El discurso de John Kerry ante la OEA en el pasado mes de noviembre intentaba comunicar de manera oficial que el gobierno de los Estados Unidos, encabezado por Obama se retiraba por completo de todo tipo de intervenciones y prevenciones bélicas unilaterales en todas las regiones del mundo actual. Sin mencionar que el verdadero origen de esa decisión se debía a los enormes gastos bélicos de las últimas tres décadas que habían dejado en bancarrota a la la gran nación y Obama había dispuesto de gran parte de los ingresos fiscales para mantener en operación el Estado. Después del largo período de guerras transcontinentales en las últimas dos décadas el erario nacional estaba vacío y sin capacidad para seguir realizando las tradicionales y costosas guerras en lugares alejados de Norteamérica.
Quizá por el alto contenido de hipocresía en los discursos oficiales, los mismos destinatarios de este mensaje no pudieron interpretarlo de forma adecuada. Mientras la derecha lo consideraba como una ‘gira de disculpas’ para no actuar en las naciones donde había intervenido EUA en las décadas pasadas, la izquierda señalaba un mensaje de ‘palabras vacías’ y el centro político ni siquiera lo comentó. Pero el claro contenido de este mensaje de Obama es la desaparición total de la famosa Doctrina Monroe casi dos siglos después de que fue establecida por el entonces presidente de los Estados Unidos James Monroe (1823).
Aun cuando la denominada Doctrina Monroe no empezó a ejercerse en forma visible hasta el siglo 20 por los problemas internos y externos de los primeros gobernantes de los Estados Unidos, la famosa tesis de la política exterior norteamericana pudiera resumirse en cuatro puntos fundamentales:
1.- Los continentes americanos ya no podrán considerarse como campo de futuras colonizaciones para ninguna potencia europea.
2.- El sistema político de las potencias aliadas de Europa es esencialmente diferente al de los Estados Unidos que se opone a todo intento de extender su sistema a cualquier porción de territorio del Hemisferio Occidental y lo consideramos como peligroso para nuestra paz y seguridad.
3.- No nos hemos entrometido con las actuales colonias o dependencias de ninguna nación europea.
4.- Nunca hemos intervenido en las guerras de las potencias europeas sobre cuestiones concernientes a ellas ni se aviene a nuestra política hacerlo.
De esta forma los Estados Unidos daban la espalda a Europa y se otorgaban la libertad de extenderse por todo el Continente Americano. Al amparo de esta maleable doctrina los Estados Unidos podían aplicar políticas parecidas a las de las monarquías europeas de esos tiempos, extender su comercio exterior y su influencia anexando territorios y convirtiéndose en una gran potencia. El afán de expansión de los Estados Unidos nunca chocó con su creencia de que eran el país más puro y con mejores principios a todos los de Europa. Asimismo, no consideraban su expansión como parte de su política exterior cuando ya pudieron valerse de sus fuerzas bélicas para imponerse – inicialmente sobre México y Texas – con la conciencia tranquila. En resumen, la política exterior de los Estados Unidos consistía en no tener política exterior.
La primera aplicación clara de la Doctrina Monroe fue la anexión de Texas a los Estados Unidos. Polk fue el primer presidente que apeló a los principios de Monroe dándoles ese nombre. Justificó la apropiación utilizando como argumento el peligro de que el ‘Estado independiente’ de Texas – que pertenecía a México – se aliara y se convirtiera en la dependencia de una nación extranjera más poderosa que ellos y se convirtiese en una amenaza para la seguridad norteamericana. No obstante, Polk adoptó una actitud muy diferente en relación a los eventos en la desembocadura del Río de la Plata donde una alianza entre Francia y Gran Bretaña había establecido un plan para una intervención armada. Polk hizo entonces una distinción entre una intervención europea, cuyo objetivo era una expansión territorial y la que atentaba contra la soberanía de un Estado americano.
Con esa distinción Polk limitaba el campo de aplicación de la Doctrina Monroe a las regiones donde los Estados Unidos poseían intereses vitales. Esto explica porqué a lo largo del siglo 19 hubo muchas contravenciones a la Doctrina Monroe que suscitaron poca o ninguna reacción de los Estados Unidos, a pesar de que hubieron muchos casos de naciones débiles solicitando su intervención invocando esa supuesta Doctrina. Como ejemplos claros de la maleabilidad de esa falsa doctrina están las colonizaciones de la Gran Bretaña en Belice en 1830, en las islas de Bahía en 1840-41 y 52, además de las islas Malvinas en 1833. Se pueden agregar la intervención de Inglaterra y Francia en la región del Río de la Plata y cuando Francia ocupó Veracruz en 1838. También quedaron sin respuesta de los Estados Unidos la intervención francesa en México a partir de 1862 hasta el fusilamiento del emperador Maximiliano en 1867 y la ocupación de la tierra dominicana por los españoles en 1861.
Durante la Guerra de Secesión Estados Unidos interrumpió su interés expansionista pero no por mucho tiempo. En 1868 el presidente Andrew Johnson reinició la expansión con la compra de Alaska al zar de Rusia. A partir de la década de 1880 el crecimiento vertiginoso del capitalismo norteamericano propició que las élites dirigentes empezaran a interpretar la Doctrina Monroe como una clara expresión del ‘Destino Manifiesto’ de su mitología francmasónica que señalaba a los Estados Unidos como protector y controlador de las naciones más débiles. La discrecionalidad de la Doctrina Monroe combinada con el crecimiento del poder bélico norteamericano permitió que desde entonces cada presidente en turno la ajustase a sus políticas circunstanciales durante casi dos siglos.
Adenda.- Aun cuando está muy claro que los Estados Unidos se retiran oficialmente del viejo negocio de las guerras transcontinentales por estar en bancarrota, eso no significa que no aprovecharán cualquier oportunidad los mercenarios del Pentágono para reiniciar el negocio más rentable y más cruento que ha existido en el Planeta a partir de la finalización de la Segunda Guerra Mundial. Lo único que acabaría con todas las posibilidades de los ‘halcones’ sería que China exigiese a los Estados Unidos el pago inmediato de sus adeudos.
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