Conforme ha ido desapareciendo el mundo de la palabra y de la historia, el proceso de transmisión del poder ha ido distorsionando los conocimientos científicos, la cultura colectiva y los hechos de la historia para que los grupos que han heredado el poder económico y político puedan conservarlo el mayor tiempo posible. En el presente, los elementos torales de ese proceso han sido esencialmente el control de la riqueza mediante el sistema de bancos centrales, la supremacía bélica, la adecuación de las leyes y normatividades globales al desarrollo de las grandes potencias, la distorsión cínica de la Historia y la sustitución de la palabra y de las imágenes por el nuevo mundo digital.
Este fenómeno social ya se presentó en el pasado cuando el Imperio Romano empezó a dominar en todo el Mundo Occidental desde principios del Primer Milenio y la gran herencia científica, artística y cultural de Grecia fue totalmente olvidada. Los romanos se concretaron a controlar los territorios con un modelo vertical de dictadura unida a una administración pública muy eficiente que duró quince siglos, cuando el Renacimiento volvió a darle su verdadera dimensión al ser humano con emociones y con los pies puestos en la tierra, mientras la Iglesia Cristiana se había asociado al poder político y lograba tener un control casi total de las riquezas y de los territorios que habían sido propiedad del Imperio Romano.
Al hacer una mirada retrospectiva hacia el hombre de la Edad Media, éste se hallaba viviendo en un oscurantismo cultural e intelectual que lo relegaba a una condición miserable e involutiva debido a que toda su existencia estaba dedicada a no cometer algún error contra Dios y sus leyes para no perder su lugar en el Paraíso. Toda su vida estaba subordinada por el mundo espiritual con una visión desde el sufrimiento, ya que era la única posibilidad para ganar el Cielo. Los grandes avances intelectuales que había logrado Grecia se olvidaron por completo y los romanos no tuvieron interés alguno por las matemáticas sino lo estrictamente necesario para administrar los territorios conquistados.
Esa actitud se extendió a las demás disciplinas científicas y cuando el Imperio entregó el poder político y espiritual a la Iglesia Católica se incrementó aún más el rechazo al conocimiento científico. Fue entonces que la cultura europea entró en un período de estancamiento. Entre los años 500 y 1450 las ideas sobre el Universo y del lugar que ocupaba la Tierra eran las expresadas en el libro del Génesis combinadas con diversas ideas paganas de acuerdo a la región donde se vivía. Durante esos casi mil años, los sacerdotes cristianos adquirieron un poder que les permitió oponerse en forma sistemática a toda sabiduría pagana. Esa actitud hacia el conocimiento buscaba aniquilar cualquier actividad relacionada con el pensamiento analítico.
La combinación del rechazo romano hacia el conocimiento teórico y de la predisposición cristiana hacia la ciencia fueron determinantes de una estructura social donde el estudio de las leyes de la naturaleza no tenía importancia. La mayoría de la información científica estaba contenida en ‘compendios’ donde se pretendía resumir el conocimiento de los griegos. Un claro ejemplo de esa situación son los trabajos de San Isidoro de Sevilla (560 – 636 ) en su libro ‘De las cuatro disciplinas matemáticas’ sobre aritmética, música, geometría y astronomía que estudiaba las leyes de los astros. En el compendio de San Isidoro de Sevilla se determina que el Sol está hecho de fuego y señala que es mayor que la Tierra y la Luna. Decía que la Luna recibía la luz del Sol, eclipsándose cuando entra en la sombra proyectada por nuestro planeta. Existían siete planetas y cada uno tiene su movimiento propio a través de su correspondiente esfera cristalina. Estas giran en sentido contrario a la esfera de las estrellas fijas, pues si no fuera así, ‘el mundo saltaría en añicos’ debido a la rapidez con la que esa esfera gira.
Todos los supuestos ‘compendios’ de esa época presentan descripciones arbitrarias de los fenómenos celestes más evidentes sin aportar ideas ni teorías. Aun cuando el modelo cósmico del medievo era geométrico ya se habían olvidado los conceptos geométricos de Tolomeo. En esa primera época de la Edad Media se arraigaron en los europeos ideas sobre la forma y la estructura del Universo derivadas de la interpretación literal de la Biblia. Se aceptaba que la Tierra estaba inmóvil de acuerdo al pasaje bíblico donde se afirma que Dios ordenó al Sol detenerse sobre la ciudad de Gabaón para que el ejército comandado por Josué tuviera tiempo suficiente para ganar la batalla que ahí se realizaba. El Universo estaba compuesto por esferas concéntricas alrededor de la Tierra, que estaba en el centro. La última esfera era el firmamento de las estrellas fijas, una especie de caparazón que limitaba y encerraba al Universo creado. Pero más allá se encontraba el Reino de Dios inmaterial y compuesto de pura luz donde residían Bienaventurados y Angeles.
Un fenómeno muy similar al que ocurrió en la Edad Media hasta que surgió el Renacimiento en Italia es el de este inicio del siglo 21, cuando todo el desarrollo científico del mundo en equilibrio de Newton, toda la cultura de la Ilustración y todas las nuevas ciencias del mundo caótico y del cerebro humano de las últimas décadas del siglo 20 están siendo olvidadas, mientras se trata de crear nuevos paradigmas, mitos y normatividades que permitan a los herederos del poder político y económico global poder conservar sus patrimonios tanto tiempo como sea posible. Así como en el período oscurantista se crearon mitos de poder, de leyes divinas y castigos eternos, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial se crearon nuevos mitos y paradigmas con el apoyo de la fuerza ‘masmediática’ divulgando ideas tan falsas e hipócritas como la ‘autonomía’ de las naciones, la igualdad étnica, la libertad universal para pensar o para abrazar determinados mitos religiosos o ideológicos.
Adenda: Lo único que prevalece desde el oscurantismo medieval es la condición frívola, individualista y egoísta del ser humano, así como la creación de nuevos entes metafísicos que le ayuden a conservar sus pertenencias materiales, algunos rasgos de su genética y la porción amable de su memética. Aunque no puede negarse que el género humano vive ahora un proceso involutivo ya muy cerca de una nueva etapa de grandes cambios positivos.