Al tratar de explicar los cruentos ataques de la ‘yihad’ en París hace unos días se pueden obtener algunas lecciones de carácter histórico y social. El terrorismo y su violencia propician que las sociedades atacadas hagan un autoanálisis y replanteen sus sistemas de seguridad con el exterior y al mismo tiempo reorganizan internamente sus sistemas de control a los ciudadanos que provienen de otras regiones del mundo y se cuestionan las causas reales que llevaron a esas comunidades religiosas de inmigrantes a desafiar las condiciones de igualdad que impone una República laica.
Desde una visión política estas acciones bárbaras de la yihad musulmana en Francia constituyeron una gran suerte para el Presidente Hollande, cuya impopularidad cesó de inmediato al unirse todos los partidos del parlamento con la excepción de la ultraderecha de Le Penn y se llevó a cabo la manifestación más grande de todos los tiempos en París, con más de cinco millones de ciudadanos que se lanzaron por todos los sectores de la gran ciudad y demás ciudades de Francia en contra de la barbarie de los musulmanes.
Aunque desde varios años antes ya se temían acciones terroristas contra Francia por parte de la ‘yihad’ musulmana, ya que Francia está interviniendo militarmente en Mali, en la República Centro Africana y en Irak en contra de las fuerzas bélicas del Estado Islámico dentro de una coalición que encabezan los Estados Unidos y desde el 2009 había lanzado una amenaza para castigar a Francia por sus ataques contra Alá. Por lo que habían ocurrido infinidad de amenazas al diario danés Jylland Posten que inició la burla de la religión de Mahoma desde el 2006 y luego continuó con el semanario francés Charlie Hebdo poco tiempo después.
El objetivo del semanario parisino de Charlie Hebdo era sin duda el de impulsar la libertad de expresión y la capacidad de creación, situación que es obvia en Francia y en los países Occidentales pero resulta incomprendida para los musulmanes, particularmente para los yihadistas que representan a los más radicales. Aunque es obvio que la libertad de opinar no debe ser ilimitada, sino acotada y restringida por la ley y las costumbres.
A pesar de que todos los avances de la República y de la Ilustración en Europa hay que recordar que ‘la blasfemia’ contra los poderes divinos ha sido siempre el punto de choque entre la razón y la religión en Occidente desde fines del siglo XVIII, cuando los grandes pensadores de la Ilustración combatieron frontalmente a la religión y la calificaron de superstición. Han pasado dos siglos en Occidente y esa lucha subsiste entre cristianos y agnósticos para sólo alcanzar un débil concepto acerca de la blasfemia. Por lo que resulta un poco ingenuo que los periodistas occidentales traten de que los musulmanes lleguen a aceptar la blasfemia contra su Dios en nombre de la libertad de expresión.
Eso se intentó durante las guerras napoleónicas, cuando Napoleón quiso exportar al resto de los países de Europa las novedosas ideas de la Revolución Francesa que nunca se aceptaron y terminaron en cruentas guerras en las que las sociedades más débiles eran invadidas por Francia y no podían comprender el carácter ‘progresista’ de dichas intervenciones. A final de cuentas eso no funcionó en todo un siglo de intentos y las sociedades más atrasadas de entonces, como Rusia y España se aferraron a la aristocracia, a los latifundistas y a los organismos obsoletos de las iglesias católica y ortodoxa, defendiendo con éxito sus más viejas tradiciones.
En resumen, el colonialismo del siglo XIX fracasó por completo y ahora mismo ha fracasado en el siglo XX con los conflictos de Estados Unidos en Irak y Afganistán, aun cuando se utilizaron armas mucho más modernas y mucho más destructivas. El islamismo y aún más el islamismo radical o ‘yihadismo’ es una oposición obvia a la marcha de la modernidad. En ocasiones se torna muy violenta porque percibe que ahora mismo está dando sus últimos pasos. Pero es un hecho irrefutable que la evolución humana no puede detenerse con nada.
Adenda: Es obvio que las naciones occidentales y la mayoría de las más avanzadas en el mundo actual consideren al Islam como el sector más primitivo de todos y menos capacitado para sobrevivir, por lo que buscan acabar con ellos de muchas formas. Pero los hechos demuestran que – por razones desconocidas – es la población que más crece en el mundo y se extiende por todas sus regiones.