuevo imperio alcanzó su mayor peso mundial en los años 50’s del siglo pasado, cuando generaba el 50% del PIB mundial y fabricaba el 80% del total de vehículos. Mientras que ahora solo es el 21% del PIB mundial y fabrica sólo el 5% de vehículos en el mundo. En los años 50’s EUA poseía 2/3 de las reservas mundiales de oro y ahora solo 1/4 . También en esa época EUA era el mayor acreedor del mundo y ahora es el mayor deudor por amplio margen.

El ingreso del estadounidense promedio era entonces el más alto del mundo y ahora ocupa el octavo lugar, mientras va en descenso. Pero no solo caen los ingresos en los Estados Unidos, sino que lo mismo sucede con todos los países de la civilización occidental. Algo similar a lo que existía en Europa en 1910 cuando controlaba a casi todo el mundo económica y militarmente. Aunque ahora está mucho más abajo que los Estados Unidos.

Según la historia tradicional, Roma había sido fundada por los refugiados que huyeron de Troya y al igual que los Estados Unidos había sido gobernada por reyes. Más tarde los romanos se hicieron autónomos mediante varias Asambleas y un Senado. Luego el poder recayó en un Poder Ejecutivo central e igual sucedió con los Estados Unidos.

Los fundadores de EUA tomaron el modelo de Roma, desde la arquitectura de los edificios públicos, el uso del águila como el ave nacional, los lemas latinos y el hacha rodeada de barras como un símbolo del poder del Estado. Asimismo, la destreza militar está en el centro de la identidad nacional desde 1776, cuando Eduard Gibbon publicó su libro titulado ‘La Decadencia y la Caída del Imperio Romano’ y ese mismo año Adam Smith escribió ‘La Riqueza de las Naciones’ y la ‘Declaración de Independencia de los Estados Unidos’.

Al margen de los historiadores y de los dos grandes escritores mencionados, se podría decir que el Imperio de EUA, al igual que el de Roma tenía muchos aspectos positivos, pero había más cosas malas que buenas, como su actitud ante el comercio, el militarismo, su gobierno centralizado y un totalitarismo que creció después de la llegada de César al poder máximo.

Por lo que vale la pena pensar si el colapso de los Estados Unidos en estos momentos pudiera ser un evento negativo para el resto del mundo. Aunque fueron múltiples las razones para la caída de Roma, la mayoría son redundantes, más existen algunas de gran sentido común como la pérdida de la moral y la corrupción.

Sin embargo, la lista de Gibbon solo señalaba dos causas, una interna y otra externa: el cristianismo y las invasiones de los bárbaros. Gibbon solo sondeó cuidadosamente a los cristianos hasta el siglo IV, cuando apareció Carlo Magno dirigiendo el escenario político y religioso de la Europa Medieval.

Si se compara la historia de Roma desde su fundación por Rómulo y Remo en el 753 aC, esa historia choca con la de Eneas y los refugiados troyanos de Virgilio hasta el fin del Imperio Occidental en el 476 dC, cuando Rómulo Augústulo fue depuesto por un general germánico de nombre Odoacro que estaba al mando de un ejército de mercenarios germánicos que no tenían ninguna lealtad a Roma. Lo cual es muy parecido a la historia de los Estados Unidos en los últimos doscientos años: primero la conquista y expansión, luego el predominio mundial y finalmente el inicio de la caída.

Aunque la República de Roma cayó en el 31aC, con la adhesión de Augusto y el inicio del Principado, casi se desintegró a mediados del siglo II en un período de guerra civil permanente y con el inicio de importantes incursiones bárbaras, así como la destrucción del denario que era la moneda oficial de plata de Roma. También se podría decir que el Imperio no colapsó sino hasta fines de los años 600, cuando el Islam conquistó al Medio Oriente y al Norte de Africa cortando el comercio en el Mediterráneo. O quizá dicho fin podría señalarse en el año 1453, cuando cayeron Constantinopla y el Imperio de Oriente. Aunque no puede descartarse el pensar que el Imperio siga vivo hoy en la forma de la Iglesia Católica con el Papa dirigiendo lo que queda del Imperio desde un pequeño territorio.

En el caso de los EUA se puede afirmar que su Imperio se inició con Roosevelt en 1933 cuando fue ungido como Presidente y ha reinado, tal como lo hizo César Augusto con el Senado. De ahí, al igual que Roma se pasó al período de la ‘dominación’ que fue cuando el emperador se convirtió en un monarca absoluto. Ese cambió ocurrió en Roma cuando Diocleciano ascendió al poder en el 284 y luego Constantino en el 306. Entonces, el emperador ya no quiso ser igual a los demás líderes de la ‘cristocracia’ y fue tratado como un rey de Oriente.

Eso mismo pasa ahora en los EUA, aunque se esté lejos de alcanzar el punto final, debido a que el Presidente cuenta con gran cantidad de guardias e instituciones a su servicio. Conviene recordar que Truman fue el último presidente de la historia que osó pasear informalmente en las calles del DC como si fuera un ciudadano común mientras estuvo en el cargo. Más no lo hizo por modestia, sino porque se sentía un ser omnipotente.

Actualmente, tanto el Senado, como los cónsules y las tribunas con sus vetos se han convertido en anacronismos, al igual que las instituciones oficiales. Algo similar a lo ocurrido en Roma a partir del emperador Claudio en el 41dC, cuando los ‘pretorianos’ establecidos por Augusto mostraron que ellos solos podían designar al emperador. Hoy en día, el equivalente a esos ‘pretorianos’ en EUA son la NSA, la CIA, el FBI y el Pentágono.

Adenda: Ahora mismo se recuerda que la guerra siempre ha sido la esencia del Estado Norteamericano, del mismo modo que se esperaba esa mentalidad bélica en todos los emperadores romanos. También se recuerda en el presente que lo mismo ha sucedido con los más grandes presidentes de los Estados Unidos, como Lincoln, Wilson y Franklin D. Roosevelt. A quiénes se podrían añadir con un poco de humor negro a Baby Bush, a Obama y a Trump para que Wall Street piense que el mundo entero no se ha enterado que son ellos quienes aún gobiernan al mundo.