El auge regiomontano (50´s y 60´s)

Muy cerca de la casa-bazar donde había nacido Adrián en la Calzada Madero se encontraban los enormes portones de acceso a la Maestranza, una siderúrgica instalada en Monterrey por ricos empresarios regiomontanos a principios del siglo 20 que luego pasó a manos del inversionista español Carlos Prieto y de un grupo sindical de izquierdas que ahí se había establecido. También muy cerca de su casa estaban las instalaciones de las empresas vidrieras propiedad de una familia de capitalistas regiomontanos y un poco más lejos, hacia el noroeste de la ciudad estaban las instalaciones del grupo cervecero Cuauhtémoc y Famosa que pertenecía a una familia de regiomontanos egresados de universidades estadounidenses quiénes lograron el control y el éxito de la cervecería original que se había iniciado desde el siglo 19, tras una larga trayectoria de aciertos y fracasos que duraron decenas de años. Desde los años cuarentas, el control de la Cervecería pasó a mano de los hermanos Garza Sada, herederos de Isaac Garza quién fue uno de sus socios fundadores en el siglo 19 y de quién se han elaborado numerosas historias cruentas y conspirativas.

La planta cervecera construida con ladrillo rojo estaba custodiada por una diversidad de empresas subsidiarias que producían malta, cartón, corcholatas, envases de vidrio para cerveza, diseños gráficos, una planta de vapor generadora de energía eléctrica y gran cantidad de industrias conectadas con el ramo cervecero. El principal socio dirigente de esta empresa, Eugenio Garza Sada, además de implementar fórmulas de organización, administración y manejo laboral similares a los de las grandes empresas estadounidenses, añadió generosas prestaciones sociales, como el financiamiento de sus viviendas, el servicio médico, las becas estudiantiles y una gran variedad de instalaciones y de parques semi públicos en las que se procuraba la unidad familiar con la diversión sana de los deportes mientras se impulsaba una visión particular de la doctrina eclesial católica.

En los hechos, todos estos conceptos laborales y de bienestar social condujeron a la integración de una cofradía de trabajadores hiperactivos y fieles a sus empresas que se convirtieron en un blindaje natural contra los organismos sindicales nacionales y el IMSS, bajo los cuáles se habían construido la mayoría de las instituciones burocráticas nacionales y operaban la mayoría de las grandes empresas de México. Con una planta de trabajadores hábilmente cooptados, los magníficos resultados económicos de estas empresas regiomontanas los llevaron pronto a constituirse en un verdadero paradigma de la industria nacional y a la obtención de grandes riquezas que los conducirían a otros campos industriales y de servicios en los que eventualmente fracasarían en las siguientes décadas. Esos fueron los casos de las diversas instituciones bancarias y de valores que intentaron controlar los familiares de los Garza Sada, la enorme planta siderúrgica de ‘fierro esponja’ conocida como Hylsa, las inversiones inmobiliarias en Manzanillo y muchos otros fracasos palmarios en el sector de servicios.

Como una especie de homenaje a la visión de las universidades estadounidenses que les habían permitido triunfar en México de forma tan original y abrumadora, los principales socios de la Cervecería empezaron a construir el ITESM (Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey) desde los años cuarenta, aun cuando fue hasta los años cincuentas y sesentas cuando se consolidó plenamente y alcanzó un prestigio nacional.

Como México es un país donde predominan los memes malinchistas, la visión del mundo de las universidades estadounidenses pronto fue aceptada en todo el País, la mayoría de los criterios humanistas de la enseñanza universitaria que provenían de Francia fueron poco a poco desechados y la gran mayoría de las clases medias mexicanas empezó a enviar a las nuevas generaciones a estudiar en universidades y escuelas tecnológicas privadas con una visión del mundo mesiánica y paranoica del ‘destino manifiesto’ que ya había alcanzado sus mayores éxitos durante los años cincuentas y sesentas y ahora mismo está condenada al fracaso, ante una sociedad global, en la que su líder (los Estados Unidos) está hundido en una crisis final con pocas posibilidades de sobrevivir.

El gran auge de la industria regiomontana se inició durante los años cincuenta, cuando la generación de los ´baby boomers´ empezó a disfrutar de los grandes beneficios que les había dejado el triunfo total de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. Fue entonces que se ideó el Plan Marshall en el que los grandes empresarios estadounidenses recibieron el apoyo de su Gobierno para incursionar en los mercados internos de los países que habían quedado destruidos durante la Gran Guerra. Sus instalaciones productivas, sus campos de cultivo y pecuarios habían sido arrasados, mientras otro tanto sucedía con sus medios de comunicación, de transporte y con las instalaciones para generar cualquier tipo de energía.

Esta situación inédita de poder acceder a un mercado extranjero sin tener competidores y contando con el apoyo fiscal y financiero de su Gobierno, pronto convirtió a los empresarios estadounidenses en una fuerza económica y política dominante que asociada con el Pentágono se constituyó en el líder absoluto del mundo hasta los días actuales en los que parece tambalearse. Para fortuna de los estadounidenses, los demás países triunfadores de la guerra (Inglaterra y Francia) quedaron destruidos y en bancarrota, mientras que la Unión Soviética, cuyas fuerzas militares habían soportado la guerra mundial desde su inicio, no sólo fue la nación que perdió más población y sufrió más crueldades y hambrunas, sino que se enfrascó en una experiencia de socialismo real que en un par de décadas destruyó su economía y la hacienda del Estado cayó en bancarrota.

Aún cuando el gran auge de los industriales regiomontanos durante los años cincuentas y sesentas construyó, quizá sin saberlo, la principal puerta de entrada a los productos, la tecnología, la educación superior y los mitos estadounidenses, lo cierto es que durante los años setentas y ochentas se multiplicó la inversión de los Estados Unidos en México, pero en una proporción mucho mayor se dispararon las importaciones de sus productos y servicios. Fueron tan apátridas y malinchistas los gobiernos mexicanos de esas épocas y hasta el presente que permitieron el control por empresas extranjeras de los campos de cultivo y de la producción de alimentos básicos. Aun cuando la mayoría de las importaciones alimentarias de ese país correspondían a productos off grade (prohibidos por la FDA) o a inventarios obsoletos cuya normatividad ecológica prohibía desecharlos en territorios estadounidenses. Así fue como se construyó el México actual, en el que no se mueve un dedo de la política económica sin la aprobación del vecino gobierno norteamericano. Y en ocasiones, como ahora, el Jefe del Ejecutivo mexicano establece condiciones aún más severas para sus nacionales que los propios líderes estadounidenses.

No obstante, la mayoría de los mexicanos sigue pensando que los Estados Unidos, sus universidades y sus mitos son el ejemplo a seguir de quiénes aspiran a una vida mejor, sin renunciar a sus mitos culturales y a los conceptos y valores tradicionales de la iglesia católica. Esta insólita contradicción entre la racionalidad y los mitos de los regiomontanos malinchistas crearon grandes enigmas en la mente de la generación de los ‘baby boomers’ mexicanos que con esas ideas políticas y sociales han sido llevados a los peores momentos en la historia del fallido Estado mexicano.

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