La nación es un grupo humano que comparte durante un período de tiempo ciertos rasgos culturales, algunas tradiciones, el recuerdo de una época y por lo general tiene un idioma en común. En el presente la evolución social y cultural es muy rápida, por lo que los Estados-nación actuales, por interés propio intentan mantenerse vivos el mayor tiempo posible. Es algo parecido a pertenecer a una escuela filosófica, a un club de fútbol o a un grupo cultural, por lo que pueden ocultarse con relativa facilidad. Y convertirse en algo vago, cambiante y desconectado del concepto de lo que es realmente un Estado.
En Europa existen ‘naciones’ como los tártaros, los rumanos o los lapones que están dispersos en varios Estados. Mientras que en los Balcanes hay grupos de población de una ‘nación’ que alcanzan un alto porcentaje de población en territorios de otros Estados- nación. De acuerdo a informes de la UNESCO, el idioma alemán está repartido en seis Estados de Europa, el francés en cinco y todos los demás en cifras menores.
Al unificarse Alemania e Italia en el siglo XIX surgieron los delirios del Estado-nación que desembocarían en el nacionalsocialismo y en el fascismo respectivamente. Piensan los expertos que al haber más Estados disminuye la capacidad del Estado para esquilmar y reprimir a sus ciudadanos. La mayoría de los pensadores de la tradición liberal clásica son muy críticos de la idea del Estado-nación y creen que cuando mucho debe existir un federalismo profundo que reconozca la autodeterminación de las poblaciones basado siempre en la coordinación de los derechos de una multitud de individuos y no en el supuesto derecho de una nación mítica que busca ser un Estado, ya que se piensa que la legitimidad controla la voluntad de una amplia mayoría de la población en un territorio determinado.
O sea que los argumentos históricos y etnoculturales no tienen importancia real, tanto para apoyar como para negar lo reclamado. A final de cuentas se trata del derecho de asociación o de pugna política entre las personas. Aunque dicho derecho no ha sido aún reconocido de manera individual por motivos técnicos y geográficos si se ha podido establecer en ciertos pequeños territorios.
Cuando una parte mayoritaria de la población de un territorio definido pretende la secesión del mismo, sólo cabe dirimir el asunto mediante un referéndum. Según el experto Ludwig von Mises, este referéndum debe hacerse sin discriminar a nadie por cuestiones étnicas y lingüísticas, ni extender la decisión a los demás territorios del Estado que intentan secionarse.
En todo el mundo actual, sólo el Estado de Liechtenstein ha podido asumir esta realidad y trasladarla a su marco jurídico-constitucional. Por lo que resulta muy interesante para todo el mundo la visión de este pequeño principado de Europa Central que desde hace años impulsa un instituto de estudios sobre la autodeterminación en la Universidad de Princeton. Según un informe de Andreas Kohl sobre Liechtestein, este modelo vanguardista de organización política, donde los municipios pueden separarse si lo desea su población es lo más avanzado que existe en el mundo del presente.
Este doble impulso de los Estados-nación actuales hacia la homogenización interna y hacia la concentración en estructuras continentales o mundiales expresa la resistencia de las élites políticas frente al mundo del futuro inmediato que será menos piramidal, menos jerarquizado, más fragmentado y más espontáneo. Un mundo donde el viejo Estado-nación carece de sentido, ya que los individuos y sus grupos de voluntarios se conectan en forma directa o a través de fronteras, lenguas y culturas sin que importe mucho la afinidad ‘nacional’ de cada persona.
Por lo que los Estados-nación no deben intervenir en este proceso, ya que el futuro más próximo son iniciativas como el ‘Seasteading’(Creación de Viviendas Permanentes en el Mar) y las ciudades autónomas. El mundo va hacia la competencia fiscal y política, alejándose cada vez más de la concentración del poder. Se vive la búsqueda de un conjunto de estándares y procedimientos internacionales racionales que puedan conducir los procesos de unión o secesión de los territorios.
Se trata de tener mecanismos sensatos donde se pueda ver como se reparten los costos operativos y cuáles son los requisitos para enfrentar a este nuevo fenómeno de disfuncionalidad del Estado postmoderno. Por lo que se necesita una buena ración de humildad para aceptar las lecciones que ahora mismo está dando un Estado-nación muy pequeño como Liechtenstein.
Adenda: Siempre ha sucedido en la Historia que los grandes cambios que han ocurrido están precedidos de acciones incomprensibles y enigmáticas. Lo mismo sucedió hacia el fin del imperio romano, de Persia o cuando España e Inglaterra controlaban al mundo de esa época.