Se supone que la democracia es la participación de todos los ciudadanos en un estado moderno, con la excepción de la toma de decisiones. Pero a lo que más ha llegado es a lograr el aval de los que logran la mayoría. Ya que en la democracia decide una minoría con el aval de una mayoría y con la posibilidad de que todos participen. A los participantes que logran el aval mayoritario les dan el privilegio de ser una minoría con cierto poder, hasta poderse convertir en oposición.
Los esclavistas griegos patentaron dicho mecanismo con la exclusión de los esclavos y de las mujeres para tratar de resolver los problemas internos de las minorías. Ya con la democracia capitalista se mejoró el mito original y se convirtió en un derecho que se podía exigir, sobre todo por los excluidos y por quiénes se sentían afectados. Pero el mito sigue siendo un instrumento muy funcional de la élite para controlar al Estado y con la apariencia de que no son ellos quienes dominan.
Por otra parte, este mito no interesa ni a la derecha, ni a la ultraderecha política y aún menos a la izquierda que no ha podido construir una democracia efectiva, en la denominada democracia social, ya que ésta tiende a actuar en el campo de las decisiones, igual que la democracia tradicional.
Quizá sea porque la democracia nunca ha dejado de ser una utopía que no se puede realizar o porque la democracia es un mecanismo muy peligroso para la toma de decisiones en manos de una mayoría ignorante que no puede reconocer sus propios intereses.
Al igual que la fe, la democracia es muy manipulada y todo el mundo pretende hablar en su nombre. Lo cierto es que hasta ahora no ha podido dar el paso al gobierno de quiénes son mejores y en muchos casos ha propiciado el gobierno de quiénes son los peores de un grupo social determinado.
Adenda: A pesar de los muchos avances de la ciencia y de la tecnología y del indudable desarrollo de la sociedad humana, los mitos permanecen tan sólidos como fueron en el inicio del género humano.