Es bien conocido que las utopías son planes, proyectos o doctrinas que cuando se presentan por primera vez parecen ser muy difíciles de realizar. Mientras que las distopías son escenarios indeseables, cuyos actores son héroes que deben hacer uso de sus libertades y de sus capacidades excepcionales para salvarse a sí mismos y a los miembros de su comunidad. Proponen estereotipos y valores diferentes, mostrando que a pesar de la eficacia y el totalitarismo de las instituciones sociales vigentes es posible tener esperanza. Actualmente la mayoría de las distopías se muestran en las obras de ciencia ficción y pretenden advertir al ser humano de los peligros potenciales de las tendencias sociales existentes.
Todo tipo de obras de ficción son acción política en la realidad. Sus bases formales en las que se respaldan cambian o ignoran la moral imperante de una época adquiriendo un sesgo ideológico. Proyectar, especular o imaginar a partir de un presente específico supone gestionar el imaginario que hace factible ese presente. Por lo que todas las puestas en escena del ayer y del mañana son en realidad fiestas de disfraces.
Un relato de ciencia ficción es abiertamente político cuando no le basta con conjugar en tiempos pasados, alternativos o futuros con el propósito de delatar los procesos institucionales incorrectos. Decía el mandatario italiano Giulio Andreotti que ‘el poder es solamente facilidad de expresión’. Mientras las distopías evidencian las últimas consecuencias de esa facilidad de expresión política. Por lo que al ser también un medio de expresión, la distopía no está libre de ser afectada por los regímenes en funciones hacia donde dirige sus críticas.
El relato distópico nos presenta una sociedad futura hipotética, donde por falta de humanización de la misma, la instancia de un gobierno totalitario o el control que ejerce la tecnología, el individualismo se degrada en términos absolutos en favor del pensamiento único y de una sociedad unitaria. Es un mundo de pesadilla donde nadie puede saltarse las reglas o corre el riesgo de ser aniquilado. Por esto se afirma que la distopía es lo opuesto a la utopía en una sociedad ideal donde todo funciona a la perfección. Las primeras historias distópicas aparecieron a finales del siglo XIX, pero solo dos de dichos relatos son los que han inspirado a las historias que surgieron después: Un Mundo Feliz de Aldous Huxley y 1984 de George Orwell.
En los hechos, las historias distópicas son una forma de protesta contra ciertos sistemas de gobierno o son ideales sociales extremistas que acabaron siendo peligrosos, como el fascismo, el comunismo, las teocracias, el capitalismo, el feminismo mal entendido y otros muchos más. Estas historias señalan lo que podría acontecer con la Humanidad en el futuro si no se toman las medidas preventivas adecuadas. Los elementos básicos en este tipo de narrativas son el miedo, la coacción y la falta de libertades. Además de la presencia del dolor y de la presión psicológica aparece la alienación del individuo, ya sea por adoctrinamiento o por el uso de drogas que lo privan de la capacidad de sentir o de emocionarse. Luego se percibe un halo de pesimismo y la presencia de un antagonista inflexible y malvado frente a la presencia de un héroe que puede abrir los ojos a la realidad y rebelarse ante su destino y el de los miembros de su comunidad.
Las nuevas distopías del siglo XXI tratan algunos de estos elementos aunque no en forma tan extrema como los primeros clásicos, debido a que tienen un tipo de público joven muy diferente al de entonces. Pero eso no impide que las historias sean iguales de reflexivas y en las que se combinan la aventura, la intriga y el romance con la ciencia ficción. Sin tratar de evitar que el lector se detenga a pensar sobre la corrección de ciertas conductas y de las consecuencias que pueden acarrear. Del mismo modo que entonces se aprende a valorar o desestimar aspectos éticos importantes en las diferentes sociedades donde ocurre la historia.
Además de las clásicas historias distópicas señaladas existen otras que han potencializado este género como son ‘Los juegos del hambre’ de Suzanne Collins y ‘El Corredor del Laberinto’ de James Dashner. Asimismo, se pueden encontrar otros exitosos títulos distópicos, como Saga Delirium, donde se narra que en el siglo XXII los científicos encontraron la cura para una pandemia que durante milenios había asolado al Planeta. Era de contagio muy rápido y afectaba a cientos de personas diariamente. Este problema era tan grave que encontrando la cura, el gobierno decretó su administración a todos los ciudadanos a partir de su mayoría de edad. Finalmente señalaron que el nombre de esa enfermedad era ‘amor’.
En la Saga Despierta, Amy y sus padres se someten voluntariamente a un proceso de criogenización y permanecieron congelados durante 300 años. Durante ese tiempo viajaron en una nave cuyo destino era otro planeta con las condiciones idóneas para que sobrevivieran los seres humanos. Elder nació en la nave y cuando Eldest muera, el será el nuevo líder encargado de llevar a la tripulación al nuevo planeta. Pero algo falla y Amy despierta antes de lo planeado y entonces ya nada es igual.
En otra saga denominada Adorada Jenna Fox se trata de una chica de 16 años que sufre un terrible accidente y por un año está en coma. Cuando despierta, el mundo ha dado un giro de 180 grados. Su familia ha emigrado a California, su abuela la rechaza, su memoria está en blanco y sus padres parecen ocultarle todo su pasado.
Adenda: Estos relatos distópicos se han vuelto muy populares en el presente, sólo que ya no hablan de historias de ciencia ficción en un futuro lejano, sino de una compleja realidad actual en una sociedad que busca utilizar las tecnologías más desarrolladas para poder controlar la demografía creciente de la gente pobre, la producción de alimentos básicos y el dominio total de una pequeña élite de multimillonarios.