Han sido muchos los economistas y los historiadores que han escrito sobre el desarrollo de la economía china desde los años 30’s del siglo XX, pero ninguno lo ha hecho con tanta pasión y agudeza que Maurice Meisner, profesor de historia de la Universidad de Wisconsin en Madison, quién trató de seguir el proceso político y social de China con grandes esfuerzos, ya que era un problema político muy áspero y había una gran distancia física y lingüística para estudiar el proceso a fondo. Por lo que intentaré hacer una breve síntesis de los trabajos de Meisner que tenía tanta pasión por sus temas que escribía sus estudios científicos en una prosa casi poética.
Según Meisner, en el año de 1978, cuando el primer ministro chino Deng Xiaoping formuló sus programas de reformas de mercado no tenía como propósito crear una economía capitalista, ya que él era comunista desde que tenía 20 años cuando era estudiante en Francia. Había ingresado al PCCh (Partido Comunista Chino) desde 1924, de modo que en 1978 aún creía que China sería socialista tarde o temprano, pero no se oponía a utilizar los medios del mercado capitalista para lograr los objetivos socialistas. Pero tenía muy claro que su principal propósito era generar un rápido desarrollo económico utilizando los medios disponibles y así construir la base material para el socialismo.
Si el poder político de China se conservaba en manos del PCCh, Deng suponía que el socialismo surgiría del mismo desarrollo de las fuerzas productivas existentes. No obstante, la historia no fue como Deng la previó, sino que sucedió el proceso de desarrollo capitalista más masivo de la historia contemporánea. Para mediados de los 90’s ya habían sido establecidos los principales aspectos de una economía capitalista y la obtención de ganancia fue considerada como el principal criterio para juzgar el éxito de todas las empresas económicas. En segundo lugar, China se integró a la economía capitalista global y se sujetó a la normatividad existente. Luego construyó un enorme mercado de trabajo, en gran parte por la proletarización de cientos de millones de campesinos que fueron forzados a salir de sus tierras por su privatización y finalmente vinieron los reformadores post-maoístas creando ‘de facto’ un sistema de propiedad privada para los medios de producción, primero en el campo y luego en las empresas urbanas y en las propiedades inmobiliarias.
En los años 40’s Mao Zedong decía que los objetivos principales de la Revolucion Comunista eran destruir a los terratenientes feudales que controlaban el campo y luego a la burguesía burocrática de las ciudades. No buscaba eliminar al capitalismo que según él duraría mucho tiempo más sirviendo a las necesidades del desarrollo económico nacional. Treinta años después el Estado comunista crearía una burguesía burocrática junto al capitalismo.
Los altos dirigentes chinos post-maoístas aceptaron desde un principio que una economía de mercado presuponía una burguesía de ‘empresarios socialistas’. Pero la burguesía de la China moderna fue siempre una clase pequeña y débil que había sido destruida hacia fines de los 50’s y su gran mayoría se había ido de China en 1949, dejando abandonadas a sus empresas que fueron nacionalizadas por el nuevo régimen. Entonces, las industrias y otros negocios de los burgueses que se quedaron en China fueron expropiados o comprados por el nuevo Estado comunista. De modo que al final del período maoísta en 1976 solo quedaba un pequeño grupo de ancianos jubilados que cobraban modestos dividendos de los bonos estatales.
En los 80’s se creó una burguesía funcional y se cubrieron los requisitos básicos sociales e institucionales para crear una economía capitalista. Al mismo tiempo, ese capitalismo se reforzó ideológicamente por el naciente ‘neoliberalismo’ y se inició una creencia – casi mística – en la ‘magia’ del mercado. Los economistas chinos que habían estudiado en las escuelas de negocios de los países industrializados de Occidente comenzaron a imitar a sus homólogos. A tal grado llegó el neoliberalismo en China, que Milton Friedman, el gurú del libre mercado en EUA visitó China y dio conferencias neoliberalistas de gran éxito y audiencia entre 1980 y 1988.
Durante las tres décadas posteriores a 1978 y sobre las bases de una importante estructura industrial que se había construido en los últimos 25 años del siglo XX, el PIB chino creció a un promedio anual del 9%, una cifra sin precedentes en la historia contemporánea. Decía Meisner que eso hacía recordar el asombro de Marx con Inglaterra en el siglo XIX cuando decía que la burguesía ‘había creado fuerza productivas más masivas y colosales que todas las generaciones precedentes juntas debido a la sujeción de las fuerzas de la naturaleza al hombre, la maquinaria, la aplicación de la química a las industrias, la agricultura, la navegación a vapor, los ferrocarriles, los telégrafos eléctricos, la preparación para el cultivo de continentes enteros, la canalización de ríos y el envío de poblaciones enteras fuera de sus tierras’. Pero nadie desde el siglo anterior había presentido que semejantes fuerzas productivas dormían en el regazo del trabajo social.
Aunque Marx celebraba la enorme capacidad de las fuerzas del capitalismo, al mismo tiempo condenaba su destructividad social y los enormes costos humanos que ocasionaban las ingobernables fuerzas económicas del capitalismo. En el caso de China los poderes ‘subterráneos’ de los informadores de mercado del PCCh son ahora evidentes. Ya que cientos de millones de campesinos han sido expulsados de las tierras que explotaban, convirtiéndose en una gran ‘población flotante’ de trabajadores que buscan trabajos temporales en la construcción o como sirvientes en las ciudades y pueblos. Quiénes permanecen en el campo son explotados por los funcionarios locales que son corruptos, mientras que en las grandes ciudades lo nuevos ricos presumen de sus riquezas e imitan a sus homólogos occidentales. Al mismo tiempo, la clase obrera urbana sufre la erosión de su tradicional seguridad de empleo y de sus beneficios sociales.
Existen, por lo tanto, observadores extranjeros que simpatizan con el rol del Estado en China y consideran a su ‘economía socialista de mercado’ a la mitad del camino entre el capitalismo y el socialismo. Pero existe una mayoría que dudan del capitalismo chino y se centran en el papel del Estado comunista para tratar de comprender su dimensión real y su probable tendencia en el futuro inmediato.