Desde hace varios meses estoy instalado en esta bella colonia campestre al norte de Querétaro, donde he podido recuperar la mayoría de los elementos que buscaba desde hacía años para poder ofrecer una digna resistencia al inevitable e irreversible proceso de envejecimiento físico que me asedia en mi edad avanzada y disfrutar, al mismo tiempo, del enriquecimiento espiritual y racional que permiten la soledad y el silencio. Sin abandonar a la lap top que me acompaña a todas partes desde hace más de 20 años y enterándome cada día de lo que sucede en el mundo desde las primeras horas de la mañana puedo percibir que existe un cambio radical en la esencia y en el origen de los acontecimientos de mayor importancia en el mundo, pero sobre todo ha ido surgiendo una nueva forma de comunicarlos de una manera abierta e instantánea.

Son tan variados y tan veloces los grandes eventos de la sociedad humana en el presente que resulta muy difícil intentar una selección específica de los que están incidiendo con mayor fuerza en el cambio de rumbo de la Humanidad ahora mismo, ya que como ocurren justo en estos momentos precisos de nuestra vida cotidiana, no tenemos la capacidad para frenarlos y analizarlos con un pensamiento crítico profundo. Por fortuna, este aislamiento social con buena salud física que ahora vivo me permite tratar de elaborar una visión global del presente sin prejuicios ideológicos, sociales o mitológicos; situación que resulta muy difícil para quienes no tienen el beneficio de la solitud, el silencio y el control casi total de las preocupaciones y emociones contingentes generadas por los seres amados más cercanos y por los problemas domésticos de la subsistencia.

He pensado que el problema más grande de la sociedad actual señala que al margen de sus distintos orígenes étnicos y formas de desarrollo que ha tenido cada grupo social a través de la historia, ha llegado un momento en el que parecen coincidir los paradigmas de todos los seres humanos que viven en el Planeta, justo en la búsqueda de bienes materiales que no sólo ayudan a resolver los problemas más elementales de la vida doméstica, sino que les proporcionan una especie de identidad social sustentada en el nivel de ingresos mezclada con un extraño fenómeno de auto valoración en el individuo que en el pasado inmediato no existía. Todavía hace unas cuantas décadas, había muchas regiones en el mundo, incluyendo nuestro País, donde la apariencia física y los bienes materiales que poseían las personas eran de poca importancia. Lo que realmente importaba era su calidad moral, su cultura histórica y su nivel de interés por las demás personas del grupo social donde vivía.

No pretendo, ni siquiera insinuar un juicio descalificador a esta transformación de la mente colectiva de la sociedad humana, ya que no obedece al triunfo de ninguna ideología, ni a la visión de un taumaturgo, ni corresponde a una involución antropológica, sino que es un fenómeno social ‘de facto’ con orígenes hasta ahora desconocidos que ha creado una nueva sociedad humana con otras características y con otra visión del mundo a la de hace apenas medio siglo. De modo que mi hipótesis sobre este cambio en la mente colectiva de la sociedad humana en general señala que el Estado actual – con todas sus diferentes modalidades – ha quedado como una fórmula política-administrativa obsoleta y debe pensarse en la creación de una nueva estructura política para una sociedad cuyos principios y paradigmas han cambiado por completo.

Creo que los conceptos institucionales donde se fundamenta el Estado moderno han dejado de funcionar en la gran mayoría de las naciones del mundo y deben sustituirse por conceptos afines a la nueva realidad de una sociedad donde la igualdad y la democracia carecen de sentido en un mundo donde la competencia, la frivolidad y la posesión de bienes materiales son los factores fundamentales de la convivencia humana. No obstante, parece que están ocasionando menos problemas que cuando se pretendían condiciones de igualdad entre todos los seres humanos. En los hechos, esa transformación del Estado ya está sucediendo de manera acelerada, al cancelarse la mayoría de las normatividades laborales que protegían al trabajador asalariado, en la inversión del Capital en operaciones que no generan empleos y en la cancelación de todos los servicios sociales a las clases populares, incluyendo la educación media y superior.

Este proyecto fascista está funcionando a la perfección en todo el mundo, ya que con el poder económico y político en manos de la plutocracia no existe la posibilidad de la violencia de grupos armados como sucedió en el pasado. La única situación que no ha sido prevista por la nueva cofradía de capitalistas y políticos ha sido la fuente de ingresos del Estado, ya que al desaparecer las grandes corporaciones industriales se han cancelado la contratación de los trabajadores asalariados de donde provenía la mayor parte de los ingresos fiscales.

Quiénes se regodeaban de la impunidad de los Estados endeudados y señalaban que nunca llegarían a la bancarrota total ahora permanecen en silencio al ver como se tambalean los grandes imperios de los Estados Unidos, Inglaterra y Rusia, más la gran mayoría de las naciones del Mundo Occidental. Ya que ahora mismo no pueden mantener a sus fuerzas armadas en el extranjero, ya no hay recursos para contratar a los trabajadores que mantenían limpias las calles y lugares públicos, ni a las fuerzas policíacas y a la burocracia que efectuaba sucias y denigrantes labores en muchas de las dependencias federales, de los estados y de sus municipios.

No existe la menor duda de que los capitalistas de la ultraderecha han triunfado en todo el mundo, ahora solo tendrán que buscar una región de la Tierra o un nuevo planeta donde puedan invertir sus grandes fortunas sin necesidad de militares y policías que cuiden sus tesoros, sus residencias maravillosas y los escenarios públicos donde puedan lucir sus maravillosas joyas de rhodio con valor de 10 mil dólares la onza.

Adenda.- El fracaso financiero del Estado está a la vista en todo el Mundo Occidental, desde los Estados Unidos hasta el micro Estado del Vaticano, mientras los dictadores del Islam y del Lejano Oriente disfrutan sin discreción de la fortuna que cobraron sin compasión a sus maltratadas clases populares haciéndola circular por todos los mercados del mundo.

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