La reciente sustitución pacífica de los Gobiernos de China y los Estados Unidos, las dos naciones más poderosas del mundo significa que el futuro inmediato de todas las naciones del mundo estará catalizado por las acciones que realicen estas dos grandes potencias en las diversas regiones donde ejercen su dominio. Se ha observado que mientras los Estados Unidos persisten en implementar su viejo negocio de la guerra en nuevas zonas del planeta donde consideran en riesgo su hegemonía energética, financiera o comercial y se alejan de la economía productiva de bienes y servicios, China parece que rehuye a todo tipo de enfrentamiento bélico y mantiene en proceso un sistema económico de exportación que se aleja cada día más del fomento de su mercado interno, mientras evita la inversión extranjera en su sector bancario y no acaba de aceptar las nuevas recetas financieras que ha impuesto Wall Street a la mayoría de las naciones del mundo Occidental.
Mientras que los Estados Unidos y Europa se dirigen hacia un férreo control del Estado, buscando federalizar las principales industrias y controlar la banca con una nueva normatividad en un momento donde se avizoran grandes cambios, los burócratas chinos se valen de instrumentos comunes que se utilizan en el mercado para intervenir la economía de una nación donde se considera que la inversión productiva es la esencia del crecimiento sustentable. Según la Morgan Stanley asiática, China ha tenido resultados hasta del 40% de su PIB durante algunos de los últimos años.
Por su parte, los Estados Unidos consideran una amenaza a su estabilidad política el bajo poder adquisitivo del ‘yuan’, ya que su principal propósito es incrementar sus exportaciones, por lo que la mayoría de los economistas suponen que China intentará un crecimiento modesto en la plusvalía de su moneda oficial, ya que considera que requiere de mayor competitividad en sus exportaciones y va a la búsqueda de mayor equilibrio en sus cuentas comerciales con las demás naciones del mundo. Según Deng Xiaoping esa es la forma en la que su nación se acerca al libre mercado con paso lento pero seguro.
Con este procedimiento China ya logró una sólida estructura financiera de nivel medio en su relación con las naciones de Latinoamérica y del Caribe, no solo en la esfera comercial, sino en el control de la geopolítica regional, ampliando el número de naciones que son miembros del BID y alcanzando una notable integración política y comercial en toda esa región. A tal grado, que cuando el mundo Occidental estaba dentro de su gran crisis financiera y económica hacia fines del 2008, China contaba con reservas de casi 2 billones de dólares (millones de millones) y mantenía un ascenso económico vertiginoso.
Esta situación significa que China podría crear una enorme área de conexión financiera con las naciones de la zona del Sudeste Asiático, Australia y Corea del Sur, además del Mercosur, donde ya destaca su excelente relación política, financiera y comercial con Brasil. Según los grandes expertos en economía internacional, conviene saber que China ha sido la única nación importante en la nueva historia de la economía que nunca ha sufrido una crisis de crédito, aunque está consciente que no podría reformular una nueva normatividad financiera en el mundo sin el apoyo de los Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, Francia y otras naciones de alto desarrollo económico.
Beijing sabe bien que el mundo requiere ahora de un nuevo orden financiero, aunque sea de naturaleza regional, ante un escenario internacional tan poco alentador para los países en vías de desarrollo. Su situación real en este momento histórico es que aun cuando su ex primer mandatario Hu Jingtao había prometido fomentar el mercado interno y mejorar los ingresos promedio de la población, la realidad fue que se impusieron las empresas transnacionales reguladas por el Gobierno y se mantuvieron salarios y condiciones laborales muy desfavorables para la clase trabajadora, a fin de que las grandes empresas exportadoras tuviese capacidad de competencia en el mercado global.
Nadie sabe ahora cual podría ser la actuación del nuevo dirigente Xi Jinping, ya que su principal característica ha sido la de no crear ni aceptar controversias de ninguna clase. Dicen los expertos en política internacional que en las últimas tres décadas de la vida política de China sólo han llegado a los puestos dirigentes más elevados quienes han tenido la capacidad de consensuar las principales tendencias del pequeño grupo dominante que tomó el poder después de la caída de Mao Tse Tsung.
Hipótesis.- Ahora mismo sería imposible sustentar cualquier hipótesis sobre el futuro inmediato de la sociedad humana basados en las tendencias de las dos naciones más poderosas de la actualidad. Las apariencias señalan con claridad meridiana que las dos grandes potencias del mundo apenas tienen capacidad para resolver sus problemas internos, además de que la vulnerabilidad del Planeta hace inviable el uso de las armas nucleares, la cooptación del capital global circulante va pasando a manos de la economía criminal con la consiguiente desaparición del Estado y la idea de volver a sustentar el desarrollo del mundo en una nueva sociedad industrial de libre mercado, como ahora lo intenta China, casi doscientos años después que la inició Inglaterra no deja de ser una idea fuera de tiempo o simplemente otra utopía.
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