El México Profundo de Guillermo Bonfil

 

Ahora mismo que la nación mexicana sufre un problema de identidad nacional de gran intensidad que lo puede arrastrar a perder por completo su condición de Estado republicano y constitucional conviene recordar la brillante obra de Guillermo Bonfil escrita en 1989. En ella sostiene la tesis de que la historia de México en los últimos 500 años se reduce al enfrentamiento entre quienes pretenden encauzar al país en el proyecto de ‘la civilización occidental’ y quienes resisten a ellos arraigados en las formas de vida mesoamericanas. A dicho proyecto que ahora domina en México, Bonfil lo denominó ‘El México Imaginario’.

Según Bonfil, el México profundo y el imaginario han alimentado a grupos y clases sociales de una pirámide en cuya base se encuentran los pueblos, mientras en su cúspide están quienes impulsan el proyecto Occidental. Defiende su tesis de una estructura colonial que niega y excluye la cultura de los colonizados, ya que significa un símbolo de atraso y un obstáculo a vencer. No obstante, el México profundo resiste y no es un mundo pasivo y estático, sino que renueva su identidad propia de acuerdo a la circunstancias en una larga lucha secular.

Bonfil propone formular un nuevo proyecto de nación que incorpore las fórmulas culturales del México Profundo con toda la rica experiencia milenaria de una civilización negada para desplazar todo ese caduco proyecto del México imaginario. Luego plantea en tres partes su tesis fundamental: la civilización negada que presenta la imagen general de la civilización mesoamericana, tal como se vive en los pueblos indígenas, donde se conserva una cosmovisión en la que están implícitos sus valores más profundos. Aquellos que conforman la matriz cultural que da sentido a todos sus actos.

Concluye su primera parte con una descripción de los sectores que integran al México imaginario, proyectando una imagen de la sociedad mexicana con formas culturales que corresponden a dos civilizaciones diferentes que nunca se fusionan y solo se influyen de forma recíproca. El México imaginario pretende subordinar al resto de la población a su proyecto y justo eso era el dilema básico de la cultura mexicana.

En la segunda parte de su obra Bonfil trata de explicar cómo es que llegamos al punto donde estamos y analiza las líneas principales del proceso histórico, las tendencias generales que hacen persistir el proyecto externo, las formas como se ha agredido a los pueblos indígenas y el empeño secular por negarlos. En la sección final de la segunda parta se exponen en forma breve las acciones de resistencia del México profundo y finalmente expone las posibles opciones para construir un nuevo proyecto nacional que ‘trate de hacer explícita nuestra realidad y no intente ocultarla.

En primer término Bonfil plantea el tema de ‘la democracia’ Pero no la democracia formal, dócil y torpemente copiada de Occidente, sino la democracia real derivada de nuestra historia y responder a la verdadera y rica composición de la sociedad mexicana real. Entonces define a los pueblos como sociedades particulares y sostiene que en el territorio de lo que hoy es México se da una continuidad cultural que hizo posible el desarrollo de una civilización propia que tiene su origen hace unos 30,000 años, a partir de grupos nómadas de recolectores que ante la reducción de la fauna por los cambios climáticos y una mayor recolección se iniciaron los procesos de domesticación y cultivo de plantas fundamentales como el frijol, la calabaza, el chile y el maíz que vendría a ser el elemento fundamental de la economía mesoamericana y la base de su cosmogonía que consideraba al ser humano hecho de maíz.

Aproximadamente en el año 1500 surgen los olmecas, como una especie de cultura madre que a pesar de todo se considera como el horizonte de la civilización mesoamericana con sus inscripciones, calendario, terrazas artificiales, canales, represas y chinampas, además de las formas de organización social inéditas conocidas como ‘señoríos teocráticos’.

Un punto toral de la hipótesis de Bonfil es que la conformación del México actual es el resultado de una historia milenaria, cuya huella no se ha podido borrar a pesar de los cambios brutales de los últimos 500 años y que esa presencia milenaria en el actual territorio mexicano generó una civilización que sirve de base común y de orientación fundamental a todos los pueblos que la comparten. Cualquier comunidad campesina se fundamenta en la cultura del maíz, desde sus casas, el espacio interno y externo y la forma de vivir. Existe una cultura viva, un acervo de conocimientos acumulados durante siglos que presentan formas muy específicas de organización social.

Dice Bonfil que los mexicanos sin dominio de alguna lengua indígena han perdido la oportunidad de entender el paisaje cultural cuya historia está en los toponímicos, muchos de los cuales aún perduran a pesar de los esfuerzos de la Colonia y de la actual República para desaparecerlos. Bonfil también trata de probar que las lenguas indígenas poseen una terminología más rica que el español porque otorgan un conocimiento más profundo de las cualidades botánicas del maíz que son la esencia de lo mexicano.

Una tesis criticable de Bonfil ocurre con los rostros de los indígenas, donde el autor sostiene el criterio de que existía una población de 25 millones de indígenas a la llegada de los españoles y esta incidencia determinó que la mayoría de la población tuviese rasgos indígenas predominantes. Asimismo sostiene que en México no se vive una democracia racial y el mestizaje no ocurrió de una manera uniforme, sino a partir del concepto de superioridad de la raza blanca. Por lo que el rostro indígena de la mayoría de la población indica la existencia – a lo largo de cinco siglos – de formas de organización social que hicieron posible la herencia predominante de esos rasgos.

Concluye Bonfil que no existe gran diferencia entre indios y mestizos, ya que éstos forman parte de la población que fue forzada a renunciar a su identidad indígena por influencia particular de la iglesia católica que terminó con la continuidad histórica de un pueblo como unidad social y cultural diferente a los demás.

Adenda: A pesar de las discrepancias que puedan existir en la visión histórica y mitológica de Bonfil, no hay duda de que la nación mexicana tuvo un acento muy especial de primera civilización en América con las culturas olmeca y teotihuacana. Asimismo vivió una situación muy compleja al recibir el trato violento y cruento que le impuso la Iglesia Católica en sociedad con las tropas de los bárbaros colonizadores. Por lo que es muy difícil establecer un Gobierno institucional que funcione en México sin tener que renunciar al México Profundo.