A Cien Años del Fascismo

Según el historiador Stanley G. Payne, el fascismo sigue siendo el ‘más indefinido’ de los términos políticos más importantes. Mientras que el historiador Emilio Gentile dice que se debe distinguir entre el fascismo histórico que fue el régimen marcado por Italia en la historia del siglo XX y lo extendió a Alemania y a otros países europeos entre las dos guerras mundiales. En tanto que el fascismo después de 1945 se refiere a quiénes usan la violencia en los movimientos de la extrema derecha.

De modo que cualquier movimiento que se oponga a los principios de la Revolución Francesa de igualdad y libertad y que afirme la supremacía de la nación sin tener una organización totalitaria o un deseo de expansión imperialista no se puede considerar como fascista.

Sólo puede hablarse de fascismo – dice Gentile – si nos referimos al fascismo histórico, cuando un movimiento de masas organizado en forma militar conquistó el poder y convirtió el régimen parlamentario en un estado totalitario, con un partido único que trataba de transformar, regenerar e incluso crear una nueva raza para lograr sus objetivos imperialistas y de conquista.

Pero en la época entre las dos guerras mundiales, cuando todavía existía el deseo de conquista y de expansión imperial ya no existen ahora, ya no se puede hablar de fascismo. Ya que los países que buscan tener un poder hegemónico lo hacen a través de la economía y no con la conquista armada.

Por lo que Gentile cree que en la Historia nada vuelve, ni siquiera de una manera diferente. Lo que hoy existe es el peligro de que la democracia, en nombre de la soberanía popular pueda asumir características racistas, antisemitas y xenófobas. Pero la voluntad popular y la democracia soberana son lo opuesto al fascismo.

Estos movimientos son definidos en Europa como ‘democracias liberales’, ya que se afirman como una expresión de la voluntad popular, pero niegan que hubo derechos que puedan extenderse a todos los ciudadanos, sin discriminar a aquellos que no pertenezcan a la comunidad nacional.

Aquí aparece el denominado Plan de Kalergi, que es la teoría conspirativa que usan los partidos de ultraderecha contra la Unión Europea. Ya que algunos altos líderes del mundo, como Trump, Putin, Bolsonaro, Víctor Orbán y otros han sido tildados de fascistas por su nacionalismo o por sus políticas migratorias. El común denominador es que en estos países dichos movimientos extremistas se afirmaron sobre la base del voto popular.

Dice el historiador Emilio Gentile que es un gran error denominar fascistas a dichos gobiernos, ya que el verdadero peligro es que la democracia se convierta en una forma de represión con el consentimiento popular. La democracia solo es buena si realiza sus ideales de crear una sociedad donde no haya discriminación y todos puedan expresarse con entera libertad.

El problema actual – dice Gentile – no es el retorno al fascismo, sino los peligros que puede generar la democracia por sí misma, cuando la mayoría de los votantes eligen democráticamente a líderes que son nacionalistas, racistas y antisemitas.

Adenda: Las nuevas ciencias y tecnologías han demostrado con claridad que la historia nunca se repite ni se repetirá jamás.