Hacia una Nueva Gran Recesión

Para la mayoría de las economías del mundo que han orientado su crecimiento hacia el exterior, lo más importante es contar con una infraestructura adecuada. Estas redes de infraestructura constituyen el elemento central de la integración del sistema económico y territorial de un país que hacen posibles las transacciones dentro de un espacio geográfico-económico determinado, así como con el exterior. Dichas redes constituyen el elemento nodular de la estructura económica de los países y de sus mercados, así como de su articulación con la economía mundial.

Según el Informe Global de Competitividad del 2015-2016 realizado por el último Foro Económico Mundial existen ciertos parámetros para definir la calidad de la infraestructura de un país. Entre los cuales se incluye la existencia y mantenimiento de una red de carreteras y de ferrocarriles, así como la disponibilidad de conexiones marítimas y aéreas, además de la calidad y extensión del sistema de electrificación, las conexiones a internet y la telefonía móvil.

De acuerdo a dicho estudio comparativo del Foro Económico Mundial, el Continente Asiático lleva la delantera y Hong Kong es el país que cuenta con la mejor infraestructura del mundo. El segundo lugar es para Singapur y el tercero para Holanda que es la única nación europea entre las primeras cinco del mundo, ya que en cuarto lugar está Emiratos Arabes y en quinto Japón. Las demás economías poderosas como Alemania, Reino Unido y los Estados Unidos ocupan los lugares 7, 9 y 11 respectivamente.

En el caso de América Latina, el país mejor posicionado es Panamá, en el lugar 40, luego Chile en el 42, Uruguay en el 52 y México en el 59. Mientras que Salvador, Ecuador y Costa Rica están en las posiciones 60, 67 y 71. De los 140 países estudiados por el Foro Mundial, Venezuela quedó en el 119, apenas arriba de Haití que está en el lugar 137 del mundo con Madagascar, Guinea y Chad en el sótano.

Desde otro punto de vista, en el más reciente estudio del Banco Mundial se encuentra que en el 2015 y primer semestre del 2016 se desaceleraron las economías de los países emergentes y en vías de desarrollo durante cinco años consecutivos, mientras que las naciones desarrolladas apenas registraron una ligera recuperación, ya que han estado sujetas a tres situaciones muy críticas: 1º. La desaceleración de la actividad económica de China que se está alejando de la inversión en manufacturas para orientarse hacia el consumo interno y los servicios. 2º. El descenso de los precios en la energía y las materias primas y 3º. El creciente endeudamiento de la política monetaria de los Estados Unidos buscando una recuperación económica en un momento en que la mayoría de las economías avanzadas continúan desafiando a la política monetaria.

Los indicadores más recientes de la actividad de servicios y manufacturas de las principales economías del mundo se han desacelerado con respecto al 2014 y reflejan una exagerada volatilidad en los mercados financieros provocada por la incertidumbre en las políticas monetaria y fiscal en dichas economías.

En el caso particular de los Estados Unidos, la actividad manufacturera va más lenta debido en parte a la apreciación del dólar en los últimos dos años y a que la inversión en generación de energía ha sido afectada por los bajos precios del petróleo. No obstante, en su reunión del pasado mes de marzo, la Fed decidió mantener la misma tasa de interés a pesar de la reciente alza en la inflación.

En tanto que en la Eurozona ha retrocedido la confianza, tanto del inversionista como del consumidor en los últimos meses. Mientras que la inflación en la región regresó al terreno negativo, en parte por la poca confianza en el euro como por la violenta llegada del Brexit que acabó con casi todo el comercio hacia el interior de Europa.

Por su parte, los indicadores de China en los primeros meses del 2016 confirman la moderación del sector de servicios y un menor dinamismo de la actividad manufacturera industrial. Mientras que por el lado del gasto en ventas minoristas se ha moderado y la inversión en inmuebles y en manufacturas también se ha desacelerado. Y todo esto ha ocasionado fuertes presiones deflacionarias.

En cuanto a América Latina, algunos indicadores como la frecuencia mensual en ventas de minoristas y la producción industrial se han conservado sin cambio para la mayoría de los países, ya que sus economías vienen enfrentando alta volatilidad en los mercados financieros, bajos precios en los commodities y un menor crecimiento en la economía global.

Según datos del Banco Mundial apoyados por FMI, Bloomberg y JP Morgan, los países con mayor inflación en el mundo son: Venezuela con el 180%, Sudán con el 36.9%, Malawi con 24.0% , Irán con 17.2% y Ghana con el l5.0%. Aunque existen países que no han entregado sus datos oficiales al Banco Mundial pero que registran grandes incrementos en los precios de sus alimentos y sus productos como Ucrania, cuyo Banco Central registra 52% de inflación y otros países como Argentina y Siria que superan el 27%.

En su reporte sobre inflación de abril pasado del Banco Mundial, los Estados Unidos tiene el 1.125% anual, Alemania el -0.093%, Brasil el 9.278%, México el 2.542%, España el -1.055%, Canadá el 1.664, China 2.679%, Japón 0.00% y la India 5.512%.

Adenda: De ambos reportes se concluyen dos cosas fundamentales: 1º. La economía mundial continúa sin poder crecer durante las últimas tres décadas desde que dejó de funcionar el negocio de las guerras planificadas en territorios lejanos a los Estados Unidos para vender armas y cobrar el servicio de empresas mercenarias propiedad de los jefes del Pentágono y se les rebajaron los impuestos a los grandes empresarios. 2º. Nada cambiará en el modelo financiero mundial mientras los chinos no se atrevan a remover el dólar americano del mercado mundial y puedan reemplazarlo por el yuan, por dinero metálico o por una moneda virtual.

Aún no lo han intentado, pero falta poco tiempo para que ocurra.