Según los más reconocidos expertos en Arte Medieval, dicho período de la Historia se compuso de tres culturas fundamentales, una de Europa Occidental, cuyo punto central fue Roma, otra de Europa Oriental, cuyo centro fue Bizancio y otra cuyo origen se encuentra en el Oriente Medio y en el Norte de Africa. Aunque no debe dejarse de destacar la impronta que dejó en Europa y el resto del mundo la cultura grecolatina. O sea la herencia de la Grecia clásica con tintes de la cultura Romana.
Se pueden distinguir distintas formas de arte románico, como el Bizantino que refleja la unión de la tradición romana, helénica y oriental. Este arte se inició en el siglo IV en la época del emperador Constantino que estableció a Constantinopla como la capital de Bizancio y luego se expandió por varias regiones del sur europeo. De modo que se puede dividir en cinco etapas: la primera a partir del siglo V, con un arte propio del Imperio Romano de Oriente, la segunda a partir del siglo VI con el emperador Justiniano que culminó en el siglo IX que fue cuando se prohibieron las imágenes de tipo religioso como consecuencia de la influencia del Islam y fueron reemplazadas por figuras muy recargadas con formas de plantas y flores junto a figuras geométricas. Ya en el año 842, la Iglesia Ortodoxa Oriental permitió el uso de iconos. Y en la tercera época apareció el arte bizantino medio, luego el bizantino tardío en el siglo XI y la quinta etapa fue a partir de 1453, cuando Constantinopla cayó en poder de los turcos y esa cultura se movió hacia los pueblos eslavos del norte en Rusia.
Aunque la arquitectura bizantina fue religiosa en esencia, no se puede descartar la importancia que tuvieron los edificios civiles. Fue un estilo protagónico desde el siglo IV hasta el siglo XV por lo que suele dividirse en tres etapas que se iniciaron justo en el siglo IV, cuando surgió la discordia iconoclasta entre 726 y 843 se considera como la segunda etapa y la tercera sería desde alrededor del 850 hasta el 1204, cuando Constantinopla fue conquistada por los Cruzados y empezaron a afianzarse los aspectos espirituales y religiosos del llamado arte bizantino.
Los materiales utilizados para la construcción en Bizancio fueron el ladrillo y la piedra, heredados del mundo romano y paleocristiano para revestir los interiores y exteriores de sus iglesias. Se usaron los arcos de medio punto, junto a las columnas clásicas y el nuevo espacio representado por una cubierta en forma de cúpula sobre triángulos de forma esférica que desembocaban en una planta cuadrada construida con filas concéntricas de ladrillos cuyos radios van descendiendo reforzadas por un mortero que iba simbolizando el cosmos celestial.
Para bajar el peso de las cúpulas se empleaban calizas porosas y se ayudaba con el uso de tejas cerámicas opuestas entre sí. Con estos elementos formaban una estructura cuyos radios eran cubiertos, logrando contrarrestar la presión ejercida por el peso tanto en semicúpulas, muros gruesos, bóvedas y contrafuertes. En la mayoría de los templos bizantinos, además de la nave principal se encuentra un recinto cubierto previo al templo situado ante su portada de origen paleocristiano junto al presbiterio precedido por una pared que va desde la parte norte hacia el sur del templo, donde con cierto orden se colocan los iconos. En esta pared se ubican tres puertas, la central o puerta santa, donde se prohíbe la entrada a toda persona que no sea clérigo. A la derecha se ubica la puerta diaconal y a la izquierda la septentrional. En este cerramiento calado se ubican los iconos pintados.
Otro elemento básico del arte bizantino fueron los capiteles como remate que se encuentra en la parte superior de la columna o pilastra para que desemboquen en ellas las cargas que vienen del soporte horizontal o del arco que se apoya en él. Además de servir de soporte tiene una función decorativa integrando la parte superior con la inferior del templo. Se pueden clasificar los capiteles bizantinos en dos tipos: el teodosiano, derivado del corintio que es de origen romano del siglo IV y otro tipo de capitel cúbico de caras planas que se colocaba sobre una moldura en forma de S y cumplía con una función tanto estética como estructural.
Como ya se ha mencionado, durante el período iconoclasta (725 – 843) se consideraban heréticas las creencias contrarias a los dogmas de fe establecidas por la religión, se pensaba que las figuras humanas tanto en la escultura como en la pintura fueron prohibidas como imágenes religiosas hasta el edicto de la emperatriz Teodora que otorgó libertad de devoción y culto durante el período que duró del 843 a 1204. Las figuras se caracterizaban por su frontalidad, la repetición de los rasgos, el hieratismo, el naturalismo y la idea de jerarquizar lo espiritual sobre lo material, ya que no importaba la belleza física exterior sino realzar el alma.
La concepción simbólica del arte muestra el poder y el lujo del Emperador y de la Iglesia exaltando lo sobrenatural e imponerse con gran poder sobre el pueblo y sus súbditos. Quedando muy claro que el arte cumplía con una función de expresar la autoridad absoluta y la grandeza sobrehumana de quiénes tenían el poder. Por su parte, la escultura no negaba su derivación del arte romano y la influencia asiática, su rigidez y el predominio de líneas geométricas destacaron la poca cantidad de esculturas bizantinas, aunque se encontraron relieves de marfil, bronce, oro y plata, además de algunas producciones de arte menor como los camafeos.
Había predilección por los bajorrelieves antes que por las esculturas de bulto, quizá por influencia del período iconoclasta, aunque se lograron figuras más estilizadas con vestuarios de pliegues rígidos, de grafismos marcados con actitudes repetitivas para lograr fines teológicos ya que se pensaba en la necesidad de alfabetizar y evangelizar al pueblo siempre expresando un contenido religioso y un impacto de tipo emocional que remarcaba la simplicidad, la estilización, el geometrismo y la abstracción con un grado alto de primitivismo. Por lo que las figuras planas se ubican en un mismo plano ignorando el fondo, con ausencia de volumen y marcando una composición simétrica y frontal.
Adenda: Continuaré con la visión de la pintura en el arte bizantino y la creación de los mosaicos como una nueva forma de plasmar la imagen.