En el artículo anterior sobre los mitos medievales me había quedado con los hermanos Linbourg de origen flamenco, quiénes fueron los pioneros en el retrato de la figura humana en los inicios del siglo XIV cuando estaban prohibidas por los poderes religiosos las imágenes del ser humano. Para entonces, ya se había llevado a cabo una profunda reforma del sistema político y religioso de Europa Occidental donde destacan la prohibición de uso de armas en los sacerdotes y de su participación en acciones bélicas, la cancelación de su vida conyugal, la división entre miembros dedicados a la liturgia y monjes que dedicaban toda su vida a rezar y a mantener los monasterios operando, sobre todo para dar servicio a quiénes vivían viajando para cobrar los impuestos de los monarcas. Fue entonces que aparecieron varios factores coincidentes que fueron de gran importancia en un momento en el que la Iglesia cristiana vivía uno de los peores momentos de su historia, ya que tras la muerte de las primeras generaciones de apóstoles había quedado en mano de individuos muy poco ilustrados, ambiciosos y violentos que se sentían ser los propietarios de los territorios de Dios en la Tierra y los censores naturales de las almas de todos los pobladores de bajos recursos económicos o que carecían de títulos nobiliarios.
Aunque la reforma política y religiosa de la Europa Medieval la había iniciado Carlomagno desde mediados del siglo IX dC, no concluyó sino hasta principios del siglo XIV, cuando todo el aparato político, religioso y militar europeo alcanzó acuerdos muy importantes para que la Iglesia y la monarquía pudiesen funcionar con cierto nivel de acuerdos diplomáticos y de derecho laico que les permitieron llegar a un período de gran desarrollo político, comercial, financiero y artístico en el Renacimiento.
Aunque la visión del mundo de las personas más ilustradas seguía siendo geocentrista y dentro de una gran cápsula de círculos concéntricos, no utilizaban aún el pensamiento analítico y su nivel de desarrollo científico era muy pobre, persistía la idea de un mundo inspirado en los conceptos cristianos primitivos de que el ser humano debía emplear la mayor parte de su vida en conseguir el perdón divino por pecados que habían cometido sus antepasados y evitar a toda costa nuevos pecados que les anularan por completo sus posibilidades de ascender al Cielo después de muerto.
Al margen de los anticuados y obsoletos mitos religiosos que existían en la época del Renacimiento, surgieron algunos elementos externos que propiciaron el desarrollo de Europa a niveles que los llevaron a ser los líderes mundiales tanto en materia económica como en poderío bélico y en desarrollo científico. Algunos de esos elementos fueron el intercambio comercial por la vía naval hacia el mundo árabe y hacia el Lejano Oriente, el aprovechamiento de la pólvora, descubierta por los chinos, para usos bélicos, el uso de las brújulas y de los relojes en los viajes, la aparición de la imprenta y una tendencia general hacia la obtención de grandes riquezas y lujos que propiciaron el surgimiento de una enorme clase aristocrática, cuya intensa actividad comercial hizo crecer a Europa más que nunca, creando por vez primera en la historia una ruta comercial intercontinental y conquistando las primeras colonias en América, en Asia y en Africa. Ese desarrollo inusitado hizo pensar a los europeos, sobre todo a los españoles y a los ingleses su natural condición de seres superiores a las demás etnias y que su manejo de tierras y de esclavos en sus nuevas colonias era una concesión divina llena de justicia y dentro de los valores cristianos que les señalaban la ayuda a los débiles.
Como es sabido, toda esta parafernalia de comercio, de guerras y de generación de riqueza fue transferida a los Estados Unidos hacia fines del siglo XVIII, cuando la alta aristocracia de Francia decidió crear a la burocracia para que atendiera a quiénes no tenían títulos nobiliarios ni riquezas. Aunque originalmente Estados Unidos era sólo una colonia de Inglaterra se convirtió en una gran potencia mundial y ahora mismo es la nación más rica y con mayor fuerza bélica en el mundo.
En esa época, la mayor parte de las altas clases sociales de Europa dedicaron gran parte de su vida a conseguir riquezas y a obtener lujos, al margen de una sociedad que vivía en condiciones precarias y sufría las pestes, las endemias y las enfermedades causadas por la falta de un sistema sanitario adecuado y de los desarrollos hospitalarios y de medicinas, ya que en ese período del siglo XIV al XVIII se explotaba de manera brutal a la gente sin recursos ni títulos nobiliarios debido a que la alianza entre Iglesia y Monarquía era impenetrable y no se intentaban ninguna clase de movimientos sociales de liberación.
Pero fue en ese período justamente cuando se hace el descubrimiento más importante del arte moderno con el retrato de la figura humana que ya no flotaba, sino que pisaba la tierra, tenía volumen y se realizaba en el espacio tridimensional. Fue entonces que se produjo la creación plástica de las artes más maravillosa que ha existido en la historia con los grandes genios del Renacimiento. Una etapa del arte que aún no ha sido superada por el ser humano, a pesar de sus enormes avances científicos y tecnológicos.
Adenda: En estos momentos, todo hace pensar que han surgido en Estados Unidos los mismos mitos de superioridad étnica, de narcisismo y de desprecio a las naciones débiles, tal y como sucedió en Europa hacia fines del siglo XVIII, cuando los miembros de la monarquía y la aristocracia de Francia se sintieron los dueños del mundo con la anuencia divina.