Entre 1905 y 1906 Henry Matisse inició un arte moderno muy audaz con el uso del arabesco, el color y el dibujo de figuras muy modernas. Al contrario de los impresionistas, Matisse ponía énfasis en la expresión y en la dinámica de los colores, renunciando a matizar la luz y la sombra dentro de esos colores.
El pintor neerlandés Kees von Dongen de 20 años se instaló en París para colaborar con diversas revistas satíricas, conoció a Picasso y en el Salón de 1905 expuso su obra con los fauvistas que le ayudó a reforzar su pintura sensual. Sus temas preferidos fueron los desnudos femeninos dentro del contexto urbano de circos y cabarets. Aunque no hace apología de la Belle Epoque se afirma como retratista de la elegante y mundana sociedad parisina y expresa la decadencia que se esconde bajo el poder y el dinero.
Retrato de mujer, Fernande Olivier, 1905, Kees van Dongen, (Colección particular)
Primavera, 1908, Kees van Dongen, (San Petersburgo, Museo del Hermitage)
La gitana, 1910, Kees van Dongen, (Saint-Tropez, Museo de l’Annonciade)
Maurice de Vlaminick se consagró a la pintura debido a la fuerte impresión que recibió viendo los cuadros de Van Gogh. Hizo una pintura agresiva de paisajes, de naturalezas muertas y de retratos dónde su obra utiliza colores puros que aplica directamente de los tubos al lienzo. Fue el representante más radical del grupo fauvista y después de ver la obra de Cezanne en 1907 se dirige a una nueva búsqueda. Trabajó con Picazzo en Monmartre haciendo cubismo y después de la Primera Guerra se retiró a hacer paisajes y naturalezas muertas con colores más atenuados y tonos más dramáticos. Era el más salvaje de los fauvistas ya que su instinto pictórico siempre superó a su intelecto.
Henry Matisse es considerado el precursor del fauvismo. A partir de 1899 y hasta 1903 los colores de Matisse anuncian su período fauvista inspirado por la pintura de Cezanne. Pero en 1904 Matisse supera las doctrinas de Signac con la desaparición de las manchas de pintura a la vez que exalta sus colores.
Cuando expuso junto con Derain en el Salón de Otoño de 1905, los tonos verdes y malvas de las caras escandalizaron y al año siguiente Matisse descubre a Gauguin y va hacia una simplificación de las formas y aplica el color sobre un fondo liso y monocromático. Decía Matisse que la tendencia dominante del color debe ser la de servir de la mejor manera posible a la expresión. No hay cálculos previos y la elección de mis colores no se basa en ninguna teoría científica, sino en la observación sobre el sentimiento y la experiencia de mi sensibilidad.