Los Mitos de Occidente (III) (La Ilustración)

La gran mayoría de los grandes intelectuales de nuestra época coinciden en considerar que los verdaderos elementos que generan los nexos entre los seres humanos, además de los genéticos son los mitos que provienen de creencias religiosas, de tradiciones culturales, de herencias étnicas y los adquiridos en los diversos procesos educativos, sobre todo durante la niñez. Cuando se llega a la edad adulta, todos esos elementos se convierten en verdades incontrovertibles que son las que determinan el futuro de la vida de la gran mayoría de las personas que utilizan el pensamiento analógico para resolver todos los problemas fundamentales de subsistencia, de salud, de educación, de seguridad y de convivencia con los demás seres humanos de su sociedad.

En este tercer artículo sobre los mitos occidentales abordo el período de la Ilustración, donde aparecen nuevos e inesperados elementos que sustituyen a los mitos que dominaron a Occidente durante la sociedad feudal del Medioevo que duró poco más de cuatro siglos y luego a los de la época renacentista que duró cinco siglos y terminó justo con la Revolución Francesa ya en pleno siglo XVIII.

El feudalismo se había mantenido en Europa durante nueve siglos causando una profunda desigualdad económica, social y cultural en toda la población. Al igual que la monarquía española unos siglos antes, la monarquía francesa con el rey Luis XVI se había convertido en una fuerza muy poderosa que tenía en ruinas al país debido a sus continuas guerras para tratar de dominar a Europa. París era una ciudad enorme donde la corte reunía todo el lujo posible, en contraste con la vida miserable de las capas más humildes de la población. Por lo que era muy difícil que hubiese el espíritu de fraternidad que pretendía la dirigencia de la religión católica dominante.

Francia vivía en el caos de la vida social, mientras que las élites de América querían mantener una población homogénea, las élites francesas exigían una política racional que eliminara el caos social y organizar la vida de la sociedad. Mientras el nuevo Estado de América acordaba entre los distintos parlamentos, el Rey de Francia ahogaba a la sociedad con impuestos, intervenía en todos los territorios del reino y trataba de regular la vida de toda la población.

Aun cuando la Ilustración había previsto una evolución paulatina, la excesiva desigualdad originó una situación revolucionaria que no se esperaba. El viejo Estado se hundió y aunque la razón debería entrar gradualmente, la Revolución no pudo esperar. El idealismo de los dirigentes de la Revolución prendió en las clases populares y se transformó en una especie de exaltación masiva fuera de control.

La Revolución exigió una nueva constitución política para Francia y se rompieron las diferencias entre burgueses y plebeyos. El pueblo se auto definió soberano, muchos de los bienes de la Iglesia fueron puestos al servicio del pueblo, los bienes de la nobleza tuvieron que justificarse por su productividad y sólo así podían comprarse o venderse, aunque muchos fueron confiscados y cambiaron de dueño.

Se creó el derecho del ser humano a la igualdad, a la educación, a la propiedad y a la cultura. Por lo que nadie podía dudar que la Revolución era una causa noble. Con la Revolución había surgido lo imprevisible que ninguna teoría podía haber anticipado. Por primera vez en la historia, las masas sociales tuvieron acceso a la actividad política y ahí se quedaron para siempre. Se alteró por completo la vida en Europa y en todo el mundo, a tal grado que el movimiento de la Ilustración cambió profundamente. La Revolución creó nuevos poderes en los Estados y el siglo XIX produjo los primeros intentos de transformar a la sociedad bajo el nuevo concepto de la sociedad de masas y del estado moderno.

Los jóvenes revolucionarios como Marat, Danton y Robespiere no se consideraban herederos de la generación anterior de Voltaire, Kant, Hume o Diderot, ya que no confiaban en la experiencia de sus antecesores, sino que se veían a sí mismos como los forjadores de un nuevo Estado, de modo que la Ilustración no supo como organizar el movimiento revolucionario.

Los pensadores más sobresalientes se mostraban escépticos respecto a la posibilidad de conocer los conceptos básicos de la realidad, o afirmaban que el mundo era una realidad evolutiva sin comprometerse con ideas concretas. Por ello, la Ilustración nunca fue fundamentalista, ya que su propio materialismo le impedía formar un sistema.

Por lo que hubo entonces ciertos elementos básicos que la burguesía incorporó a la vida social de esa época para luchar contra los mitos anacrónicos que habían quedado desde la Edad Media. De los que señalo seis que considero los más importantes:

1º. Amor a la naturaleza.- Se concreta en el deseo de descubrir, mediante la aplicación de la razón y de la observación las leyes que la rigen.

2º. Uso de la Razón.- Surge una fe constante en el poder de la razón humana, al grado de que llegó a pensarse que con el uso juicioso de la razón era posible un progreso ilimitado.

3º. La igualdad.- Si todos los seres humanos proceden de la misma naturaleza y todos pueden razonar se concluye que todos son iguales y tienen derechos iguales.

4º.- La libertad.- Debe ser total en asuntos políticos, religiosos, económicos e intelectuales.

5º.- Deísmo.- Es la religión natural. Ya que si Dios y el alma no pueden ser conocidos por la razón humana por ser elementos metafísicos y no pueden ser percibidos por los sentidos se reconoce a Dios como autor de la naturaleza y debe revelarse por medio de la razón.

6º.- Moral Laica.- Es independiente de la religión, ya que el ser humano se rige por la fuerza moral, no sólo porque Dios así lo quiere, sino porque la razón exige el respeto a los derechos de los demás.

Adenda: Estos últimos seis mitos desarrollados por los pensadores de la Revolución Francesa siguen siendo los que actualmente constituyen la esencia del pensamiento o la mitología de Occidente. Solo que se le han añadido los múltiples conceptos y tecnologías de la nueva era digital.