El nuevo Imperio Chino se concretó en los últimos 30 años con la muerte de Mao en 1976 y la llegada al poder supremo de Deng Xioping en 1979. El Imperio se consolida con la aplicación de un modelo político híbrido que permite su crecimiento constante fundado sobre un régimen autoritario, preservando y reforzando el nacionalismo. Además de la modificación del proceso actual en el que China está tratando de ganar una posición dominante a nivel diplomático, financiero y militar para imponer su poder global al resto del mundo.
Desde hace varias semanas, diferentes medios señalan la posibilidad de que Petro China y Semopec, que son parte de un consorcio público chino que también son parte de un consorcio chino que a su vez constituye de un 5 a un 10 % de la petrolera estatal Saudi Aramco. Esta compra significaría un nuevo paso del gobierno chino para solucionar su gran problema de suministro energético que afecta mucho a su economía. Después y durante este mismo trimestre se confirmará la compra de un 15% de la petrolera rusa Rosneft por parte de la CEFC China Energy.
Además representaría una consolidación de la posición de Being en el Medio Oriente, en un momento en que Washington se aleja de esa región y trata de moverse hacia el Continente Asiático. Solo falta saber si la operación se realizará en Nueva York, Frankfurt o en una ‘city’ londinense que quiera mostrar fuerza en plena renegociación del Brexit. Pero lo importante sería conocer el largo proceso que sigue China para convertirse en superpotencia del complejo sistema unipolar en el que vive el mundo actual.
Hasta ahora, la política exterior china se muestra pacífica, no solo por prudencia, sino que está basada en la observancia escrupulosa de un sistema de no ingerencia de su modelo político. De acuerdo a sus representantes oficiales, China debe distanciarse de cualquier comportamiento parecido al de los imperios coloniales europeos y de los Estados Unidos, al considerarse a sí misma como otra víctima de dichas conductas.
Cualquiera otra conducta sería paradójica, ya que China ha sustentado su liderazgo del Tercer Mundo y su defensa de los principios de coexistencia pacífica en la idea de una historia en la que China ha sufrido también la opresión de los colonizadores.
Aunque la presentación china del fenómeno colonial no considera su origen, lo cierto es que sus pobladores de antaño también estaban ligados con conceptos de jerarquías raciales, proselitismo religioso y culturas radicales. Que solo se explica por la voluntad original de dichos estados de proteger intereses y privilegios comerciales obtenidos con anterioridad al desembarco de las primeras armas de las invasiones coloniales.
En ciertos casos, como el de la invasión colonial de Holanda en Indonesia desde el siglo XVI, que fue una respuesta a las peticiones de la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales, o la Rebelión de la India en 1857 contra la Compañía Británica de las Indias Orientales, la Invasión Británica de Egipto en 1882 o las dos Guerras del Opio entre británicos y chinos, acciones parcialmente escondidas dentro de la narrativa china. Aunque existen ejemplos más contemporáneos, como el de la intervención de los estadounidenses en Irán en 1953, después de que Mossadeq renacionalizó el petróleo y que son parte de esta errónea narrativa china de la colonización.
Pero el gran enigma del presente es saber si China se podrá mantener alejada del Golfo Pérsico a partir de ahora. O si podrá quedarse de brazos cruzados mientras están en juego posibles cambios de regímenes o de nacionalizaciones. Quiénes estudian porque China parece haber decidido modificar su curso de acción tan pasiva e intervenir con mayor contundencia en los asuntos de política exterior piensan que es posible que lo hagan como defensa a sus intereses materiales ante la amenaza de los grandes cambios en el mundo actual o por la incertidumbre. De modo que piensan que estas acciones marcarán la llegada de China a nivel de una superpotencia de alcance global.
Adenda: Ahora mismo es el momento en el que el actual gobierno de China cree que es capaz de competir con Estados Unidos, mediante las mismas artimañas y alianzas fingidas con otros países de Occidente y aún de la ruta del Pacífico Sur, Africa y Latinoamérica.