El Ocaso del Estado Nación (I)

El crecimiento exponencial de la población mundial y su envejecimiento plantean fuertes problemas, tanto para la satisfacción de las necesidades básicas como para la preservación del medio ambiente. Las perturbaciones ecológicas van afectando al clima, destruyendo la capa de ozono y desertificando al mundo, por lo que están provocando desastres naturales violentos y silenciosos en muchas áreas del planeta. Asimismo, el agotamiento de los recursos naturales, incluyendo al agua, ya enfrenta a la humanidad al desafío de su propia sobrevivencia.

Al mismo tiempo, la miseria y la exclusión se propagan en todos los continentes y la brecha social se amplía con la concentración de la riqueza en las manos de unos pocos y el envío de la clase media hacia los grupos marginales. Mientras no aparecen los supuestos milagros que se esperaban de la tecnología, sino por el contrario, ésta contribuye a la marginalización de la gran mayoría de la humanidad y a la concentración de los ingresos y del poder en una minoría de privilegiados.

Todo esto representa un enorme desafío a la gobernabilidad a escala global, en el preciso momento en que el Estado declina dejando un gran vacío, tanto como la institución básica de la vida en sociedad como en la proyección del soporte de las aspiraciones individuales y colectivas, analizado bajo sus tres principales componentes: la gobernabilidad en los temas de regulación global, el derecho a la identidad y la participación del ciudadano en la política.

Ninguno de los desafíos actuales de la humanidad en el presente tiene soluciones simples y aisladas, ya que se trata de problemas sistémicos que van más allá de las fronteras nacionales. Aunque en la esencia del nuevo mundo digital se trata de disciplinas plurales, enfoques holísticos y análisis sistémicos, en el mundo real, la gran mayoría de quiénes toman decisiones políticas aplican soluciones directas, sin tomar en cuenta las interacciones que existen entre el problema de fondo y su solución.

A este primer obstáculo se añade la imposibilidad de resolver cualquiera de los problemas referidos a una escala nacional, como el SIDA, el narcotráfico, la contaminación ambiental, la especulación financiera, las migraciones, el terrorismo o cualquier otro fenómeno de dimensión global. No obstante, la comunidad internacional ha estado buscando respuestas en la última década a través de las grandes conferencias internacionales y en la adopción de convenciones en el marco de la crisis como el medio ambiente, el desarrollo social, la alimentación y otras más que se han confiado a la ONU sin otorgarle recursos ni autoridad para transformar esas buenas intenciones en normas y programas para todo el mundo.

Esto es peor aún en el área de la economía y de las finanzas, ya que nada se ha hecho en el área de control del proceso de circulación de capital financiero y de especulación monetaria para crear normas y reglas que controlen el uso del capital humano y se implementen políticas que conduzcan hacia un crecimiento menos depredatorio, un menor derroche de los recursos naturales y el reconocimiento del ser humano como sujeto activo de toda sociedad.

Por desgracia, los esfuerzos de las instituciones financieras internacionales y de los foros de coordinación de las políticas neoliberales surgidas en los ochentas han generado una secuela de privatizaciones, desregulaciones y recortes sociales que han acelerado el desmantelamiento del Estado y han dejado un mundo abierto a la expansión depredatoria de las grandes transnacionales. Sin embargo, la reconstrucción del Estado a escala global o la creación de un gobierno mundial es un gran desafío. Sobre todo porque dicho gobierno plantearía un problema de legitimidad que precede a cualquier construcción jurídica.

Como es sabido, el surgimiento del Estado-nación fue el resultado de un complejo proceso que se legitimó hasta que los propios ciudadanos se reconocieron como parte de él a pesar de las luchas internas y de los conflictos que siempre acompañaron a su formación. En el contexto de la crisis global actual sólo se puede imaginar la creación de una legitimidad similar enfrentando un peligro para la humanidad o frente a amenazas que llevarían a la mayoría de los pobladores del Planeta a pensar en una nueva organización del mundo que les garantice seguridad y justicia.

Aunque todavía quedan Estados-nacionales con gran identidad cultural y fuerte integración sociopolítica, la tendencia es hacia la desintegración del Estado-nación. Dentro de esas tendencias están la aspiración de los individuos y de los pueblos a reencontrar sus raíces culturales y a reconstruir los mecanismos de solidaridad que habían delegado al Estado. Por lo que se están desarrollando procesos caóticos, como los actuales conflictos étnicos, religiosos y de identidad cultural.

A medida que el Estado-nación pierde su funcionalidad y legitimidad se induce a que los problemas globales sean tratados en el ámbito mundial en un marco que no ha logrado definirse aún, por lo que es urgente la creación de nuevos espacios de solidaridad y de identificación que sean internacionales y transfronterizos. Ya que dichos espacios fueron cancelados en el transcurso de la formación de los Estados-naciones, dejando a muchas comunidades despojadas de su identidad y de su capacidad de organización. Aunque este fenómeno no afecta a los Estados con fuerte identidad cultural, ya socava las bases de los Estados pluriétnicos y a las naciones artificiales, como lo ilustran la multiplicación de los conflictos étnicos en Africa, los que estallaron en la Unión Soviética, en el Medio Oriente y en la ex Yugoeslavia.

Adenda: Se concluye que ahora mismo es necesario buscar la reivindicación de la identidad nacional y reconocer el derecho a la identidad individual escrita en la Carta de las Naciones Unidas en la que se reconoce el derecho de los pueblos a decidir por sí mismos. Creo que dicho reconocimiento debería tener como corolario el principio del respeto del derecho a las minorías, sin el cual no sería posible el nuevo modelo político y constitucional global.

Finalmente, la violencia actual en ciertos Estados en vías de implosión, como dentro de muchos Estados receptores de inmigrantes, además del desarrollo del racismo y de la intolerancia dan una idea de la gran dificultad que entraña crear un organismo mundial que regule a los fallecientes Estados-nacionales.