Desde que la nación mexicana pasó a ser una colonia de los Estados Unidos en sociedad con los grandes capitalistas globales a partir de la difusión del decálogo del Consenso de Washington, la forma de interpretar la realidad en México se ha distorsionado por completo, muy al estilo de la sociedad norteamericana, donde la hipocresía, la moralidad y la caballerosidad aparentes constituyen la única forma incruenta de lograr el control político, social y cultural de la todavía gran nación norteamericana.
Sólo de esa forma puede explicarse el revuelo que originó el último reporte financiero de Pemex, donde pomposamente se señala que esta empresa – ahora autónoma, como el IMSS o el ISSTE – generó utilidades, entre enero y septiembre del 2012, antes del pago de impuestos, tres veces superiores a las obtenidas durante el período equivalente por todas las empresas mexicanas que cotizan en la Bolsa Mexicana de Valores y 152 mil 450 millones de pesos más a las registradas en el mismo lapso del 2011.
La suma de sus ventas totales, incluyendo internas y externas, más los réditos de la especulación financiera produjeron 1 billón 221 mil millones de pesos, mientras su costo permanecía alrededor del 50%, sólo un punto porcentual superior al del 2011. También señalan los estados de resultados de Pemex que de esa ganancia de 720 mil 450 millones de pesos se transfirieron impuestos por 685 mil 663 millones de pesos al Gobierno Federal que significaron la friolera del 95.5% de las utilidades.
De acuerdo a los informes de la Bolsa Mexicana de Valores, en el período equivalente del 2011, la utilidad total fue de 568 mil millones de pesos, mientras la carga fiscal fue de 632 mil, por lo que se generó una pérdida en Pemex por casi 64 mil millones de pesos. Es obvio que esta paraestatal aporta una gran parte de los ingresos fiscales de México, aún cuando sus activos apenas alcanzan la cifra de 1 billón 991 millones de pesos, mientras sus pasivos declarados significaron 1 billón 845 mil millones de pesos que significaron el 93% del valor de sus activos. Aunque no se mencionaron los enormes pasivos existentes en los fideicomisos apócrifos creados para garantizar las enormes deudas diferidas de Pidiregas hasta el 2025.
Aunque dichas deudas se convertirán en el doble de la cantidad que oficialmente se reporta y el Estado mexicano ya no es responsable de la administración de Pemex, desde el pasado 2 de Febrero, en el que Calderón convirtió sus pasivos en deuda de una empresa autónoma (como el IMSS o el ISSTE), lo cierto es que aun cuando no haya posibilidades legales de una demanda internacional contra Pemex, la empresa mexicana en posesión de las mayores riquezas naturales del País está en la situación más crítica de toda su historia.
En los hechos, la bancarrota total de Pemex se oculta tras las maniobras jurídicas de los fideicomisos establecidos en territorios fuera del control de la normatividad jurídica y financiera internacional por instrucciones de los operadores financieros del Banco Mundial, con sede en los Estados Unidos que no han permitido a México abonar algo a esa deuda millonaria contraída a intereses enormes hace diez años, a pesar de que México cuenta con reservas internacionales suficientes para disminuir ese pasivo y liberar a Pemex de su bancarrota actual.
Pero en México no existe la posibilidad de que sus altos funcionarios federales puedan tomar una decisión en beneficio de México, ya que están convencidos de la bondad de las decisiones del país vecino. No sólo en las estrategias, sino en su grado de intensidad. De hecho, todas las acciones más importantes de los Gobiernos de México, desde Carlos Salinas, no tienen el menor contenido de patriotismo, de libertad y de autonomía. Vivimos el momento histórico de la clase política y de los grandes capitalistas más despreciable, superando en alto grado al período del porfirismo, donde por lo menos se defendía la autonomía del Estado.
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