Después de las elecciones primarias de Florida, North Carolina, Ohio, Illinois y Missouri, todo hace suponer que los candidatos de los dos grandes partidos políticos de los Estados Unidos para las elecciones de noviembre próximo serán Hilary Clinton por los demócratas y Donald Trump por los republicanos. Aun cuando quiénes controlan los mecanismos del partido republicano intenten realizar todo tipo de maniobras para evitar que Trump llegue a ser el candidato oficial ya que su ideología o su concepción de la actividad política es totalmente diferente a la de quiénes operan desde hace un par de décadas las redes del partido republicano.
Al margen de lo que puedan hacer los dirigentes del partido para anular a Trump, el propósito de este artículo es tratar de entender el fenómeno de este candidato que lejos de parecer un político más bien es una especie de comediante o actor teatral que es totalmente ajeno a la actividad política tradicional y a los conceptos ideológicos básicos que deben existir en cualquier miembro de un partido político.
Quizá el hecho más notorio de la aparición de este extraño género de actores políticos es que se trata de un fenómeno que ya ha aparecido desde hace varias décadas en distintos lugares del mundo. Para señalarlos sólo en Occidente podríamos mencionar a Berlusconi en Italia, a los Le Pen en Francia, a Putin en Rusia y a Tsipras en Grecia para solo señalar a los más conocidos por los occidentales, aunque no debe soslayarse que este fenómeno también existe en países del Norte de Africa, como el de Gadafi en Libia y el de Mubarak en Egipto. Sin mencionar fenómenos similares en el Medio Oriente, Asia Oriental con Corea del Norte y varios países de Latinoamérica.
La gran mayoría de los analistas políticos piensan que el origen de este fenómeno es una especie de reacción de la ultraderecha y una tendencia generalizada de establecer un control por la vía legal, bélica y policial para que una pequeña élite de capitalistas de muy alto nivel sigan dominando en todo el mundo y puedan transmitir ese poder a sus descendientes y a su círculo de amistades más cercanas. Aunque también existe la idea de que hay una tendencia en todo el mundo para cambiar en forma radical las fórmulas de los modelos políticos existentes, tanto al interior de las naciones como en el contexto internacional, ya que los hechos demuestran que las formas tradicionales de hacer política se han agotado y la sociedad en general busca nuevos procedimientos para mejorar la convivencia de los seres humanos a todos los niveles.
Volviendo al caso particular de Trump se descubre que su conducta y su visión del mundo son compartidas por un gran sector de la población estadounidense, ya que los paradigmas de éxito material, de frivolidad, de narcisismo y de xenofobia no son exclusivos de los anglosajones que viven en los Estados Unidos, sino que es una situación predominante en todas las etnias del mundo. De modo que no se antoja imposible una reconstrucción del mundo político donde esos valores reales predominen sobre los valores ficticios que creó la democracia occidental, donde la hipocresía y el engaño están para ocultar la realidad de un mundo individualista, egoísta y narcisista.
Quizá el factor más importante que ha generado el fenómeno Trump en los Estados Unidos ha sido que las clases medias dejaron de crecer, sus ingresos promedio han bajado de forma notable, ha disminuido la inscripción de sus jóvenes en las universidades y todos los servicios públicos gratuitos han fracasado o han sido transferidos a las empresas privadas exhibiendo el fracaso más grande del Gobierno federal en las últimas dos décadas.
También se ha privatizado el sistema carcelario, los organismos policiales, la producción de armas, el funcionamiento del Ejército y de la Marina, el sistema educativo medio y en alto grado el Poder Judicial. De manera que el viejo ‘sueño americano’ se está convirtiendo en una pesadilla para quiénes no lograron crear grandes fortunas en los más de doscientos años en los que el Dios de la Razón estuvo protegiendo a los estadounidenses. Y es por estas razones que un multimillonario fantoche y sin cultura alguna puede decir ‘sus verdades’ con gran éxito ante una población cuya mayoría ya está harta de la gran hipocresía de un modelo político obsoleto en la que muy apenas subsiste.
Será muy difícil que Trump logre la presidencia de los Estados Unidos, ya que además de la oposición de sus propios correligionarios del partido republicano tendrá la oposición del Pentágono, de Wall Street y del gran bloque de las transnacionales que controlan la mayor parte del comercio y de la economía de los Estados Unidos, pero conviene observar este fenómeno de Trump que señala el ocaso del gran imperio estadounidense. Aunque aún pueda subsistir con éxito una o dos décadas más con el obsoleto modelo político de la democracia federativa creada hace más de doscientos años.
Adenda: Hilary Clinton podrá ejercer el poder presidencial con las restricciones que le imponen los tres grandes poderes mencionados, pero no debe perderse de vista que el fenómeno de Trump indica un cambio que ha modificado la vida política de la mayoría de las naciones de Occidente: Reino Unido, Francia, Italia, Alemania, Rusia, España, Bélgica y Holanda, para solo mencionar a los de mayor capacidad económica.
Y al igual de lo que está sucediendo en todo el mundo, los Estados Unidos, como democracia federativa podría cambiar su modelo político en cualquier momento, sin necesidad de que haya violencia de por medio.