Esta última visita a París en los primeros días del mes de Junio ha sido totalmente contradictoria, ya que por una parte muestra que los mecanismos de fomento del turismo permanecen funcionando de una manera perfecta y el ritmo de turistas visitantes a la hermosa ciudad no solo se mantiene al mismo nivel de siempre, sino que el incremento de las medidas de seguridad y la inteligente desviación de las manifestaciones y eventos de protesta de los sindicalistas y de los jóvenes universitarios no logran denunciar la realidad de los graves problemas que aquejan a Francia y a la mayoría de los países europeos.
A pesar de que las lluvias del pasado mes de mayo en París causaron fuertes inundaciones en las riberas del río Sena, los museos de Luvre y de Orsay fueron cerrados al público y los tradicionales viajes en barco a través del río fueron suspendidos porque las embarcaciones no podían transitar bajo los puentes debido al enorme ascenso del nivel de las aguas, los flujos de turistas en el centro histórico de París aumentaban y las áreas de venta en sus innumerables centros comerciales, restaurantes y tiendas de toda índole permanecían totalmente llenas.
No obstante, se percibe una especie de tensión soslayada en los parisinos, como si estuviesen esperando eventos peligrosos o como si sus vidas y las de sus herederos fueran a cambiar de forma definitiva. Los parisinos parecen estar confusos acerca de su destino y el de toda Europa. Las nuevas generaciones ya no creen en el funcionamiento del actual modelo político, sus instituciones de servicios públicos, sus sistemas de educación, de servicios sociales, las universidades, etc., ni saben cuáles pudieran ser los nuevos paradigmas de su vida familiar, su mundo doméstico y su modelo de convivencia social y política en el nuevo mundo digital.
Aunque es muy difícil determinar los cambios que acontecerán en el corto plazo, es evidente que no solo Francia, sino la gran mayoría de los países europeos sufren ahora mismo una crisis muy profunda, donde los más visibles son los problemas migratorios, el considerable aumento en el costo de la vida doméstica y el incremento de los odios raciales, es un hecho visible que el origen de dichos problemas han sido la disminución de los empleos y de los salarios en toda Europa, que no podrán corregirse en el corto plazo y quizá causarán la fragmentación de la Unión Europea y generarán conflictos similares a los que acontecieron a principios del siglo XX.
A pesar de que todas las grandes potencias de Occidente procuran ocultar esa realidad a través de la mayoría de los medios de comunicación masiva que tienen bajo control, los hechos van mostrando que el modelo de supuesta democracia republicana de la mayoría de sus Estados está desapareciendo para dar lugar a nuevas fórmulas policiales y dictatoriales, donde los dueños del poder económico y político desarrollan nuevas leyes y nuevas acciones para seguir conservando su dominio y su crecimiento.
Quizá el factor fundamental en la reestructuración del nuevo orden mundial ha sido el crecimiento desmesurado de China y la modificación inesperada que ha hecho en las rutas comerciales mundiales y en los sistemas financieros han tenido una influencia nefasta en el desarrollo de las economías de Occidente, ya que se han visto mermadas sus exportaciones al resto del mundo y sus sistemas de financiamiento y de intercambio comercial sin utilizar monedas convencionales de uso mundial han ido colapsando el viejo truco de Occidente, donde los bancos privados de EUA y de Inglaterra – desde hace más de cien años – imprimen sus monedas discrecionalmente, las distribuyen también de acuerdo a sus propios intereses, las intercambian por bienes y servicios con valores reales y luego las recogen cuando quieren después de cobrar enormes intereses.
Todo hace pensar que es inminente la reconstrucción de un nuevo orden mundial en términos pacíficos, ya que las dos más importantes zonas demográficas del mundo, China y la India se muestran reacias a participar en una conflagración mundial, debido a que sus experiencias les han demostrado que nadie sale ganando en una Guerra y que por lo mismo, la gran mayoría de las potencias de Occidente están en total bancarrota.
Adenda: Es probable que los principales nódulos del nuevo orden mundial tengan que ir reduciendo sus gastos bélicos y empiecen a dirigir sus inversiones al campo de las nuevas tecnologías mediáticas, sanitarias, ecológicas, antropológicas, neurológicas, educativas y artísticas.
Los hechos han demostrado que la vieja pasión por los bienes materiales está llegando a un límite y están apareciendo sueños más saludables en los seres humanos de las nuevas generaciones en las viejas naciones de Europa Occidental, como Francia, Alemania, Inglaterra, Holanda, Suiza, Dinamarca y los tres grandes países del Mar Báltico.
Mientras que en Estados Unidos no hay ningún síntoma de que el País vuelva a ser la república democrática más productiva de Occidente como sucedió en la segunda mitad del siglo XX.