Gran parte de mi vida la he dedicado a buscar el origen genético y memético de la personalidad de los mexicanos que surgió durante los años de la Colonia y de su transformación tras los innumerables eventos de violencia interna y externa de los últimos doscientos años. La metodología empleada en este breve estudio ha sido la de la ‘mitología comparada’ creada por Joseph Campbell y divulgada al público en los años ochentas. Ha sido aplicada preferentemente en las actividades artísticas de toda índole, con un acento específico en la arquitectura y en las artes plásticas, donde la comunicación entre las personas se realiza sin intervención del lenguaje oral y escrito.
Durante mi permanente deambular en el espacio de las grandes culturas autóctonas de México, principalmente la purembe y la mixteco – zapoteca, no he podido encontrar un solo remanente de la edad mítica de la mente indígena que correspondió a esas civilizaciones, sino un proceso de adaptación de sus mentes colectivas a las estructuras de las artes occidentales que les impusieron los colonizadores. Mientras que de la cultura mixteco zapoteca apenas subsisten sus visiones rectangulares del espacio en un solo plano y el expresionismo precoz en sus imágenes de seres vivientes; de los purépechas no quedó nada de su cultura original, sino una selección de los elementos mudéjar que extrajeron de los alfices que caracterizaron a la arquitectura plateresca de los primeros colonizadores agustinos que llegaron a esa región.
Durante el posterior período barroco, la mente colectiva del mexicano de todas las regiones del País no realizó un proceso de selección de lo que gustaba y apreciaba de este nuevo género arquitectónico como sucedió con el estilo plateresco, sino que sin distingo de etnias y regiones fue aceptado incondicionalmente y sus recreaciones y adaptaciones regionales fueron múltiples y maravillosas. Sobre todo cuando el barroco salomónico fue desplazado rápidamente por el churrigueresco, al instalarse en la Catedral de México y en el Colegio de San Ildefonso dos de los más grandes discípulos de Benito de Churriguera, donde se crearon las primeras obras churriguerescas en el Nuevo Continente. Puede decirse que este último estilo inspirado en la pilastra estípite, el mixtilíneo de sus formas exteriores y los claroscuros de las decoraciones coincidían con los más avanzados intentos de los indígenas mexicanos en busca del espacio tridimensional que nunca habían alanzado con sus métodos propios.
Al mismo tiempo, basándome en mi origen regiomontano y en la convivencia que he tenido con la cultura norteamericana, he tratado de entender la naturaleza dependiente de los mexicanos, quiénes siempre han buscado un liderazgo alternativo que proceda del exterior y una estructura institucional ideada en otras regiones, sin tratar de construir una nación autónoma, tal como ha sucedido con otras naciones que también fueron colonizadas por Occidente pero que han construido sus normatividades y sus instituciones inspirados en sus propias realidades míticas, étnicas, sociales, políticas y culturales. Quizá por proclividad malinchista o por simple influencia geográfica, los regiomontanos y la ciudad de Monterrey han sido a través de la historia, la principal vía de acceso de la cultura norteamericana a territorio mexicano y sus paradigmas culturales han formado parte de la visión del mundo de la gran mayoría de los regiomontanos que al apoderarse de las principales instituciones de educación superior actuales han hecho cundir esta visión del mundo a casi dos generaciones de mexicanos.
El propósito fundamental de presentar al público esta breve serie de relatos y ensayos que pretenden sustentar esta nueva metodología y esta hipótesis sobre el malinchismo y la incapacidad de liderar del carácter del mexicano es el de aportar un poco de pensamiento crítico al estudio de la mitología, las artes y el pensamiento colectivo, así como tratar de diversificar los criterios oficiales sobre la cultura mexicana, impulsar la autonomía del pensamiento colectivo del mexicano que lo ha conducido a ser siempre una nación sojuzgada y señalar la inoperancia de la cultura colectiva estadounidense cuando se aplica en una nación con una genómica y una memética totalmente diferentes a la de los anglosajones que fundaron la nación norteamericana.
* Este texto es el prefacio de un libro de ensayos y relatos que será publicado próximamente.
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