El 28 de enero pasado, el consejero presidencial para asuntos estratégicos, Steve Bannon se convertía en el Jefe del Consejo de Seguridad Nacional que funciona como un consejo de ministros para la gestión de las crisis, la política exterior y la seguridad nacional. Al mismo tiempo se destituyó a Don Coast, director de la comunidad de inteligencia nacional, el órgano que agrupa a todas las agencias de inteligencia que incluyen a la CIA, la NSA, la DIA y el FBI. Ese mismo día se destituyó a Joseph Dunford, el jefe de Estado Mayor Conjunto que es un órgano de dirección del Ejército y la máxima instancia del Pentágono.
Por lo que tanto el Ejército como los Servicios de Inteligencia perdieron a sus jefes en el órgano de toma de decisiones más importante en lo que concierne a la política imperial de los Estados Unidos. Este ha sido el mayor golpe para el Ejército de toda su historia y el segundo mayor para la CIA, desde que George W. Bush reformó su carácter independiente durante su período presidencial. Pero lo más importante que ha sucedido con esa fórmula del Estado controlado por los militares y los espías es que siempre eliminaron a los Gobiernos que no eran de su agrado. Como fueron los casos de Nixon y de Kennedy para solo mencionar los más notables.
Al entrar Bannon en el Consejo de Seguridad Nacional le permite conocer los secretos de Estado más importantes de la política estadounidense, así como la posibilidad de influir en las situaciones críticas de la presidencia en tiempo real. Una situación que antes no existía, ya que a ninguna persona que no perteneciera al Consejo de Seguridad Nacional o que hubiese sido invitada por el Presidente se le permitía ni siquiera entrar a la sala este de la Casa Blanca, donde se realizan las operaciones de Seguridad Nacional. Con Bannon en dicho puesto se está cumpliendo el ideario de los supremacistas blancos con una fuerza que no tenían desde que el presidente Woodrow Wilson despidió a los trabajadores federales afroamericanos en 1912.
Toda esta inusual situación, además del auge de la extrema derecha en Europa que se estima pudiera alcanzar el poder en países claves como Francia, más el triunfo del discurso xenófobo en amplios sectores desfavorecidos por los problemas de la globalización, hace pensar que pudiese aparecer una nueva ideología política de extrema derecha que podría ser una amenaza para la democracia y para la sociedad pluralista.
Como es sabido la Derecha Alternativa (Alt Right por sus siglas en inglés) es un movimiento juvenil de Occidente que aspira a reformular a la extrema derecha desde modelos creados por la izquierda, tanto desde una perspectiva xenófoba como machista y tiene dos facciones: la Rodex, centrada en el racionalismo y la Breitbart que es enemiga del feminismo, el islam y el pensamiento político correcto tradicional.
Ahora mismo no se sabe si Donald Trump y la Alt Right son fascistas, neofascistas o un nuevo fenómeno de la extrema derecha que aún no tiene nombre. En realidad, aún no se sabe lo que está pasando ahora en el mundo político global y muchos piensan que se está volviendo a la época del fascismo, pero siguiendo a los actuales estudiosos de la geopolítica se debiera pensar que de hecho ya está ocurriendo un cambio mayúsculo que solo produce pánico, ya que los nuevos politólogos saben bien que la historia no se repite nunca aunque todavía existen quiénes así lo crean.
Aunque este movimiento juvenil contribuyó mucho al triunfo electoral de Trump, eso no significa que la ideología política de Trump – si es que tiene alguna – sea similar a la de Alt Right por la simple razón de que carece en absoluto de cultura política, además de que posee un narcisismo y un mesianismo que no le permiten entrar a una ideología ya formada, sino que tendrá que crear una propia. No obstante, el inesperado triunfo de Trump ha permitido salir de la marginalidad a la Alt Right, mientras que le ha proporcionado una base social real de la que siempre ha carecido.
Adenda: Es muy remota la posibilidad de que el desmantelado sistema político y su magra economía permitan que los Estados Unidos vuelva a ser el líder mundial indiscutible, como lo fue hasta fin del pasado siglo XX. Y es muy difícil que la deteriorada economía norteamericana encuentre un nuevo camino para restablecer el crecimiento que tuvo durante casi 50 años del pasado siglo.
Como siempre ha sucedido en la historia de los grandes imperios, su período de declinación siempre ha sido medianamente prolongado, pero ninguno de ellos ha logrado regresar a sus años dorados. Asimismo, el origen de la declinación de todos los imperios siempre ha surgido por conflictos internos entre quiénes solían tener el poder.
También es muy difícil que un imperio sea consciente de los mitos que motivaron su desarrollo y por lo general nunca logran comprenderlos, por lo que buscan su explicación en historias divinas, en hechos sobrenaturales o en milagros. A pesar de que la ciencia ha ido demostrando día con día que todos los desarrollos de la civilización humana siempre han tenido una clara explicación científica.