El Capitalismo Chino (Parte 2)

 

El status de la situación socio-política post-maoísta ha ayudado mucho en el desarrollo económico y conforma un régimen que podría denominarse de ‘capitalismo burocrático’, donde el poder político se emplea para acumular riqueza privada por métodos capitalistas de actividad económica. Este método no es nuevo, ya que es similar al que se utiliza para obtener beneficios en la economía capitalista, donde se incluyen los países más avanzados que se presentan como líderes del ‘mercado libre’ y con frecuencia una carrera gubernamental es el antecedente de otra carrera más lucrativa en una empresa capitalista que usualmente está relacionada con el aparato estatal. Lo mismo que ocurre con las empresas de mercenarios auspiciadas por el Pentágono, con los fabricantes de armas de la Unión Soviética y con los empresarios transnacionales de la mayoría de las naciones del mundo.

 

Sin que aún se comprenda la causa fundamental, el capitalismo burocrático de la China actual está asociado a tasas de crecimiento muy altas de modo que han transformado a ese País en una especie de laboratorio económico del mundo, similar al que generó Inglaterra en el siglo XIX. Actualmente sorprende mucho el ritmo y la escala del avance económico de China, ya que su red eléctrica avanza cada año más que la producción de electricidad en toda Inglaterra. En el más reciente Congreso Internacional de los Pueblos realizado en Pekín, el Primer Ministro chino anunció un programa de modernización en la industria siderúrgica señalando que las viejas plantas que serán reemplazadas por nuevas, tendrán más capacidad productiva que todas las siderúrgicas de Alemania juntas.

 

Hasta la fecha no se comprende porqué el período nacionalista del capitalismo burocrático ocasionó un estancamiento económico, mientras que un sistema socio-político similar al de la China post-maoísta ha logrado un crecimiento económico sin precedentes. Según la mayoría de los expertos economistas del mundo, el análisis de este fenómeno debería centrarse en las diferencias entre las sociedades chinas anteriores y las posteriores a la revolución comunista. Y quizá se debiera tomar en cuenta también a la revolución burguesa de 1949.

 

El régimen nacionalista de Chiang Kai-Shek, además de sus peculiares defectos internos se encontró con el contexto histórico muy desfavorable de un sistema feudal de propietarios terratenientes que despilfarraban capital, además de contar con un sistema político arcaico que había sido jaqueado por los señores de la guerra separatista. Era China entonces un país fragmentado por el imperialismo extranjero y una débil burguesía que dependía del capital extranjero. De modo que los esfuerzos nacionalistas del régimen y sus medios eran muy limitados y por lo tanto muy débiles para afrontar el problema del crecimiento económico.

 

Por otra parte y en forma paradójica, durante los años 50’s el régimen comunista chino realizó las tareas esenciales de una revolución burguesa, aunque sin su componente democrático, ya que los comunistas unificaron a un País que había estado desintegrado durante largo tiempo, se liberaron de las fuerzas imperialistas y establecieron un gobierno duro pero muy eficaz. Creando las bases para un Estado-nación autónomo con un mercado nacional.

 

Fue entonces destruida la clase parasitaria de los aristócratas feudales con la reforma agraria entre 1950 y 1952, mientras se canalizaba el capital agrario excedente para financiar un programa de industrialización rápida impulsado por el Estado. Además se lograron increíbles avances en alfabetización, atención médica y educación, generando una fuerza laboral moderna y capaz. En resumen, el gobierno de Mao creó en su primera década las condiciones esenciales para un proceso de rápido desarrollo capitalista que se ha reafirmado durante las últimas tres décadas.

 

El increíble fenómeno del ascenso económico de China no ha sido solo el resultado de las reformas de mercado realizadas por Deng Xiaoping y de sus actuales sucesores, sino que también se debe en alto grado a los logros de la burguesía en la revolución de 1949. Se podría concluir que la herencia real de esa revolución no fue el socialismo que aún celebran en Pekin, sino el ultramoderno objetivo nacionalista de trasmitir al Estado-nación todo el poder y toda la riqueza.

 

Este proceso político contundente y sin grandes aristas se ha podido llevar a cabo debido a que en los altos niveles de la burocracia política de China ha predominado una conciencia moral y un patriotismo que han facilitado el desarrollo de una autocracia que tiene además todos los tintes mitológicos, ideológicos y culturales posibles, donde van desapareciendo los rasgos mesiánicos, xenofóbicos y de violencia que han caracterizado a la sociedad humana de todos los tiempos. Se vive una nueva era de la sociedad donde el mundo digital está morigerando las emociones y los sentimientos más peligrosos del ser humano y lo conduce hacia una convivencia más pacífica y más alegre.

 

Adenda: Para dar una idea del rechazo a la violencia en esta nueva era solo quisiera mencionar el asunto de la devaluación de la moneda china en días pasados. Aunque algunos países –como Japón, Inglaterra y Alemania – trataron de formular una especie de apocalipsis financiera, el ex presidente del Departamento del Tesoro de USA, Ben Bernanke se limitó a decir que el proceso de devaluación del yuan era necesario, ya que China desea que su moneda sea utilizada como instrumento de cambio en todo el mundo, por lo que tiene que aceptar las regulaciones que impone el FMI. Por lo que en todo caso, lo que podría suceder es que el Departamento del Tesoro difiera el aumento de las tasas de interés en sus reservas para el año entrante.