Otro mito contemporáneo de gran importancia es el de que el PIB refleja el bienestar de un país. Ya que el término ‘riqueza’ ha tenido muchas acepciones a través de la historia de la humanidad: poder político, importancia social, posesión de objetos denominados tesoros, valor intrínseco o en función de los satisfactores que produce de bienes materiales. Todo lo cual ha ido concentrándose en la idea de que ‘riqueza’ corresponde al conjunto de bienes y servicios producidos por las empresas y las administraciones públicas a nivel de país y en abundantes ingresos monetarios o de posesión de bienes materiales a nivel personal.
El desarrollo de la economía como esfera independiente ha hecho desaparecer la idea de economía doméstica que hoy es considerada improductiva. La idea de riqueza social como resultado de lo que se produce y de riqueza como utilidad ha llevado a considerar al PIB como un indicador central de las riquezas en el siglo XX.
El PIB considera ricas a las naciones que producen e intercambian bienes y servicios para el consumo. Mientras que todo tipo de trabajo social, asistencial y de voluntariado no entra en las cuentas del PIB y cuando se hacen este tipo de labores forman parte de las cuentas contrarias al crecimiento. Aunque esta idea de riqueza vista desde las perspectivas humanas e integradas carece de sentido, ya que no toma en cuenta las necesidades humanas, familiares, sociales y naturales sin siquiera considerar las verdaderamente económicas en su concepto original.
Todo país posee patrimonios humanos, naturales, culturales y sociales. Sin embargo han sido clasificados según hayan o no explotado sus patrimonios en el sentido de intercambios monetarios o de mercado. De modo que los países donde se inició primero su degradación y destrucción de los patrimonios naturales, humanos, sociales y culturales fueron clasificados como países ricos por las agencias de calificación internacionales que evalúan y ponen notas a los países según los intercambios de mercado generados y el nivel de crecimiento monetario que consiguieron. El actual modelo de economía industrial globalizada degrada, empobrece, destruye y explota los patrimonios culturales, sociales y humanos en todos los rincones del Planeta.
Otro mito de Occidente que sobrevive es el de que ‘La agricultura eliminaría el hambre en todo el mundo’. Al final de la Segunda Guerra Mundial fueron destruidas las grandes ciudades de Europa y los campos quedaron vacíos. Mientras Europa sobrevivía al desastre las industrias de los Estados Unidos estaban en plena expansión, había trabajo de sobra, pues no había industrias ni países industrializados que pudiesen competir. También quedaron sin uso los productos químicos que se fabricaron para aniquilar al enemigo y las enormes industrias dedicadas a producir armamentos se quedaron con grandes cantidades de armas y de productos tóxicos que se convirtieron en maquinaria agrícola y en pesticidas. Todo ello fue llamada ‘La Revolución Verde’.
Dicha Revolución Verde prometió erradicar el hambre en el mundo convirtiendo en héroes a los campesinos que optaron por la agricultura industrial, buscando reconstruir a sus países. Y la Revolución Verde hizo posible el gran crecimiento de los Estados Unidos medido a través de su PIB. No obstante, ni el hambre, ni la miseria han podido ser erradicados del Planeta Tierra, sino que al contrario, el desarrollo agrícola industrial empobreció más a los países en desarrollo, sin que este sea el único problema ocasionado. Ya que el alto PIB de Europa y de los EUA se ha logrado gracias a un nefasto estilo de vida para la salud de sus habitantes.
Ya que los medicamentos convencionales, la agricultura y la alimentación industrial son utilizados fuera y dentro de las grandes urbes y a eso se le ha llamado ‘progreso’. De modo que la denominada ‘vida moderna’ se ha transportado a las naciones pobres donde se han multiplicado los casos de cáncer y de obesidad que solo existían en los países desarrollados.
Adenda: En otro capítulo sobre los actuales mitos sobrevivientes de Occidente hablaremos de los remanentes de la cultura Occidental que ahora mismo parece estar en sus últimos días.