Uno de los fenómenos sociales más notorios del presente es la creciente pérdida de la identidad nacional en función del desarrollo de la globalización y de la aparición simultánea del lenguaje digital que van eliminando las viejas fronteras territoriales de las naciones, sus mitos regionales, sus etnias y sus diversos idiomas. De tal forma que las nacionalidades se van convirtiendo en simples expresiones de los folklores nacionales. Mientras también desaparecen paulatinamente los símbolos remanentes de los poderes monárquicos y de los dueños de los bienes materiales quedando como siniestras tragicomedias de las épocas de la civilización humana cuando solo se respetaban los mandos de una etnia superior por mandato divino.
No obstante el crecimiento constante de la ciencia empírica, del pensamiento crítico y de los desequilibrios ecológicos cada día más visibles, los grandes poderes fácticos del mundo actual no dan su brazo a torcer y persisten en su proyecto de ir controlando la demografía mundial y eliminando a los individuos con menor capacidad para generar riqueza mediante el control de la normatividad legal en las naciones, de los medios para producir los alimentos básicos, de las fuentes de energía, de los sistemas educativos para crear gente sin ideas propias, de las drogas y fármacos más importantes y de los protocolos secretos de terapias para las enfermedades terminales.
Este fenómeno de desnacionalización ha tenido diversos abordajes en la historia moderna, de los cuáles he seleccionado dos: el del derecho internacional y el de la metodología sociológica. Los primeros estudios sobre el derecho a la nacionalidad lo realizó el teórico italiano en derecho internacional P.S. Mancini a mediados del siglo 19. Quien concluía en sus estudios que las relaciones diplomáticas y consulares deben ser utilizadas como instrumentos de coexistencia y cooperación entre los Estados y los organismos internacionales para regular las competencias de los Estados vinculados a un determinado territorio y a los espacios de interés internacional.
No contradice la similitud esencial entre las personas del género humano, sino que aparece como un medio necesario para alcanzar esta entidad superior que constituye el orden jurídico internacional. Aunque P.S. Mancini fue el creador del concepto jurídico de la nacionalidad, no puede considerarse como un nacionalista o un ideólogo de la exaltación del culto al nacionalismo. Ya que lo considera como un valor moral y una realidad axiológica que surge de la voluntad de las personas y de la libertad del individuo que le permiten trascender las circunstancias territoriales, étnicas y lingüísticas.
Casi un siglo después surgieron los Derechos Humanos fundamentales consignados en la Asamblea General de las Naciones Unidas en diciembre de 1948 donde su principio fundamental señala que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen como base el reconocimiento de la dignidad y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana.
En su Artículo 15, fracción 1 señala que toda persona tiene derecho a una nacionalidad y en su fracción 2 indica que a nadie se privará arbitrariamente de su nacionalidad ni del derecho a cambiarla cuando quiera. Mientras que en su artículo 30 declara que ‘Nada en la presente Declaración es para interpretarse en el sentido de que confiere derecho alguno al Estado, a un grupo o persona a emprender o a realizar actos tendientes a la supresión de cualquiera de los derechos y libertades proclamados en este acuerdo’
Desde otra perspectiva, el sociólogo alemán Ulrich Beck ha planteado que en la actualidad hemos entrado en una fase en la que se cuestiona el modelo social de la ‘primera modernidad’ pensada y organizada sobre la base de una identidad cultural entre el espacio territorial y el Estado cuando todavía no se percibía la nueva relación de la civilización humana entre el Planeta y el Estado mundial. Si el Estado-nación basó su poder en su apego a un lugar concreto, la sociedad actual es un resultado de la globalización donde se mezclan con el Estado-nación una infinidad de círculos sociales, redes de comunicación, relaciones de mercado y formas de vida que traspasan las fronteras territoriales del Estado-nación.
La globalización conlleva un proceso de desnacionalización de los Estados-nación que dejan sin fundamento una de las premisas esenciales de la ‘primera modernidad´: la idea de vivir y actuar en los espacios cerrados y delimitados de los Estados-nación y de sus sociedades nacionales. La globalización cuestiona un concepto fundamental de la ‘primera modernidad’ según el cual las fronteras de la sociedad son coincidentes en su mayor parte con las del Estado-nación.
Con la globalización se rompe la unidad Estado-nación y de la sociedad nacional. Se establecen nuevas relaciones de poder y de competitividad, se generan cruzamientos y conflictos entre espacios, organismos, actores y procesos sociales frente a los elementos, espacios, actores y procesos sociales transnacionales. Según Beck los errores de la visión nacionalista se reconocerán a medida de que las fronteras se permeabilicen y las interdependencias lleguen a crecer por encima de esas fronteras nacionales.
Señala Beck que los procesos de globalización hacia el interior del Estado nacional ayudan a crear una especie de autocrítica hacia su interior y a generar una nueva normatividad legal donde los derechos ya se habrán desligado del estatuto de ciudadanía. La competitividad se separa de los contextos nacionales y aumentan las competencias de toda índole, crecen las parejas binacionales y las formas de trabajo aumentan cada día. Al mismo tiempo que se desarrollan los bloques comerciales supranacionales, se van imponiendo las condiciones de vida de las ‘global cities’ y el terrorismo burla las fronteras nacionales.
En la segunda visión sociológica que estudia la desnacionalización he seleccionado a la holandesa Saskia Sassen, el más reciente Premio Nobel en ciencias sociales quien señala que este fenómeno social actual genera tres situaciones básicas de relación entre el Estado y la globalización: la primera victimiza al Estado y le resta importancia; la segunda plantea que la situación ha cambiado muy poco y la tercera que los Estados siguen actuando como siempre. No obstante, existen ciertos aspectos críticos que contribuyen a generar proyectos globales desde el interior del Estado, como la labor de los ministros de economía, los bancos centrales nacionales y los organismos tecnológicos especializados que se dedican a las finanzas y al comercio.
Desde la visión de Saskia Sassen el Estado se convierte en el espacio donde se generan ciertas modificaciones básicas que afectan a la relación entre el dominio público y el privado, así como a su propio equilibrio interno de poder y al campo más amplio de las fuerzas nacionales y globales en el que debe funcionar.
Adenda.- La reciente muerte de Nelson Mandela y la apología mundial que se ha hecho a su misión profética contra la desigualdad étnica y económica es la prueba más inmediata y visible de que todos los intentos para democratizar e igualar a todas las naciones, razas y credos en los últimos doscientos años no sólo han sido infructuosos, sino totalmente falsos.
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