Cuando por primera vez apareció en tercera dimensión la belleza incomparable del cuerpo femenino desnudo, tocando la tierra con sus delicados pies y esbozando sus variadas emociones en los bellos óleos de Masaccio y de Masolino sobre el Paraíso Terrenal de Adán y Eva que aún perviven en un altar secundario de la Iglesia de Santa María Carmine, situada en el lado norte del Río Arno, en Florencia, el ser humano de esa época no lograba percibir que había surgido una nueva y maravillosa forma de ver el mundo real en el que vivía.
La visión del mundo de esa época era en solo dos dimensiones, por lo que se desdeñó el descubrimiento que había acontecido en esta capilla durante casi cien años, hasta que Miguel Angel creó el espacio increíble de la Capilla Sixtina que fue reconocida por todo el mundo Occidental y se dieron cuenta de que la tercera dimensión no había sido su invención, sino del joven genio Masolino, discípulo de Masaccio. No obstante, los ricos florentinos de esa época apenas invirtieron unos cuantos millones en restaurar la vieja y austera estructura románica de Santa María Carmine y crearon a medias una Iglesia Gótica en su interior, pero no movieron sus negocios de arte, de modas, ni de finanzas que mantuvieron en el centro histórico de Florencia hasta los días actuales.
De hecho, los ricos florentinos no pusieron ninguna de sus empresas en esa área, donde a unos cuantos pasos existe otra vieja capilla románica llamada Santa Croce que también fue convertida en una iglesia gótica y está frente a una gran plaza que se emplea en espectáculos fútiles y en albergar a una serie de restaurantes que con escasas excepciones son de mala calidad, servicio y altos precios. Esto facilita el negocio del turismo, el gastronómico y el de venta de supuestos artículos de arte y de artesanías que dan espacio a la clase media y baja de Florencia, manteniéndolos muy contentos. Mientras tanto, los hoteles de lujo y las tiendas de mercancías de lujo, de joyas y objetos carísimos siguen teniendo gran éxito y continúan viviendo en el viejo centro de Florencia en un espacio muy seguro, donde no hay asaltos y los robos solo suceden hacia el área de los mercados y de las tiendas para la clase media y pobre.
La razón por la cual menciono ahora mismo este caso de la Capilla de Santa María Carmine en Florencia, es debido a que, al igual que entonces, la sociedad de esa época vivía inmersa en los mitos religiosos, políticos y domésticos que solo les permitían sobrevivir en condiciones difíciles, por lo que acataban los reglamentos o las formas legales que les imponían sus amos cuando se vivía en una sociedad feudal, donde los grandes señores eran dueños de todos los poderes del individuo y del Estado.
Ahora mismo, cuando todo el mundo presente sufre una crisis sin precedentes, con serios problemas de seguridad, una grave crisis migratoria, y ya no existe un orden mundial claro que separe los buenos de los malos, surge un conflicto enorme en el ser humano. La gran mayoría de los países que llegaron a construir una nación o región del mundo autosuficiente sienten la necesidad de comunicárselo al resto del mundo, pero sobre todo con la idea de retroalimentarse en su paranoia, en su xenofobia y con la idea de que existe algo en realidad que justifique sus vidas inútiles y narcisistas.
En pocas palabras, en medio de esta crisis global, solo puede pensarse que tendrá que surgir un ‘nuevo renacimiento’ que le dé nueva vida al deteriorado ser humano del mundo actual que en los últimos siglos ha vivido inspirado en mitos falsos o en narrativas que no conducen a ningún lado. En aquella época del siglo XV se inició toda la realidad que ha vivido el ser humano en los últimos quinientos años, desde las primeras fotografías, el mundo del cine, la televisión, el negocio de las guerras trasnacionales y todos los desarrollos digitales que nos ubican en el presente.
Adenda: Por fortuna, todos los personajes públicos del mundo presente y los complejos conflictos geopolíticos existentes indican que el fin de esta época está cercana. Y que las naciones que causaron la muerte de millones de personas inocentes, como son los casos de Alemania, Japón, y los Estados Unidos no son capaces de admitir sus crímenes.
No obstante, el ser humano del renacimiento digital tendrá menos violencia, controlará sus emociones, su familia será más pequeña y quizá ya no tendrá activas las sinapsis neuronales que le permitan disfrutar la belleza insólita de un cuerpo femenino desnudo como lo vio el joven Masolino en 1427, pero no hay duda de que encontrará una nueva dimensión de la belleza.