Para tratar de descifrar el gran enigma que ocurre en las naciones de Occidente en los momentos actuales he recurrido a algunos historiadores y expertos en arte medieval para analizar lo que ha pasado con los mitos occidentales, tanto los cristianos del medioevo y del renacimiento, como la alianza de la monarquía y las ciencias primitivas de la época de la Ilustración y la actual etapa, donde no existe ninguna ideología ni mito religioso, sino una especie de proceso de adaptación al nuevo mundo digital donde desaparece la racionalidad mientras crecen el narcisismo, los odios y la xenofobia.
En la primera etapa de este brevísimo análisis de los mitos de Occidente nos acercamos a la Edad Media, que según la profesora de Artes Visuales Nancy Mármol, el ser humano de esa época subsistía inmerso en un oscurantismo cultural e intelectual que lo relegaba a una condición de miserable y de involución permanente, debido a que su vida personal estaba dedicada a no cometer algún error contra Dios y sus leyes y así no perder su lugar en el paraíso. Su existencia estaba subordinada al mundo espiritual, pero con una visión desde el sufrimiento que le permitiría ganar el cielo.
Los grandes avances intelectuales de Grecia no continuaron cuando la sustituyeron los romanos y se convirtieron en la gran potencia del Mediterráneo. Quiénes lograron construir un vasto imperio sin el menor interés en las matemáticas y las demás disciplinas científicas que el estrictamente necesario para administrar los territorios conquistados. Además, los romanos dejaron a la Iglesia católica como la única líder política y espiritual del mundo occidental y sus dirigentes promovieron un rechazo aún mayor al conocimiento científico.
En esas condiciones Europa entró en un período de estancamiento entre los años 500 y 1450 dc, cuando el ser humano de entonces creía que el planeta Tierra ocupaba el lugar expresado en el libro del Génesis. En esa época los sacerdotes cristianos adquirieron un gran poder que les permitió oponerse en forma sistemática a toda sabiduría pagana y buscaron anular cualquier actividad relacionada con el pensamiento analítico.
La mezcla de la actitud de los romanos hacia el conocimiento teórico y la predisposición cristiana hacia la ciencia fueron factores determinantes de una estructura social donde el estudio de las leyes de la naturaleza no tenían importancia. Toda la información científica utilizada estaba contenida únicamente en compendios y obras que intentaban resumir el conocimiento creado por los griegos.
‘De las cuatro disciplinas matemáticas’ fue un libro escrito por San Isidoro de Sevilla (560-636) que trataba sobre aritmética, música, geometría y astronomía que estudiaba las leyes de los astros. Describía como era la forma del mundo, la esfera celeste, los planetas, sus movimientos y las estrellas. Creía que el Sol estaba hecho de fuego y era más grande que la Tierra y que la Luna. Para San Isidoro solo había siete planetas con movimiento propio en su esfera cristalina. Dichos planetas giraban en sentido contrario a las esferas de las estrellas fijas, ya que si no fuese así, ‘el mundo saltaría en añicos’, debido a la rapidez de giro de la esfera.
Había infinidad de conceptos erróneos sobre la Vía Láctea y sobre los demás fenómenos celestes más evidentes, pero nunca aportando nuevas ideas o teorías. Para esa época ya se habían olvidado los conceptos geométricos de Tolomeo y el Universo del hombre culto de esa época fue descrito en forma poética por Dante Alighieri en su viaje imaginario de la Divina Comedia publicada en el siglo XIV. Se imaginaba un Universo compuesto de esferas concéntricas alrededor de la Tierra que estaba en el centro. La última esfera era el firmamento de las estrellas fijas, cuya caparazón encerraba al Universo creado. Poco más allá estaba el Reino de Dios que era inmaterial y compuesto de pura luz donde habitaban los Bienaventurados y los Angeles.
A la ignorancia científica y la cancelación del racionalismo durante el medioevo se añadían la negación de la evolución humana con los conceptos creacionistas y la participación hiperactiva del Demonio. Según la historia bíblica Dios puso a Adán y Eva en el Jardín del Edén para probar su fidelidad y obediencia, dándoles el mandato de comer de todos los árboles del huerto, excepto uno, llamado árbol de la ciencia del bien y del mal pero no les prohibió comer del árbol de la vida, indicándole a Adán que si comían frutos de él iban a morir. El Diablo o Satanás se aprovechó de esta única regla y engañó a Eva, quien comió del fruto prohibido y dió de comer a su marido. Esta desobediencia les acarreó la expulsión del Paraíso y los castigó con la muerte, el dolor, la vergüenza y el trabajo que son conocidos como el Pecado Original.
El Demonio o Pecado solía ser representado como una serpiente alada con dos patas o con forma de dragón que probablemente indicaba el origen angélico del demonio. De modo que el demonio se convirtió en uno de los motivos más reiterados de las artes plásticas de Europa Occidental que muestran al diablo privado de belleza, armonía, realidad y estructura, cambiando sus formas constantemente. Con lo que se perseguía asustar, controlar y dirigir a una sociedad golpeada por pestes, guerras y miserias. El terror se instalaba en cuadros, grabados, fachadas y todo tipo de manifestaciones artísticas generando un ambiente represivo, donde el Diablo se erigía como la causa principal de las desgracias de esa época.
En esa época del siglo XIV, grandes nobles o reyes convertidos en patronos y promotores de lujos exquisitos, exóticos se habían puesto de moda, de modo que los monarcas, los aristócratas e incluso la burguesía se sentían seducidos por la nobleza. De ahí surgió el gótico temprano que junto a diversas características italianas se difundió a toda Europa en el siglo XV a través de diferentes medios como tapices, miniaturas y pinturas sobre tabla.
Un poco más tarde surgieron los tres hermanos Limbourg quiénes marcaron la diferencia entre lo cristiano y lo pagano e inauguraron una nueva etapa en la visión artística y científica del período cristiano que se inicia con el Renacimiento y termina con la Revolución Francesa. Por lo que este artículo solo es la primera parte de una serie de cuatro artículos sobre los mitos de Occidente.